- ¡Sergio!, ¿qué has
roto esta vez?, me has despertado, ¿qué hora es?
Desde la contigua pieza la respuesta del
hombre es otra pregunta:
- Lorena, ¿dónde
coño has puesto el café?, no lo encuentro.
- Igual no hay, me
parece que anoche tomé el poco que quedaba. ¿Qué hora es? - repite la mujer.
- Las once, hora de
sacar el culo del sobre. ¿A qué día estamos?
- No sé, mira en el
calendario de la cocina.
- Ese calendario es
del dos mil diez y - añade él con sorna - si no recuerdo mal ese fue el año
pasado.
El hombre se afana en recoger los mil añicos
en que se ha convertido el tazón. Al ir a verterlos al cubo de basura ve que
está sin bolsa, duda un momento pero acaba echando los restos en el balde.
Rezonga por lo bajo:
- Esta mujer es un
desastre, ni café, ni bolsa para la basura, ni… Churri, ¿dónde están mis
zapatillas nuevas?
- Y yo qué sé, no soy
tu criada.
Sin embargo, la mujer se levanta y las encuentra
debajo de la cama.
- Toma - le lanza el
calzado -, ahí las tienes. ¿Dónde vas tan puesto?
La vestimenta del hombre es cualquier cosa
menos atildada. Lleva unos tejanos raídos, una camisa con el cuello mordido y a
la que le falta un botón y las llamadas zapatillas nuevas lo dejaron de ser
hace mucho tiempo.
- Voy a ver si
encuentro curro. El Cisco me dijo que buscan gente para el servicio de limpieza
del Ayuntamiento.
-¿Y eso te mola, recoger
la mierda de los demás?
- Lorena, no me
rayes. Y en vez de andar en bolas - No es cierto, la mujer lleva una camiseta
que casi le cubre las caderas -, lo que tendrías que hacer es espabilarte y
salir a buscar curro.
- Ya sabes que la Jénnifer
me ha dicho que puedo irme con ella a poner copas al bar donde curra. Eso sí,
tendría que ir bien maqueada.
- Ya te dije que no quiero que vayas por ahí enseñando pechuga y marcando culo.
- No pensarás que
igual termino liándome con el primer macizo que me invite a unas rayas. Todos
los tíos sois iguales, lo único que os preocupa es que os pongan los cuernos.
Pues no van por ahí los tiros, sólo es cosa de lucir el palmito pero sin dar muestras gratis. Al fin
y al cabo, como dice mi vieja, antes de que se lo coman los gusanos que lo
miren los cristianos.
- Ya te dije que no quiero que vayas por ahí enseñando pechuga y marcando culo.
- Es que lo prueben,
no que lo miren - rectifica el hombre.
- No te comas el
tarro, probar, mirar, ¿qué más da? Si el único que me sigue poniendo cachonda
eres tú - Y dando un giro al diálogo, la mujer plantea -. ¿Has pensado ya en lo
de irte con el Perchas? Moviendo maría te forrarías y se acabarían nuestros
problemas con la pasta. Y no te digo si trabajaras también la farlopa, eso
sería la hostia.
El hombre recoge una cazadora descolorida,
se la echa por los hombros, lanza una última mirada a la mujer y por toda
respuesta dice:
- Anda, reina mora,
métete en la cama y soba otro ratito.