martes, 6 de mayo de 2025

“El masover”. 18 La Fábrica de la llum

  Como el vicario dijo a Zaca que otro día podría  preguntarle algo que no fuera de religión, la siguiente semana el chico aprovecha la hora de clase para consultarle lo de las derechas e izquierdas.

   -¿En qué se diferencia un partido político o un hombre de izquierdas de uno de derechas?

   -¡Vaya!, eres muy joven para hacer esa clase de preguntas -El  chaval enrojece, he vuelto a meter la pata, se dice. No tendría que habérselo preguntado. Pero, ante su alivio, el vicario le contesta.

   -A ver si logro explicarlo para que lo entiendas –Y el sacerdote le cuenta que esa división de los políticos y de sus partidos tuvo un origen puramente fortuito. Se refería al lugar que ocupaban los diputados en la Asamblea Nacional francesa, después de la Revolución del XVIII, respecto a la presidencia de la misma. A la derecha, se sentaban los que tenían posturas más conservadoras, y a la izquierda, los defensores de las ideas ilustradas de la revolución. Desde entonces, la izquierda política ha representado valores como el reformismo, la igualdad, la solidaridad, el progresismo y la revolución. Y la derecha política representa los valores de la tradición, el orden, la identidad nacional, la religión, etcétera. Y agrega-: Todo eso en teoría, en la realidad hay notables diferencias y multitud de matices en ambos conceptos  –al chaval la última frase del reverendo le impulsa a seguir su naturaleza inquisitiva, lo que supone volver a preguntar.

   -¿Y cuáles son esas diferencias y matices entre las derechas y las izquierdas?

   -Entre otras, que no es fácil encontrar tanto partidos políticos como personas que sean estrictamente de izquierdas o de derechas. Y a propósito de esto, recuerdo que Ortega y Gasset, uno de los mejores filósofos españoles, escribió: Ser de izquierdas es como ser de derechas: una de las infinitas formas que tiene el hombre de ser imbécil -La carita del muchacho lo dice todo, se ha quedado in albis. El vicario, que se ha dado cuenta de la confusión del chico, se esfuerza en clarificarlo-. Para que lo entiendas: en la actual situación  española, se puede decir que son de derechas los que están a favor de que siga el Rey y los gobiernos monárquicos. Y son de izquierdas los que prefieren que haya una república. ¿Lo has pillado?

   En el ámbito doméstico, los Clavijo, se esfuerzan para ahorrar, por una parte, y para recabar más ingresos, por otra. En el plano ahorrativo, Elvira dice adiós a la familia. Los que más lo sienten son los chavales, pues todos están muy encariñados con la muchacha que ha sido quién les ha cuidado mientras madre ha estado embarazada. En el de obtener más ingresos, las gestiones de padre para conseguir que le aumenten el sueldo han fracasado. Solamente Les Hostaleres han accedido a subirle una peseta por cada sesión de cine, lo que supone unas 16 pesetas más de ingresos al mes. Poca cosa. En la LUTE se han negado a subirle el sueldo, alegando que no pueden saltarse el acuerdo-marco con la UGT, que es el sindicato dominante en la compañía. Como compensación, lo que le ofrecen es dejarle gratis la vivienda en la que residía el encargado de la Fábrica de la Llum, que así es como llaman en el pueblo a lo que queda de lo que, en su día, fue una pequeña central termoeléctrica propiedad de la LUTE, hoy totalmente desguazada. Y hasta han tenido el detalle de prometerle que pagarán parte de lo que cueste adecentar la casa. Padre ha dicho que se lo pensará.

   A lo largo de septiembre el llumero medita en si trasladarse o no a la Fábrica de la luz, a lo que madre se opone porque ahora viven en el centro y, si se van a vivir a la Fábrica, que está  en las afueras, será como si vivieran en una masía, y a estas alturas no está dispuesta a convertirse en una masovera. ¡Hasta ahí podíamos llegar!, se dice. Padre arguye que, si se van a la Fábrica, se ahorrarán el alquiler de la casa de la calle Horno, lo que a fin de año supone un buen dinero. Al final, se impone la voluntad del cabeza de familia que así mitiga su frustración de no haber logrado el aumento de sueldo que pidió. La resolución paterna no solo disgusta a madre, también a los niños, pues la calle Horno es su cancha de juego donde pasan casi tantas horas como lo hacen en la escuela. A los chicos les pasa lo que a madre, para ellos irse a vivir a la Fábrica es como ir a otro mundo, porque la antigua térmica es el último edificio de la calle San Antonio, a partir de ella se extiende el campo y vivir allí será como si lo hicieran en un mas. Por lo que igual terminan llamándoles masoveros, calificación que en el pueblo equivale a patán rústico.

    Tomada la decisión de cambiar de domicilio, madre indica a los chiquillos que deben despedirse de sus vecinos con los que han convivido desde su nacimiento. Los chicos, capitaneados por el Tete, comienzan a decir adiós a los moradores de los números impares. Primero se despiden de Finita Aragó y de su madre que viven en el número 1. Del viejo matrimonio Bellés, que vive en el 3, no lo hacen, pues desarrollan su vida por la puerta que da a la calle del Mar y apenas si los han tratado. Si lo hacen de la tía Felicidad y el tío Joaquín, que es el motorista del Pou de les Burgaletes que surte de agua al ferrocarril, y que son sus vecinos del 7; así como del tío Magín, el sastre, y de su mujer, la tía María, que viven en el 9; y de Vicente Vidal, el barbero, que vive en el 11. En los números pares: la primera casa, la número 2, es la puerta trasera de la farmacia de Gauchía del que no se despiden pues les impone. Dicen adiós a la familia del tío Meme, que vive en el 4, padre de Fina, la amiga de Charito. En el 6, se despiden del cafeter Agustín el Meme, su mujer Teresa Lapica y su hijo Agustín. En el 8, puerta del jardín de la señorita Cristina, no se atreven a entrar porque también les impone y, en el 10, en la taberna del tío Daniel de Caguerri, solo se despiden de su lisiada hija Rosa. La rúa del Horno desemboca en la calle Sant Cristofòl y las viviendas que dan a Horno están a un tiro de piedra de casa de los Clavijo, sin embargo no se hacen con su moradores, por lo que no se despiden del tío Tomás de Caburdo y su familia, de la numerosa prole de los Betoret, de los Monero, del tío Pau el comerciante, pero Rosario si lo hace de la señora Sènta la Llansòla, pues es mujer a la que admira, pese a que está malcasada.

  Los chiquillos de los Clavijo ya conocen la Fábrica, pues padre la usa como almacén de material y repuestos, pero hasta hoy no la habían mirado con los ojos de los que van a vivir allí. La finca, en la que está asentada la antigua central térmica, debe de tener unos 5000 metros cuadrados y se ubica en un pequeño montículo. La mayor parte de su perímetro está delimitado por un murete de piedra seca coronado por una valla de alambre de espino. La finca linda al norte con una huerta del tío Manuel el Blanco. Al este con el Cami de la Torre. Al sur con un campo de almendros del tío Manuel Vinuesa. Y al oeste, cerrada por un grueso muro de mampostería, con la calle San Antonio que, a su vez, forma parte de la carretera nacional Valencia-Barcelona.  

   Se accede a la misma por una gran puerta de doble hoja hecha con barrotes de hierro que da a San Antonio. A la izquierda de la puerta está el buzón. En el lado norte del recinto hay cuatro bancales escalonados, en los que los antiguos residentes cultivaban hortalizas y algo de cereal. En el sudeste hay un gran corral  rectangular cercado en tres de sus lados por un murete de mampostería, y en la zona de poniente por una valla de tela metálica. En el que se criaban gallinas, conejos, algún animal de carga y quizá cerdos, pues cuenta con dos cuadras y dos cochiqueras. Entre el corral y la vivienda de la finca hay una balsa, casi tan grande como una piscina olímpica, que se llenaba con el agua proporcionada por el pozo existente en la central. En el lado oeste, el que da a San Antonio, está la casa que habitaba el encargado de la térmica. Es una vivienda de una planta que tiene un pasillo con puertas a su izquierda. Tras un corto tramo que hace de recibidor, la primera puerta da al salón-comedor que cuenta con un llar y una cocina tan estrecha que solo cabe una persona. La segunda es la que será la habitación del primogénito y que posee la particularidad de tener una trampilla en el suelo que da paso a un subterráneo de varios metros de largo que hasta tiene instalación eléctrica y que fascina a los muchachos. La tercera puerta da a la que será el dormitorio de Charito y, la cuarta y más amplia, la que será la alcoba de los padres. Todas las habitaciones tienen amplios ventanales orientados a levante. En el fondo del pasillo está el cuarto de baño y la ducha. Dado que Pedrito y Chimet no tienen habitación, padre, ocupando parte del espacio de lo que es el almacén, construye un nuevo cuarto en la parte derecha del pasillo, que será la alcoba de los dos pequeños, y que tiene la peculiaridad de que parte del suelo está construido sobre la boca del pozo de la térmica.

   En el lado oeste del caserón está lo que era el asentamiento principal de la central en el que, salvo un cuartito que será el despacho de padre, lo demás se usa como almacén. Adosada al edificio hay una torre de dos plantas, en la superior se ubican los transformadores encargados de reducir la tensión de la energía eléctrica que llega del tendido de Cabanes. Junto a la torre hay una cisterna con fama de tener un agua muy fresca.

   Sorprendentemente, los niños descubren que la Fábrica es un escenario ideal para sus juegos: tiene dos pequeños cañaverales que les surten de cañas para convertirlas en lanzas, espadas, flechas…; tres grandes calderas de hierro de la antigua central que les sirven de cabañas, barcos o grutas; varios frondosos árboles, como la higuera napolitana que hay en el centro del corral o el altísimo almendro que se yergue en uno de los bancales, árboles a los que pueden trepar; la balsa en la que pueden nadar y mucho espacio donde jugar, correr y esconderse.

   En cuanto la familia se ha acostumbrado, recorrer la calle San Antonio para llegar a la Fábrica ha dejado de parecerles una gran distancia. Lo único que fastidia al primogénito es que, en los días que hace calor al atardecer y después de cenar, la gente tiene la costumbre de sacar unas sillas a la puerta de casa para tomar el fresco. Y la cortesía exige que al pasar se les salude con el clásico bona nit, algo que no le gusta nada, como buen introvertido.

   La Fábrica se ha convertido en el nuevo hogar de los Clavijo, en el que todos parecen sentirse como peces en el agua. Madre, que es la única que piensa en el futuro, tiene una reserva sobre la nueva casa: ¿Y cuándo Zacarías se jubile podremos seguir viviendo aquí?, la pregunta viene dada porque no tienen casa en propiedad.

 

PD.- El próximo martes publicaré el episodio 19, de la novela  El masover”, titulado: Mujercitas de papel