Estos días he descubierto un error en el
guion de mi nueva novela que me va a retrasar la escritura de la misma. Como he
dicho en anteriores posts, mi próxima narración va a ser una historia basada en
hechos reales. Y los hechos que ocurrieron en la realidad no deben de
tergiversarse, han de ser auténticos y para ello hay que documentarse. Pues
bien, parte de la documentación en la que bebo para mi nueva obra la dejé en
Madrid y esa ha sido la causa del error. Fallo que básicamente ha consistido en
que recordé mal las fechas en que iniciaron su noviazgo los padres progenitores
de la familia que voy a novelar. Y al fijar mal ese dato, los demás que le han
seguido también estaban fuera de lugar. Es decir, que ha ocurrido un fallo en
cascada que me ha obligado a detener mi escritura y reclamar urgentemente los
documentos que dejé en mi casa madrileña del castizo distrito de Chamberí, casi,
casi en la misma frontera con el distrito de Moncloa-Aravaca.
Mientras llegan los documentos solicitados,
estoy rehaciendo la parte del guion que creía tener acabado, pero que ahora he
de volver a reescribir. Confieso que me dio una enorme rabia cuando descubrí el
fallo, pero como digo en el título de este post un error descubierto a tiempo
es lo menos malo que te puede pasar.