- Agustín, el acuerdo con la gente de BACHSA está muy encaminado, casi
con plena seguridad van a llevar adelante el proyecto de urbanizar la costa, lo
que te coloca en una posición clave. Vamos a reforzar tu oficina con más
personal. Las grandes cifras en lo que respecta a la financiación vamos a
gestionarlas desde la central, pero en todo lo concerniente a los préstamos a
pequeños proveedores, a cuentas de crédito a los subcontratistas locales y,
especialmente, en lo referente al negocio hipotecario lo vas a manejar tú y
tendrás un amplio margen de maniobra.
- Gracias por la confianza, Gaspar. Puedes estar seguro de que no os voy
a defraudar, ni al consejo de administración ni, particularmente, a ti.
- No lo dudo, ahora bien, en esta operación hay algo que quiero que te
quede bien claro. Tengo plena confianza en tu capacidad y sé que lo harás bien,
pero si en algún momento ves que el volumen del negocio supera tus fuerzas
espero de tu probada lealtad que me lo hagas saber.
- Gaspar, estoy convencido de que voy a poder gestionar el asunto de la
mejor forma posible.
- Cuento con ello, pero insisto, si la magnitud de la operación llegara
a desbordarte, no dudes ni un segundo en planteármelo. Te buscaría un nuevo
puesto en la central con más categoría profesional y mejor sueldo. Te digo esto
para que estés tranquilo al saber que en todo momento vas a tener las espaldas
cubiertas. Es mucho lo que la caja va a invertir en la operación y pretendemos
que todos los actores, principales o secundarios, que participéis de manera
activa en el proyecto sepáis que la dirección os va a respaldar.
De camino a Senillar, Badenes
no deja de pensar en la reunión mantenida con su nuevo jefe mientras una
sonrisa maquiavélica se dibuja en su boca. Parece como si Moltó se hubiese
olvidado de que quien comenzó a tirar del hilo de la cometa del proyecto
urbanizador fue él. No le ha parecido oportuno recordárselo, así como tampoco
le ha dicho que él no estudió en una universidad norteamericana, pero que en el
seminario le enseñaron que para obrar con provecho no hay que dar puntada sin
hilo y que la caridad bien entendida empieza por uno mismo.
En cuanto llega al pueblo le
falta tiempo para llamar a José Ramón Arbós y Amador Garcés; son las personas
que, desde el primer día, ha elegido como futuros socios y, en cierto modo,
hombres de paja para llevar a la práctica la trama que ha diseñado para
quedarse con una porción del pastel que se está cocinando. Cuando se juntan los
tres en la suite de un hotel de Benialcaide, y sin apenas preámbulos, Badenes
les pone en antecedentes:
- Hay muchas probabilidades de que una gran empresa constructora urbanice
buena parte de la costa del pueblo. Incluso, si las cosas fueran bien, hasta
piensan construir algo especial en el marjal. Os lo cuento porque ésta va a ser
una ocasión única para ganar millones a espuertas. Los empresarios en cuestión
van a necesitar a gente de aquí que les sirva de puente para acceder a los del
Ayuntamiento, así como para que actúen de intermediarios y agentes de la
propiedad inmobiliaria en la compra de terrenos y en la posterior venta de
apartamentos – Antes de facilitar más
detalles, Badenes formula una pregunta cuya respuesta ya conoce, pero que en
todo caso plantea - ¿Os interesaría participar en el negocio?
Arbós y Garcés casi se quitan
la palabra en su prisa por contestar. Como suele ocurrir entre ellos, es Amador
quien cede la palabra a José Ramón.
- Naturalmente que sí, Agustín, y te agradecemos sinceramente que hayas
pensado en nosotros. Creo que puedo asegurarte en nombre de los dos que nos
tienes a tu entera disposición.
- Estoy totalmente de acuerdo con lo dicho por José Ramón y añado –
remacha Garcés – que es algo que no olvidaremos y que, en su momento, sabremos
agradecerte.
- Luego hablaremos de agradecimientos. De momento vamos a dejar algunas
cuestiones muy claritas. Lo que os voy a proponer no es negociable, o aceptáis
el paquete entero o lo dejamos correr. En el negocio que os ofrezco, vosotros
seréis los que daréis la cara, yo no puedo aparecer como involucrado por mi
posición como empleado de la caja. Las decisiones a adoptar en el transcurso de
la operación las tomaremos los tres, pero sólo yo tendré capacidad de veto si
alguna propuesta no me parece correcta, algo que espero que no ocurra. Ah, y
otra cuestión, también os pido discreción. De lo que hablemos aquí hoy, o en el
futuro, no debéis contar una sola palabra. ¿De acuerdo?
Arbós y Garcés asienten al
unísono sin mirarse siquiera.
Una vez obtenido el
asentimiento de sus interlocutores, el bancario prosigue con sus explicaciones:
- Pasemos al operativo. Lo primero a llevar a cabo es que habrá que activar
ARBOGAR para convertirla en el centro gestor de la compra de terrenos. Eso en
principio, en una segunda fase tendrá más actividades. Hay algo más, para
afrontar con solvencia el volumen de negocio que tendrá que manejar la empresa
resulta de todo punto imprescindible que llevéis a cabo una ampliación de
capital – Sin dar tiempo a que intervengan sus interlocutores, Badenes les
tranquiliza-. No os preocupéis, la ampliación técnicamente no os costará un
duro, pues la práctica totalidad la suscribiré yo por medio de persona
interpuesta, seguramente será un primo de
mi mujer. Por supuesto, la ampliación de capital la realizaréis sin dar un
cuarto al pregonero. ¿Algún problema al respecto?
Tanto Arbós como Garcés, tras
cruzar una rápida mirada, se apresuran a asentir. Badenes prosigue su
explicación:
- Como una de las primeras actuaciones que realizará la nueva ARBOGAR
será la compra de terrenos, tenéis que fichar a un equipo de gente de plena
confianza para que, en cuanto me confirmen que la caja y los promotores han
cerrado el acuerdo, se pongan a comprar fincas lo más cercanas al mar. Al
principio los corredores contarán que compran para unos empresarios cerámicos
de Villarreal que adquieren la tierra para plantar nuevos huertos de naranjos
como medio de desgravar impuestos. Es posible que no todos se lo traguen, pero
servirá para los primeros días, luego habrá que contar la verdad.
¿Hasta aquí me seguís?
Garcés vuelve a cabecear
asintiendo, en cambio Arbós parece no tenerlo tan claro. Los ricos siempre
suelen tener miedo de dejar de serlo, por eso son tan cuidadosos con sus
dineros.
- ¿Y qué pasa si la operación sale mal o si la caja y los promotores
rompen su acuerdo? ¿Y si los de la constructora no quieren quedarse con los
terrenos comprados? ¿Qué haríamos entonces con ellos?
- José Ramón, tus preguntas me parecen muy apropiadas, pero tranquilo
que tengo respuestas para todas. Vais a comprar fincas, no con vuestro dinero
sino con el que la caja prestará a los constructores, por tanto todas las
operaciones que hagamos van a estar totalmente aseguradas, aun en el supuesto,
harto improbable, de que la caja y los empresarios rompieran sus acuerdos.
- ¿Entonces…? – Arbós aún muestra una última reticencia.
- Entonces, José Ramón, este negocio es tan seguro como si lo avalara el
Banco de España. Ahora bien, si tienes la más mínima duda, no hay problema,
buscaré otros socios…
Quien se apresura a intervenir
es Amador Garcés que, a la par que fulmina a su socio con la mirada, asegura:
- No es necesario que busques a nadie, Agustín. Nos tienes a nosotros
para cuanto quieras. Las dudas expresadas por José Ramón debes entenderlas como
más retóricas que otra cosa. En otras palabras, no busques a nadie, somos tus
hombres. ¿No es así, socio?
- Claro que sí. Tus explicaciones, Agustín, me han convencido – asegura
Arbós.
- No esperaba otra respuesta de vosotros. Y os prometo una cosa: aquí se
va a hornear una tarta espléndida y nosotros vamos a reclamar una porción y, tanto
si quieren como si no, nuestra parte no nos la va a quitar nadie.