martes, 7 de enero de 2025

1. Zacarías, Sacaríes, Zaquita, Sacarietes, Zaca, Tete (*)

 

   De todas esas maneras llaman al protagonista de esta historia. No es que sea alguien relevante, pues es un niño que, al final del invierno de 1930 –cuando arranca la narración-, está a punto de cumplir diez años, pero en la comarca castellonense de la Plana Alta es habitual ser conocido por más de un apelativo, al menos el de la pila bautismal y el mote familiar.

   En el caso de nuestro personaje, Zacarías es el nombre que figura en el acta de bautismo, y así le llaman sus maestros y su padre. Sacaríes -la versión valenciana del patronímico- es como generalmente se le conoce en su pueblo –Torreblanca- donde el valenciano es la lengua dominante. Zaquita le llaman su madre y sus tías. Sacarietes, es la forma cariñosa que usan muchas personas mayores que le conocen desde siempre y el que se da a sí mismo en sus soliloquios. Zaca le denominan sus amigos, y es la versión que menos le disgusta. Y Tete le llaman sus dos hermanos: Charito, de ocho años, y Pedrito, de cinco.

   ¿Qué supone que Zaca sea la forma que menos le disgusta? Mejor es decirlo cuanto antes. Supone que al muchacho le horroriza su patronímico, le parece un nombre que suena a antiguo, poco usual –por mucho que la gente culta le recuerde que es un nombre bíblico- y feo de remate. A él le hubiese encantado tener un nombre corriente, de los que hay a patadas: Pepe, Juan, Paco, Manolo, Antonio…, cualquiera menos el que tiene, pero sabe que no le queda otra que apechugar con él.    

   El enojo con su nombre es algo que el chico guarda muy en secreto, ni sus amigos lo saben, ni siquiera su madre, la cual le contó que ella hubiese preferido que le pusieran el nombre de su abuelo materno, Joaquín, incluso no le habría parecido mal que le llamaran como a su otro abuelo, Pedro, y hasta sugirió que le bautizaran con el nombre del santo del día en que nació, Julio, pero no hubo forma de doblegar la voluntad del padre, que se empecinó en que le bautizaran con ese nombre porque también es el suyo. Y será una cruz que tendrá que llevar lo que le queda de vida.

    El 12 1de abril de 1930 el chico cumplirá diez años. Físicamente, es de corta estatura, como de uno sesenta y poco, aunque por su edad se espera que crezca pero, dada la talla de sus progenitores, no es probable que lo haga mucho más. Tiene la osamenta fina y la musculatura delgada porque, aparte de la genética, es un fetiller. Así llaman en el pueblo a los inapetentes, y él lo es en grado sumo. Sentarse a comer es uno de los momentos más ingratos del día; madre se pasa las comidas instándole a que coma aprisa, padre le amenaza con que va a probar su cinturón –amenaza que no suele cumplir- y lo que más le chincha es que su hermana Charito, que zampa como una lima, suele ofrecerse para ayudarle a comer. Es posible que su anorexia influya en que no hay epidemia que no pille: ha pasado la viruela y el sarampión, pesca todas las gripes y se acatarra con frecuencia. Es un niño enfermizo.

   Tiene el pelo -que peina con raya- negro como un tizón. La carita ovalada, la frente relativamente ancha, cejas y pestañas del color del pelo, nariz recta, ojos pequeños, tristones y de un marrón oscuro, nariz recta, boca generosa, labios gruesos y barbilla voluntariosa. No es que sea un feo de manual, pero tampoco podemos decir que sea atractivo. Desprende un aire un tanto taciturno y melancólico.

  Posee un carácter que podría calificarse de poliédrico, pues tiene muchas aristas como todos los retraídos. Tiene complejo de bajito, lo es; de feucho, lo es; de ser una nulidad física, lo es; de vergonzoso, lo es, y de ser muy torpe en las relaciones sociales, lo es. Quizás sea demasiado serio para su edad, excesivamente  introvertido, algo apocado, un tanto romántico y más bien egoísta. Una de sus tías, que lo tiene calado, dice de él que es un libro cerrado.

   También tiene cualidades, en parte como medio de compensar sus carencias. Es reflexivo, voluntarioso, metódico, tenaz y con una curiosidad insaciable. Su gran pasión es la lectura, lee todo tipo de libros, tebeos, periódicos, revistas y hasta panfletos publicitarios. Su nula condición física unida a su afición lectora le ha llevado a ser el clásico empollón, ya que en el ámbito del estudio es donde se siente cómodo y donde destaca sobre los otros muchachos.

   Posiblemente, por lo esmirriado de su cuerpo es una nulidad en todo lo relativo a la actividad física y eso le lastra en una sociedad rural en la que se espera de todo varón que corra como un guepardo, salte como una pantera y tenga la fuerza de un león. Su autoestima sufre cuando, en los partidillos de los recreos escolares, los capitanes de los equipos que se enfrentan eligen sus jugadores, y él es uno de los últimos en ser elegido, y sospecha que cuando le seleccionan es más por su buena fama académica que por sus dotes futbolísticas.

   Lo de su desgana y flaqueza han originado que una de las primas de su madre, la tía Emilia, que es maestra nacional en San Mateo -un pueblo del Maestrazgo-, algunos cursos se lo ha llevado con ella y con la tía Angelita -que hace de ama de casa-, con la aspiración de que, como el agua de allí es muy fuerte, se le abra el apetito. Vano intento, Zaca vuelve de Sant Mateu tan fetiller como se fue. La tía Angelita se pasa las comidas como su madre, achuchándole para que coma aprisa, afanya´t le repite, lo que surte tan nulo efecto como el aprisa materno. El continuo uso de esa voz valenciana fue la causa de una anécdota chusca. Los vecinos del piso de la tía Emilia son una familia cordobesa cuyo padre es molinero y, al ser casi palabras homófonas, confunden afanya´t con Azaña. Un día que la pareja de la Guardia Civil apuró al molinero con los permisos de la molienda, el cordobés, tratando de congraciarse, le contó al cabo que la maestra vecina debía de ser muy de izquierdas porque ella y su prima se pasaban las comidas gritando a un niño que vive con ambas: Asaña, Asaña, Asaña, repite con el seseo propio de su tierra. A lo que el uniformado replicó:

   -Si se está refiriendo a doña Emilia, tiene de izquierdas lo que yo de fraile. Y me consta por tres razones: la conozco desde hace años, es de la congregación de Hijas de María y, sobre todo, porque es hija del Cuerpo, su padre era guardia civil.

   Zaca guarda un recuerdo imborrable de esos inviernos en San Mateo, porque en el último de ellos, con ocho años, encontró su primer amor o, al menos, eso creía. Fue todo un flechazo. Llegó una nueva maestra al pueblo, doña Mercedes, y fue verla y ¡zas! se prendó de la janenca, pues su idolatrada es oriunda de La Jana un pueblecito cercano a Sant Mateu. Ese amor, flor de un día, siempre lo ocultó, pero su corazoncito latía más aprisa al recordarla hasta que, con la tardía llegada de la sexualidad, la idílica imagen de doña Mercedes se fue desvaneciendo hasta convertirse en un pálido recuerdo.

   Los apellidos de Zaca son Clavijo y Alsina. Del primero, de ascendencia turolense, está el chico orgulloso porque es único en el pueblo, no hay más Clavijos que su padre, sus hermanos y él. Del segundo también está satisfecho, pues como le contó el médico de su familia, con fama de erudito, Alsina es un nombre griego femenino que significa "de Alcina" y "fuertemente de voluntad"; y además, porque le suena muy diferente de los apellidos acabados en ez tan abundantes en lengua castellana.

   A propósito de los varios nombres conque el muchacho es llamado, su hermano chico tiene una pregunta que formularle.

  -Tete, siempre quiero preguntarte una cosa y me se olvida.

   -Se dice se me olvida –le corrige Zaca, tan pedante como suele-.Los pronombres… -El muchacho no sigue con su explicación, se da cuenta que Pedrito es pequeño para entenderla, por lo que cambia de discurso- ¿Qué quieres preguntarme?

-¿Por qué tienes tantos nombres? Padre te llama Zacarías; madre, Zaquita; Elvira, Sacarietes; la gente del pueblo Sacaríes y tus amigos, Zaca. Ah, y yo y Charito te llamamos Tete.  A mí solo me dicen Pedrito. ¿Por qué te llaman de tantas maneras?

-No sabría decirte. Sí puedo aclararte que lo de Tete en el pueblo se lo dicen a los hermanos mayores.

-Al hermano que es el mayor de todos, ¿no?

-En unas familias se lo dicen solo al primogénito y en otras, como la nuestra, a todos los hermanos mayores. Te recuerdo que tú llamas Teta a Charito y no es la primogénita.

Es oír eso y al chiquillo se le pone cara de expectación.

-Entonces, entonces…., ¿si tuviéramos hermanos pequeños me llamarían Tete?

-Posiblemente.

-¿Crees que si se lo pido, padres comprarán otro?

-¿Qué tienen que comprar?

-Otro hermanito. Así tendré alguien que me llamará Tete y ya no seré sólo Pedrito.

 

   (*) En adelante, jugaremos con todos los nombres que se dan al protagonista pero, por aquello de la economía lingüística, el apelativo que más usaremos será el de Zaca. Tampoco es cuestión de exasperar más al personaje llamándole con los otros nombres que tanto le disgustan.

 

PD.- El próximo martes publicaré el episodio 2, de la novela <<El masover>>, titulado: El crío será futbolista