Al volver de entrevistarse con Pacheco y
Sierra, Grandal deja en Torrenostra a Ponte y, sin saludar al resto de sus
amigos, se vuelve a Marina d´Or. Necesita estar solo para poner sus pensamientos
en orden. Ha de analizar detenidamente todo cuanto sabe sobre la muerte de
Curro Salazar y encajar las piezas de las que dispone hasta que el rompecabezas
esté completo. Aunque lo prioritario es dirimir lo que incluya y lo que no en
el informe para Bellido que, íntegro o con algún detalle más, terminará en la
mesa de la jueza del Valle. De momento, no debería revelar que habló con
Pacheco y Sierra, pero si ha de informar que ambos estuvieron en la habitación
del gaditano la tarde de autos. El mayor problema lo tiene con la esposa de
Pacheco, ¿qué hacer con ella? Tras darle muchas vueltas opta por decir que
testigos fiables, por el momento sin dar nombres, vieron a ambos andaluces en
el entorno del hostal. Espera que el exdirector de IDEA declare ante la jueza lo
mismo que le contó a él, y que Pacheco no tenga más remedio que confesar que
fue su riña con Salazar la que desencadenó el proceso que unas horas más tarde
terminaría con la vida del antiguo sindicalista. Cuando lo tiene todo ahormado
en su mente teclea el informe y llama al sargento.
-Bellido,
tengo el informe de mis últimas investigaciones relativas al caso Pradera. Es
urgente que lo leas y se lo remitas cuanto antes a la jueza. Estoy en mi
apartamento de Marina d´Or, ¿puedes venir a por él o enviar a un guardia a que
lo recoja?
-Gracias,
comisario, lo haré personalmente, ¿pero no será mejor que nos veamos?
-Bien, en
media hora en el lugar habitual.
Puntual como un bancario de la City, llega
el sargento a la cafetería en la que se reúnen. Grandal le está esperando.
-Aquí me
tiene, comisario.
-Creo que
este es el último informe que te entrego. Con él se termina mi participación en
el caso Pradera. Gracias a tu amable invitación este mes me lo he pasado en
grande.
-El
agradecido soy yo, don Jacinto –Posiblemente, sea la primera vez que el
suboficial no llama comisario a Grandal-. Gracias a su talento y maestría he
podido presentar a la Juez Instructora unos minuciosos informes que revelarán
lo que pasó en la habitación 16 de los Prados el día de La Asunción, ¿por qué
ya no falta nada para completar el puzle, verdad?
-Faltan dos
piezas que no están en mi mano conseguirlas. La declaración de Grigol Pakelia
es una, la otra es el informe final del laboratorio de toxicología sobre esos
restos de raticida del que hablaban en su primera entrega.
-Sobre la
localización e identificación de Pakelia se están encargando los compañeros de
la comandancia de Málaga. La última información es que siguen su rastro, pero
parece que les lleva un paso por delante. Han tenido soplos de que se le ha
visto en distintos lugares de la Costa del Sol, pero cuando llega nuestra gente
ya se ha largado. Creo que no va a ser fácil echarle el guante. En cuanto al
laboratorio de toxicología se espera que los resultados completos estén ultimados
mañana o pasado lo más tarde.
-No sé si me
dará tiempo a conocerlos, me vuelvo a Madrid pasado mañana.
-Para eso
están los teléfonos e internet. Aunque no esté aquí le prometo que le mantendré
informado… ¿Me permite hacerle una última pregunta? –Ante el asentimiento de
Grandal, el sargento la formula-. En definitiva, ¿quién asesinó a Curro?
El excomisario no responde de inmediato, se
toma su tiempo.
-No estoy
muy seguro si se puede hablar de asesinato, al menos hasta que no conozcamos
esas dos informaciones que antes he mencionado. Lo que se puede asegurar es que
la muerte de Curro Salazar se produjo por un encadenamiento de hechos que por
sí solos probablemente no hubiesen sido suficientes para acabar con su vida,
pero que el sumatorio de todos ellos desencadenó un proceso que terminó con el
fatal desenlace. Algo así como que entre todos lo mataron y él solito se murió.
La cara del sargento es todo un poema, una
mezcla entre desconcierto, incredulidad y desazón.
-Entonces… ¿eso
qué quiere decir?, ¿qué hubo varios asesinos o que al final murió por causas
naturales?
-Es
complicado concretarlo, Bellido. Este caso es como una de esas pinturas
modernas no figurativas que permiten que el cuadro se pueda interpretar de muy
diferentes maneras. También podríamos decir que es una pintura en la que nada
es lo que parece.
-Para serle
sincero, comisario, le confieso que no soy capaz de seguirle.
-No me
extraña, Bellido, también yo estoy confuso. Entre tanto abstraccionismo también
me pierdo. Todavía tengo que darle muchas más vueltas al caso hasta que
reordene el puzle, pues creo que hay piezas que las he ubicado en un sitio que
no les corresponden. Ahora lo que has de hacer, pues corre prisa, es mandar el
informe a la Juez Instructora y te prometo que antes de irme tendremos una
última reunión en la que te contaré las conclusiones a las que he llegado, si
es que he conseguido descifrar el enigma de la muerte de Salazar. Y lo siento,
Bellido, pero tengo una cita inaplazable. Nos volveremos a ver.
La cita inaplazable de Grandal es con Chelo.
Como es el último domingo de agosto le ha prometido a su novia salir a comer
fuera. Ni siquiera ha tenido tiempo de reservar mesa, espera que Chelo lo haya
hecho, sabe que le encanta hacer esas cosas por él. Se ha preguntado muchas
veces como es posible que con la escasa formación que recibió Chelo, que no
pasó de la escuela primaria de su pueblo, se maneje relativamente bien
navegando por la red. Como si le hubiera leído el pensamiento, es lo primero
que la mujer le pregunta.
-¿A qué no
te has acordado de reservar?
-Eres bruja,
me lees el pensamiento hasta a distancia. Viniendo hacia acá es lo que pensaba,
pero déjame adivinarlo… ¿a qué lo has hecho tú? –pregunta con una sonrisa.
-Eres un
pícaro y un vago. Igual te has acordado, pero has pensado que como lo haría yo,
¿para qué molestarse? ¡Ay, los hombres!, que poco detallistas sois.
-Palabrita
del patrón de los policías que no me acordé. He tenido una mañana de lo más
movida –y sucintamente, y sin entrar en detalles, le cuenta todas las gestiones
que ha realizado a lo largo de la mañana.
-Bueno,
basta de palabrería porque vamos a comer a las tantas. Para cambiar de tanto
mar, he reservado mesa a las tres en el Mas de Roures. Es una masía que está en
la Vall d´Alba, un pueblo del interior que se encuentra a unos veintiocho
quilómetros.
A Grandal maldita la gracia que le hace
volver a meterse en el coche, pero después de las molestias que se ha tomado
Chelo es incapaz de contradecirla. En cuanto pone los datos en el GPS la voz
robotizada del aparato le informa que ha de salir a la nacional 340 y a un
kilómetro y medio coger a la izquierda el Camino de les Foyes, y tras cruzar la
CV-10 le conducirá hasta la Vall d´Alba. Luego han de atravesar el pueblo para
tomar la CV-156 que les dejará en el Mas de Roures. El Camino de les Foyes
tiene un principio aceptable, pero luego se transforma en una vía
tercermundista. Afortunadamente, tras llegar a la CV-10 el camino tiene un
pavimento algo menos malo.
El restorán, que también funciona como casa
rústica, está ubicado en una masía formada por varios edificios. El salón es
pequeño y encima está abarrotado. Grandal piensa que para ese viaje no hacían
falta alforjas, pero una vez más calla y pone buena cara. Resulta que Chelo al
hacer la reserva hasta encargó el plato que quiere probar: cabritillo al horno,
dado que su adecuada cocción requiere de al menos tres horas.
-¿Qué vas a
pedir? –quiere saber Chelo al ver que su novio mira la carta con desgana-. Uno
de los platos que más fama tiene aquí es el conejo a la brasa con alioli.
-¿El alioli
no será demasiado fuerte?
-No, creo
que el que sirven está rebajado, será más una mayonesa que un verdadero alioli.
-¿En qué se diferencian
el alioli y la mayonesa? –pregunta Grandal a quien le importa una higa la
cocina sea alta, baja o nouvelle. De
lo que se trata es de tener un tema intrascendente del que charlar.
Chelo, a quien si le apasiona la cocina y
por eso lo que más ve en la televisión son los programas de cocineros y los concursos
de Masterchef, se lanza a explicarle que el alioli, que en valenciano significa
ajo y aceite, es una salsa típica mediterránea y está formada por la emulsión
de aceite de oliva y ajo. Se prepara machacando mucho los ajos, para sacarles
el jugo ya que es eso lo que liga con el aceite. Luego hay que ir añadiendo el
aceite, casi gota a gota para que no se corte, a la vez que la masa se va
removiendo con el mazo del mortero. Para suavizarlo se le puede añadir una yema
de huevo crudo. En cambio, la mayonesa o mahonesa se prepara cascando un huevo
en un vaso batidor, se agrega un chorrito de vinagre, sal y una buena cantidad
de aceite, se introduce el brazo de la batidora hasta el fondo y se tritura sin
levantar el aparato hasta que la mezcla emulsione.
-O sea, que
son dos emulsiones diferenciadas en que en una hay ajo y en la otra no –resume
Grandal.
-Pero que
listo es mi rey –Y como se ha acercado la camarera, Chelo hace la comanda-.
Encargué cabritillo al horno y el señor tomará conejo a la brasa con alioli.
Jacin, ¿por qué no elijes tú los entrantes?
Después de almorzar, cogen el coche para
volver a Marina d´Or, pero Chelo todavía tiene otra propuesta que también ha
descubierto en la red cuando buscó el restorán.
-¿Te
gustaría ver un arco de cuando los romanos? Nos viene de paso.
-¿Un arco
romano?, ¿y dónde está?
-Es un arco
de triunfo romano construido en el siglo II después de Cristo. Está en un sitio
llamado el Pla del Arc, a unos dos kilómetros y medio de un pueblo que se llama
Cabanes, junto a la antigua Vía Augusta y la actual carretera CV-157. Lo he
leído en internet –explica Chelo, toda ufana.
-¡Hay qué
ver la de cosas que sabes, nunca dejas de asombrarme! –la jalea Grandal, pero
realmente en lo que no deja de pensar es en la última pregunta de Bellido: En
definitiva, ¿quién asesinó a Curro?