Mientras, Julio da rienda suelta a su monumental enfado, vocifera, anda de un lado a otro y hasta suelta palabrotas ante la sorpresa de Jesús y Paca que son los presentes. Jesús le pregunta el porqué de su cólera.
-La desvergonzada de Pilar, que me la he encontrado apareándose como si fuese una yegua en celo con el mal nacido de Luis, ¡con un hombre casado y con hijos! Dios quiera que tu madre no se entere porque le iba a dar un soponcio. Y encima, la insolente de tu hermana me ha mandado callar y, por si faltaba poco, me ha echado de la farmacia. Esto es culpa de la relajación de las costumbres que trajo la República.
-Pero, papá, no sé si me acabo de creer lo que cuentas de Pilar. No creo que mi hermana se haya… -Jesús no encuentra la manera de expresarse-; bueno, que tenga algo que ver con Luis. Son buenos amigos, pero nada más.
Julio, algo más calmado, le cuenta a su hijo con detalle lo que ha visto en la rebotica.
-Y estaban enganchados como si fuesen dos perros callejeros. ¡Qué vergüenza para la familia! ¿Qué dirá la gente cuándo se entere?, vamos a ser el hazmerreír de toda la Gran Vía. Pero tu hermana no sabe con quién se juega los cuartos. Si cree que voy a permitir una conducta tan vergonzosa está muy equivocada. La voy a echar de casa y que vaya a hacer de puta por esas esquinas y no en una casa decente.
En esas que llega Eloísa de la perfumería. Antes de que entre en el comedor la detiene Paca.
-Niña, espera, no entres que tu padre está echando fuego por la boca, nunca le había visto tan cabreado –y Paca le cuenta lo que ha visto Julio en la rebotica-. Y no veas como se ha puesto, hasta ha llegado a decir que va a echar de casa a tu hermana, no te digo más. A ver si consigues calmarlo porque está dispuesto a hacer una barbaridad –y agrega algo que denota su carácter pragmático-. Si Pilar tiene que irse, nos quedaremos sin su título, entonces ¿quién se quedará al frente de la botica.
Eloísa capta al momento el sentido de la pregunta de la Gorda. Si se va Pilar, no van a poder seguir teniendo abierta la botica porque al frente ha de haber un licenciado en Farmacia…, y entonces ¿de qué van a vivir?
La guerra ha forjado en su yunque la unidad de los hermanos Carreño, una cohesión que parece indestructible, pero que el episodio de Pilar la pone en cuarentena, ¿será esa peripecia capaz de destruirla?
Ante el desaforado enfado de Julio por la conducta de la mayor de sus hijas, Eloísa, la más serena, tiene que hacerle recapacitar antes de que diga o haga algo irreparable.
-Papá, tenemos que hablar… sobre Pilar y sobre el futuro de todos.
Mientras Eloísa trata de calmar a su padre, en Palma Álvaro se enfrenta a una situación dramática. Su madre está muy mal y ninguno de los medicamentos que le ha recetado el médico han surtido efecto. No se lo piensa dos veces y la interna en el hospital de la Marina donde le hacen un paquete de pruebas diagnósticas. Al tiempo, hace algo que, como se ha restablecido la conexión telefónica con la península y no ha podido efectuar por estar embarcado, es urgente: llamar a Madrid para hablar con su padre y sus hermanos. El timbre del teléfono suena en la farmacia de Gran Vía, 56 y es Jesús quien atiende la llamada.
-Jesús, qué alegría oírte, qué ganas tengo de darte un abrazo. ¿Estáis todos bien?, ¿y papá y los hermanos? Aquí también estamos bien, salvo mamá que está un poco pocha, pero creo que en unos días se pondrá bien. Un besote de parte de ella y de los hermanos.
-Tato, ya era hora de que pudiéramos hablar. La de cosas que tendrás que contarnos, al igual que nosotros. Estamos todos bien, pero no te puedo pasar con nadie porque estoy solo en la farmacia. Dame el número donde podamos localizarte y por la noche te llamamos. Antes de que se me olvide, ¿sabes algo de Julián? La última carta que nos envió desde Valencia fue a mediados de febrero y desde entonces no hemos vuelto a saber de él. Tú tendrás más medios de enterarte dónde está. Oye, ¿y exactamente qué es lo que le pasa a mamá?
-Los médicos no se ponen de acuerdo, aunque espero que tras las pruebas que le están haciendo tendrán un diagnóstico preciso. En cuanto a Julián, esta noche me dais las señas de la última unidad en la que estuvo y haré las gestiones oportunas. Y ahora coge papel y lápiz y toma nota del número en el que podéis localizarme…
Jesús no se ha atrevido a decirle a su hermano que, desde el agarrón que Pilar tuvo con su padre, su hermana no ha vuelto a casa. Eloísa y Paca la estuvieron esperando hasta las tantas, pero las rindió el sueño sin que apareciese. Y es que la mayor de las hermanas Carreño prefirió no volver a enfrentarse a su padre, porque sabe que, como comenzara a desbarrar otra vez, le cantaría las verdades del barquero, lo que podría suponer la ruptura de los lazos familiares y quiere demasiado a los suyos para permitir que eso ocurra. Por eso le pidió a Luis que prefería pasar la noche con él. Aquella noche, la pareja habló largo y tendido.
-Luis, conozco a papá, y sé que lo que ha pasado no me lo va a perdonar. Lo mismo me echa de casa.
-No hará esa barbaridad.
-Cuando se le calientan los cascos no sabes de lo que es capaz. Y aunque no lo haga, tampoco voy a estar cómoda porque a estas horas ya debe de haber contado lo que ha visto a mis hermanos. Jesús y, sobre todo, Eloísa sé que lo van a entender, pero no se atreverán a enfrentarse con papá.
-Entonces, ¿qué hacemos? –Pilar le agradece mentalmente el plural de la pregunta. Sus problemas también son los de él.
-Lo primero que voy a hacer mañana es buscar un sitio donde quedarme, un hotel, una pensión o la casa de algún amigo o conocido que me acoja hasta que arregles lo de tu plaza de notaría y pueda irme contigo.
-De eso también te quería hablar, de hecho, esa era mi intención cuando he ido a verte, pero…, como dicen los curas, la carne es débil… y no he sabido contenerme. Algo de lo que estoy muy arrepentido, pero en fin…, a lo hecho, pecho. Verás, estoy poniendo al día mis papeles. Ayer pude hablar por teléfono con mi antiguo pasante de Chipiona, con el que me llevaba a partir un piñón, y que era, y sigue siendo, el jefe local de Falange, y le pedí que me remita por correo urgente un certificado de que yo era uno de los camaradas de la falange local de antes del 18 de julio, con lo que podré ser tipificado como camisa vieja que casi vale tanto como si fuese excombatiente.
-¿Y lo va a hacer?
-Al principio se mostró renuente, pues si llegase a saberse le podría costar la cárcel, pero, en cuanto le prometí que le iba a doblar el sueldo, cambió de parecer y dijo que era difícil, pero posible.
-Amor, eres un granuja, pero te adoro.
PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro IV, Las Guerras, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 80. Julia dice adiós