Al oír la propuesta de Bermejillo de que puede tener un trabajo en Santander, Julia, que últimamente está muy sensible, se emociona hasta el extremo de que casi se le saltan las lágrimas, no llora pero le da un fuerte abrazo al médico.
-Gracias de corazón, Guillermo, tenerte de amigo vale más que todo el oro que los rojos robaron del Banco de España… -Como Julia ha elevado algo el tono debido a la emoción, Bermejillo la regaña.
-Chist, no hables tan alto que pueden oírte. La mayoría del personal y de los pacientes piensan como nosotros, pero nunca se sabe quién puede estar escuchando. Si trabajas aquí tendrás que contenerte y no decir en voz alta lo que sientes. Anda, ven conmigo que te voy a presentar al gerente, le diré que estuviste de recepcionista en el Instituto de Investigaciones Médicas del doctor Jiménez Díaz, que aquí tiene mucho predicamento. Habla poco y sonríe mucho.
A fines de junio, cuando las tropas nacionales llegan al límite de Vizcaya con Burgos y Santander, los Carreño abandonan el pueblo. En Suances han sido felices y han pasado días duros, pero siguen unidos y vivos, lo que venga después, Dios dirá. Julia coge a sus hijos y sus escasas pertenencias y se marcha a Santander, huyendo de los presuntos peligros que supone la reactivación del Comité Antifascista local. En la capital cuenta con un empleo de recepcionista, y el problema de la casa lo ha resuelto gracias a un primo de su casero de Suances, que le ha ayudado a encontrar una casita en el barrio de pescadores. Aunque su trabajo apenas si les va a dar para subsistir, confía en que sus dos hijos mayores le ayuden a complementar los ingresos familiares y puedan vivir con cierta dignidad. Como siempre, procura ir un paso por delante de los acontecimientos, por lo que ahora se plantea, dado que los nacionales avanzan hacia Santander, ¿qué hacer, quedarse en la ciudad o ir a vivir a otro lugar? Porque es evidente que a Madrid no podrá volver mientras la capital continúe siendo republicana.
En Santander, las preocupaciones de Julia son organizar la casa, buscar trabajo para los mayores y darles algún quehacer a los más chicos para que no se pasen el día callejeando. Tiene suerte, una anciana clienta de la clínica necesita alguien que la cuide. Se trata de la esposa de uno de los asesinados, en diciembre del 36, que estaba preso en el Alfonso Pérez, el barco que se habilitó como prisión en la dársena de Maliaño, y Concha es una candidata ideal para atender a la viuda. En cuanto Andrés, se ha buscado la vida por su cuenta, repartirá leche de una vaquería de las afueras de la ciudad con un triciclo que acarrea dos cántaras de leche y tres medidas de dos, uno y medio litro; el joven se hace enseguida con el trabajo y va por las calles pregonando ¡Leche fresca, leche del día!. Ángela, haciendo de tripas corazón, se encarga de la casa y Froilán es recadero de un tendero de ultramarinos que se está forrando con el estraperlo.
En Madrid, a Luis Verdú le ha costado, pero ha terminado dando el paso, no ha podido aguantar más, se ha declarado a Pilar. Ha sido una declaración aparentemente muy racional y comedida, pero en el fondo ha estado trufada de pasión amorosa.
-Pilar, me dirás que soy un insensato y posiblemente aciertes, pero no puedo más, no puedo seguir aparentando que no soy más que uno de tus amigos porque eso no es cierto. Al menos, no es lo que siento. Estoy perdidamente enamorado de ti, te quiero con toda mi alma y si no te lo digo, reviento. Si no lo he hecho antes es porque hacerlo en mi situación no me parecía digno… -El murciano le habla con suma claridad: oficialmente no podrán ser novios porque los Carreño saben que está casado y tiene hijos, tampoco podrán casarse porque legalmente él ya lo está, lo único que podrán hacer será vivir amancebados, a él no le importa, pero sabe el amor que ella siente por su familia y que jamás les daría semejante disgusto…- En estos momentos no puede ofrecerte nada, ni un anillo ni un hogar ni un futuro, solo un amor tan grande que no me cabe en el pecho. No espero nada de ti, solo te pido, te ruego, te suplico que seas paciente conmigo… y con el tiempo. Esta maldita guerra acabará algún día y entonces recuperaré mi notaría y me harías el hombre más feliz del mundo si me aceptaras y te vinieras a vivir conmigo. Si no te encontraras a gusto en Chiclana pediría el traslado, con los puntos acumulados en estos años, podríamos elegir una ciudad que te gustase… Estoy diciendo tonterías…, olvídate de cuanto acabo de decirte, quédate únicamente con una cosa: te quiero, te quiero como nadie podrá quererte y, aceptes o no mi amor, te seguiré queriendo mientras me quede un hálito de vida.
A Pilar, que algo así barrunta desde hace semanas, la declaración le conmueve y hace que se emocione. Las palabras de Luis la han tocado, más que por lo que ha dicho por como lo ha hecho. La fuerza, el cariño, la pasión, la determinación con la que ha hablado el hombre denotan que sus palabras rezuman sinceridad y amor. No le cabe ninguna duda, Luis está enamorado de ella y la quiere para algo más que para un ocasional romance en medio de un escenario bélico. Y descubre, algo que también intuía hace tiempo, que su enamorado no le resulta indiferente, no es un pasatiempo como tantos que ha tenido, esto es mucho más profundo, más intenso y más comprometido que anteriores aventuras. Luis no es el hombre más galán, más pinturero y más dicharachero que la ha requerido de amores, pero tiene una hondura, una reciedumbre y una tenacidad que hacen de él un hombre con mayúsculas. Y ante el asombro del murciano no contesta, le da un tierno y a la vez apasionado beso que sella su amor.
Pilar acepta tácitamente la declaración de Luis, y aunque no lo explicitó está decidida a decir que sí. Sentimentalmente, quien lo iba a decir, se siente atraída por el murciano bastante más de lo que quiere admitir. Racionalmente, porque su situación personal comienza a pesarle, tiene veintinueve años y sigue soltera y sin compromiso, y su mente y su cuerpo hace tiempo que le demandan compañía, pero no para pasar un rato sino para una relación más sólida y duradera. La principal causa de no haberle dicho al momento que ella también le quiere, es su familia. Sabe cómo piensan: son entrañables en todos los sentidos, pero también son conservadores, estrictamente religiosos y con muchos prejuicios morales. Si les dice que tiene relaciones con un hombre casado y con hijos, la escandalera que montarán puede ser monumental, hasta podrían negarle el pan y la sal, y si no se atreverán a echarla de casa es porque necesitan su título. Con lo cual solo queda un camino: emparejarse pero mantener la relación oculta. Será una situación terriblemente incómoda, no solo para su enamorado sino también para ella, pero solo hay una vida y o se atreve a convertirse en la amante de Luis o se condena a llevar una existencia plana, aburrida y solitaria. Y no está dispuesta. No lo piensa más, le cuenta lo que ella siente y que está dispuesta a ser su compañera para el resto de su vida, pero que mientras dure la guerra y tenga que vivir con su familia tendrán que atenerse a unas reglas que no son las ideales ni mucho menos…
-… y si queremos que nuestra unión llegue a buen término con estos bueyes tendremos que arar.
PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro IV, Las Guerras, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 56. Una tertulia republicana