Veinticuatro horas después de la entrevista con el camarero del Florida, y en pleno desarrollo inicial de la batalla del Ebro, Pilar y Luis
vuelven a estar en el bar Florida. En cuanto les ve, el camarero les señala una apartada mesa en la que hay un hombre que debe de estar en la cincuentena, mal vestido, aunque lleva chaqueta y corbata, y que fuma de modo compulsivo. Tras pedirles que le sigan, el camarero se acerca al individuo.
-Arteta, esta es la señorita que está haciendo una tesis sobre la prensa extranjera, y la acompaña su novio. Te dejo en buenas manos, y no son de los que se chivan, puedes estar tranquilo. Señorita, Miguel Arteta.
El hombre hace un vago gesto de saludo, pero sin levantarse de la mesa[CM1] .
-¿Un pitillo?
Arteta tira la colilla apagada que parecía haberse quedado pegada en la comisura del labio y acepta el cigarrillo.
-¿Qué quiere tomar? –pregunta Verdú.
-Si puede pagarlo, bourbon de Kentucky, del que guardan para los americanos.
No es hasta la tercera copa cuando Arteta se encuentra en disposición de hablar.
-¿Y qué quieren saber de los corresponsales de guerra?
Pilar repite la misma historia que le contó Luis al camarero, añadiendo:
-Y no me cuente nada que pudiese acarrearle problemas, no es mi intención ponerle en dificultades.
Arteta se arranca sin más.
-Uno de los primeros en llegar fue Vernon Bartlett, famoso periodista inglés, simpatizante de la república, y que escribía para el News Cronicle. También de los primeros fue Burnett Bolloten, que se encontraba de vacaciones en España el 18 de julio, cubrió los sucesos para la United Press, y era anticomunista. Otro fue Pierre Brachet, periodista y abogado belga antifascista, escribía en Le Peuple. De esa época también era Claud Cockburn, que firmaba sus reportajes en el The Daily Worker como Frank Pitcairn. Un caso curioso fue el de Sam Baron, detenido en el 37 por el gobierno de Negrín por sus crónicas en defensa del gobierno de Largo-Caballero recién dimitido; fue expulsado de España…
Y Arteta, como si le hubiesen dado cuerda, sigue y sigue, pero ninguno de los periodistas citados le dice algo a Pilar, por lo que pregunta:
-¿Y qué me puede contar de los corresponsales que ya eran famosos antes de la guerra?
-Traté a Dos Passos, un tipo arisco e introvertido y que apoyaba a la república. También Ehrenburg, que pasó algún tiempo en Madrid como corresponsal de guerra, pero se dedicaba más a dar conferencias propagandísticas. A André Malraux, simpatizante del comunismo, le traté muy poco, como me ocurrió con George Orwell. Y otro conocido que tiene detrás una curiosa historia es Arthur Koestler que, al estallar la guerra, marchó a Portugal y se pasó luego a la zona franquista por encargo de la Internacional Comunista, haciéndose pasar por periodista del London News Chronicle.
-¿Y cómo Koestler ha habido más periodistas que hayan estado en los dos bandos?
-Recuerdo a Henry T. Gorrell, estuvo de corresponsal de United Press en las dos zonas y en ambas tuvo problemas de seguridad. Porque no sé si sabe que el cabrón de Franco expulsa, amenaza y encarcela a los periodistas que no son afines a sus ideas.
El bourbon ha acabado con el aguante de Arteta que se ha desplomado sobre la mesa. La pareja se mira, se levantan, pagan al camarero y se van. El relato de Arteta le ha suscitado a Pilar unos interrogantes y en cuanto están en Callao los plantea a Luis.
-Cariño, ¿por qué has tenido tanto empeño en encontrar alguien que me contara lo de los corresponsales de guerra? Mi interés no era para tanto.
-Porque en marzo te prometí que un día te llevaría al bar del Florida para conocer a los corresponsales de guerra que se reúnen allí y, para mí, una promesa hecha a la mujer que amo es sagrada –La explicación impacta a Pilar que mira con ojos amorosos a su novio. Por detalles como este es por lo que se ha enamorado del murciano hasta las cachas-. ¿Y cuál era el otro interrogante?
-Es una curiosidad que tengo hace tiempo, pero si no lo crees oportuno no me respondas, te prometo que no me voy a enfadar por ello. ¿De dónde sacas tanto dinero?, porque hoy, por ejemplo, podrías haber cumplido invitando a Arteta a unas copas, pero no, has comprado toda la botella y te han soplado ¡sesenta pesetas! Y los comestibles que traes a casa, con los precios del mercado negro, te deben costar una pasta, y la de cosas que me regalas que ya no sé dónde meterlas. Todo eso representa mucho dinero, entonces ¿de dónde sale?
-Para ti no tengo secretos, cariño, te cuento. Una de las contadas personas que frecuento en Madrid es don Nicolás Ferrero Albornoz, que fue presidente del tribunal de mi oposición. Durante mis notarías en Murcia y Cádiz volví a mantener contacto con él por motivos profesionales. De esas relaciones pasamos a las personales y don Nicolás, que no tiene hijos, acabó encariñándose conmigo y tratándome como si fuese hijo suyo. Cuando la guerra me cogió en Madrid, pensé en acudir a él, pero no lo hice, pues supuse que siendo un conocido notario los milicianos habrían ido a por él y, si no lo habían hecho, quizá mi presencia les alertase. Cuando estuve seguro de mi camuflaje como sanitario, me acerqué a su casa y, lo que me temía, no estaba y en su ático de Serrano vivía otra familia. Pregunté por el anterior propietario y me dijeron que no sabían nada, que a ellos les había acomodado allí un sindicato. Al salir se me acercó la portera y me preguntó si era familia de don Nicolás, por la forma que lo hizo me dio la impresión de que no era mala gente. Le dije la verdad, que familia no, pero que era amigo y antiguo discípulo suyo. Entonces, me dijo que lo podría encontrar en el barrio de Prosperidad donde ejercía de administrativo en una cooperativa de la FAI…
-¿Un notario metido en una cooperativa de los anarquistas?
-Uno de sus pasantes más leales le acogió en un piso suyo y le buscó el trabajo con los anarquistas. Antes de eso don Nicolás, hacia principios de julio del 36, ya se barruntaba algo de lo que podía pasar y decidió veranear en Estoril, y una de las medidas que tomó fue vaciar sus cuentas bancarias con lo que acumuló gran cantidad de dinero en efectivo. Como la sublevación ocurrió antes de lo que preveía no pudo irse a Portugal… En fin, para no alargarme más, don Nicolás me dijo desde el primer día que si necesitaba dinero que se lo pidiera; al principio fui muy renuente de solicitarle un préstamo, pero me instó a que lo hiciera pues en las actuales circunstancias el mejor fin del dinero era gastarlo. De ahí vienen los cuartos que manejo, y de los que me tengo prometido que, cuando este infierno acabe, los devolveré hasta el último céntimo, intereses incluidos.
-¿Me llevarás algún día a conocerle?, a don Nicolás.
-Dalo por hecho, le gustará.
-Una última pregunta personal. ¿Por qué no has ido a ver a tu esposa e hijos y a tus padres pudiendo hacerlo?, pues Murcia sigue siendo zona republicana.
-¿Qué por qué no he ido, y tú me lo preguntas?
PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro IV, Las Guerras, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 74. Eloísa ha visto lo que no debía