Lo más
probable es que al leer el título de este post más de uno lo califique de
ridículo y pretencioso. Pero no van por ahí mis intenciones ni el contenido del
post. No soy médico ni científico, por tanto no puedo luchar contra la
enfermedad que ya ha sido calificada de pandemia. Solo soy un octogenario que
lo mejor que puede hacer es procurar no enfermar y, en el desgraciado caso de
hacerlo, no infectar a los demás. Pero déjenme que les explique.
Una
de las consecuencias para evitar, en la medida de lo posible, la extensión de
la pandemia, y que todas las autoridades sanitarias recomiendan encarecidamente,
es quedarse en casa. Aislarnos en nuestro domicilio, así evitaremos infectarnos
y contagiar a otros, y la enfermedad se irá reduciendo. Las drásticas medidas
tomadas en China y su eficaz resultado, tras ser el origen del virus, así lo
atestiguan. Y por ahí va mi modesta aportación.
Puesto que al quedar aislados en nuestra casa, uno de los instrumentos
con los que contamos para paliar el aburrimiento es internet, he pensado
incrementar el número semanal de entregas de mi novela Los Carreño. A partir de la próxima semana las duplicaré. Además de
la entrega de los viernes desde ahora también publicaré otro episodio los
martes. Y lo seguiré haciendo mientras dure la pandemia en su fase aguda, al
menos en el ámbito europeo donde radica la mayoría de lectores de este blog.
Esa es mi modestísima aportación para paliar uno de los efectos del
coronavirus: el aburrimiento.
Por
tanto, el próximo martes colgaré en el blog el episodio 16. El cuartel de El Carmen, dentro del
Libro I de la novela Los Carreño.
Entiéndanlo como una muestra de buena voluntad de alguien que poco más puede
hacer. Hasta el martes… y sigan asintomáticos.