La primera impresión
que recibe el jefe del servicio de estudios de la caja es idéntica a la imagen
que guardaba en su memoria: es una playa más bien pequeña delimitada por unos
cordones dunares de cantos rodados y con una modesta hilera de edificaciones.
La percepción es la misma que antaño, pero ahora la ve con ojos distintos pues
su experiencia en el negocio
inmobiliario y, por ende, en la conversión de terrenos rústicos en urbanos ha
crecido exponencialmente. Allí hay un
importante negocio en perspectiva. Sólo falta que alguien le dé el primer
empujón y ese alguien va a ser él. Hace tiempo que ha decidido pasar al área
ejecutiva, que es donde se ventilan las grandes operaciones y donde se puede
ganar dinero de verdad, y éste puede ser el asunto que le sirva de trampolín.
Habla con su consejero delegado, le cuenta la probabilidad cierta de que en la
costa senillarense existe un potencial negocio de muchos quilates, le persuade
y consigue que pongan en sus manos la dirección del posible proyecto. De
momento ya tiene algo ganado: lo han trasladado a la línea ejecutiva y lo han
nombrado director general adjunto para las operaciones del litoral
mediterráneo.
Moltó comienza
contactando con la empresa Zallera, con la que la caja ha hecho negocios en los
últimos años con excelentes resultados, pero la constructora está metida de
lleno en la urbanización del sector norte de Altea y hasta que no termine esa
obra sus directivos no quieren acometer nuevos proyectos. Por unas u otras
causas, sigue recibiendo negativas de la media docena de empresas con las que
contacta. A ninguna de ellas ha llegado a darles información concreta, ni
siquiera les ha mencionado Senillar. Tras los fallidos intentos decide hablar
con la gente de BACHSA, es una de las
empresas promotoras y constructoras más agresiva de la zona, y con la que la
caja ha hecho pingües negocios, pero que últimamente está operando más con
Bancaja que con ellos. Por ese motivo no ha sido su primera opción. Piensa que
si sabe venderles el producto puede ser el anzuelo que los haga volver al
redil.
Moltó concierta una
reunión con el directorio de BACHSA. A
la invitación del banquero asisten los pesos pesados del consejo de
administración de la compañía: Oriol Bricart, Juan Antonio Cardona y Rodrigo
Huguet. Sólo falta Íñigo Arechabaleta
que es a quien primero citan sus socios:
- Íñigo te ruega que lo excuses. Acaba de fallecer su suegro
y ha tenido que desplazarse a Bilbao.
Tras un almuerzo
espléndido, una vez encendidos los Cohibas y paladeado el licor que cada uno ha
escogido, el banquero entra en faena.
- Bueno, contadme, ¿cómo va la última promoción de
Benialcaide?
- Viento en popa, tenemos más de un sesenta por ciento
vendido y según las estimaciones del jefe de ventas a mediados del próximo año
se habrá liquidado toda la promoción – Quien contesta es Bricart.
- ¿Y cuál es el siguiente proyecto que pensáis acometer?
- Todavía no lo hemos decidido porque tenemos un problema.
Ya no queda suelo que esté razonablemente cerca del mar o, en el peor de los
casos, que sean terrenos sin grandes pendientes. Construir en la falda de esos
cerros encarece la obra notablemente y eso se nota en el margen bruto de
explotación, como en la caja sabéis muy bien. Estamos buscando nuevo suelo
porque la comarca está al límite de sus posibilidades. Y encima los precios de
los solares se han puesto por las nubes – se lamenta Huguet.
- Precisamente, de eso quería hablaros, de posible suelo
urbanizable.
Es oír suelo
urbanizable y casi se puede ver como las antenas mentales de los empresarios se
despliegan en toda su extensión. El cambio de actitud muestra claramente que el
tema les interesa sobremanera.
- Tengo una información
– prosigue el banquero - que considero extremadamente interesante y quiero que
seáis los primeros en conocerla. Confío asimismo que sabréis valorarla como
prueba incontestable de la consideración que nos merecéis… - hace una pausa
para poner en valor lo que va a decir a continuación -. Se podría planificar
una promoción urbanística que dejaría en mantillas a todo cuanto se ha
edificado en la comarca, que digo en la comarca, en la región en los últimos
diez años. Porque no se trata de unos terrenos sin más, sería la urbanización
global de unos ocho kilómetros de costa que a fecha de hoy están disponibles.
- Nos estás poniendo los dientes largos. Danos más detalles
– pide Cardona.
- Antes de entrar en pormenores quiero dejar sentada una
premisa. El proyecto, que como os digo puede ser una mina de oro, se llevará
adelante con la financiación de Cajaeuropa o no habrá proyecto. Lo digo porque
últimamente nos habéis puesto los cuernos con la competencia. De hecho, mi
consejero delegado no era nada partidario de esta cita, he tenido que forzarle
para conseguir su plácet – alardea el banquero.
- Hombre, Gaspar, ni lo pongas en duda. Siempre hemos hecho
excelentes negocios y no veo por qué ahora no va a ser así – apunta Huguet.
- No lo pongo en duda, pero es mejor dejarlo todo claro
desde el principio – precisa Moltó.
- Por supuesto, Gaspar, por supuesto – asegura Bricart.
- Y dejarlo todo claro supone que, antes de entrar en detalles,
hemos de hablar del bonus – puntualiza el banquero.
Es hablar de bonus
y un inesperado silencio se adueña de la reunión. Los directivos de BACHSA se
miran entre sí como si no tuvieran claro quien contesta a Moltó. Al final, es
Bricart quien pregunta:
- ¿Al hablar de bonus te refieres a la caja o a ti?
- Oriol, eso es como preguntar si el Papa es católico –
responde con sorna Moltó.
- Gaspar – Ahora el interviniente es Cardona -, no creo que
vaya a haber ningún problema en primar adecuadamente tu actuación siempre que
se cumplan los objetivos que se planifiquen.
- Secundo lo que acaba de afirmar Juan Antonio – asegura
Huguet -, pero estamos hablando en el vacío. Todavía no nos has facilitado
ningún dato sobre ese presunto filón.
- Si tengo vuestra palabra sobre mi participación… - El
banquero interrumpe su exposición para mirar a los empresarios quienes
asienten, luego prosigue -, me basta. Os cuento, se trata de Senillar, allí hay,
usando la misma expresión de Rodrigo, un filón sin explotar en forma de mucho
terreno virgen pegadito al mar.
- ¿Has dicho Senillar? – pregunta sorprendido Bricart.