El primer
día de diciembre de 2015 depara una noticia que pone al Dúo Sacapuntas ante una
nueva variante de su investigación que no esperaban. Uno de los agentes de la
Brigada de Patrimonio, que forma parte de la unidad de apoyo para el Caso Inca,
rastreando por internet ha encontrado una información que ofrece una nueva
perspectiva al tan traído Tesoro de los Quimbayas. Encuentra un artículo en el
que una prestigiosa especialista en arte precolombino y antigua subdirectora
del Museo de América relata que hace tiempo, dado el alto valor económico y
artístico de la colección, todas las piezas fueron reproducidas en oro y cobre.
De esta manera, mientras las piezas originales han permanecido guardadas en las
cámaras acorazadas del Banco de España, las que se han podido ver en algunas
exposiciones o en el propio museo son copias de la colección original. El
artículo aporta otro dato más: cuando las piezas auténticas salen del Banco de
España son siempre custodiadas por la Guardia Civil.
Puesto que los objetos de la colección
cedidos para su exposición al Museo du Quai Branly de París no fueron protegidos
por la Benemérita, cabe plantearse si los que se enviaron y posteriormente
fueron robados del furgón blindado ¿eran copias o eran las piezas auténticas?
Como Bernal y Atienza conocen sobradamente los entresijos de la administración
pública española saben que si preguntan directamente a la dirección de Museo de
América es posible que no les contesten, que les den largas o incluso que les
oculten la verdad. Lo más eficaz, y al tiempo reglamentario, será acudir a la
jueza instructora del caso para que sea ella la que adopte las medidas que
estime pertinentes para dilucidar si las piezas robadas eran las originales o
meras copias. Otro misterio más a sumar al ya de por sí embrollado asunto del
robo del Tesoro Quimbaya.
Ajenos
al nuevo dato sobre el tesoro, Grandal y Ponte tienen ese miércoles una tarea
específica: averiguar el domicilio de uno de los empleados de la empresa
encargada de la seguridad del museo, que es uno de los que ha podido manipular
las cámaras de vigilancia, y que hoy ha estado trabajando en el museo adónde ha
llegado en su coche. Han quedado en la intersección de Hilarión Eslava con Cea
Bermúdez a las dos y media. Ponte tendrá que almorzar un poco antes de lo que
suele hacerlo, no sea que ahora que está a punto de ver convertida en realidad
la recurrente frase que suena en toda película de acción que se precie: siga a
ese coche, no la disfrute plenamente por si le sobreviene la somnolencia que le
suele invadir tras el almuerzo. A la hora convenida aparece el comisario a
bordo de un Seat León dos puertas, de color rojo y que a juzgar por su
matrícula cuenta con una pila de años.
Ponte
se ha metido en internet y ha buscado información sobre cómo acechar a un coche
sin que su conductor se aperciba de que es seguido. Ha leído una web titulada:
las 10 reglas que debe saber para perseguir un vehículo sin delatarse. Una de
ellas es que el color del vehículo perseguidor debe de ser poco llamativo.
- Jacinto,
¿no deberías haber cogido un coche de otro color menos chillón que el rojo?
- Quizá sí,
pero este es el único que me quedaba en el garaje. El Maserati de color
champagne se lo ha llevado el mayordomo y el BMW gris metalizado lo tiene el
ama de llaves – contesta con guasa Grandal -. Manolo, ¿cuántos coches crees que
tengo?
- Lo decía para que el objetivo no nos detecte fácilmente – se disculpa Ponte.
- Lo decía para que el objetivo no nos detecte fácilmente – se disculpa Ponte.
- Vamos a ver,
Manolo, piensa. Un empleado que ha estado currando y que saldrá a las tres con
más hambre que un gitano, con unas ganas locas de llegar a su chozo para
sentarse a la mesa, ¿crees que tendrá en la chola que un par de viejales como
nosotros le vayamos siguiendo por la caótica circulación madrileña del
mediodía? Es lo último que podría pensar.
Viendo que el excomisario no parece estar
del mejor humor, Ponte cambia de tema.
- ¿Dónde le
vamos a esperar, en el parking del museo?
- No, ahí seríamos
demasiado visibles. Como el museo no tiene más que una salida hacia la Avenida
de los Reyes Católicos y desde ahí solo se puede continuar hacia el Arco de la
Victoria, nos apostaremos en la Plaza del Cardenal Cisneros, que es la primera
rotonda en la que puede cambiar de sentido, bien para seguir por la Avenida de
la Complutense, por la de Puerta de Hierro que desemboca en la carretera de A
Coruña, o para torcer por la Avenida Juan de Herrera que le puede llevar, entre
otros destinos, a la M-30. A partir de la rotonda de Cisneros es donde nos
vamos a pegar a su trasero y precisamente será en ese trecho donde estaremos
más al descubierto. Luego, en cuanto entre en una vía de mayor tráfico seguirlo
sin que se aperciba será pan comido. Además, como te he dicho, dudo mucho que
el tipo pueda sospechar que le van siguiendo. En cualquier caso, voy a procurar
que entre ese fulano y nosotros haya, al menos, otro vehículo.
- ¡Caray,
Jacinto, cómo se nota que eres un profesional! A mí no se me habría ocurrido
pensar en todo eso – comenta Ponte con un dejo de admiración que tiene la
virtud de disipar el mal humor de Grandal.
A los doce minutos de espera aparece un
Renault Clio, con motor diésel, de un azul metalizado que conduce el empleado
objeto del seguimiento. Como había previsto Grandal, en la rotonda de Cardenal
Cisneros el objetivo gira en dirección a la Avenida Juan de Herrera. El
excomisario se le pega detrás. Al final de Juan de Herrera toma la calle a su
izquierda, la de Martín Fierro, que desemboca en la Avenida de Séneca, en ella
los perseguidores ya llevan otro vehículo entre el suyo y el de la presa. Al
final de Séneca, el perseguido coge la M-500 para acceder inmediatamente a la
M-30. A la altura del Parque Zoológico sale de la autovía para adentrarse en la
Avenida de Portugal, al término de la cual entra en la siempre congestionada
Autovía de Extremadura. Grandal no deja que otro vehículo se interponga entre su
objetivo y ellos. La densidad de tráfico de la A-5 es enorme y además tiene muchas
salidas, por eso le sigue como un galgo a una liebre, pegado a su culo.
- ¿No vamos
demasiado cerca? – pregunta Ponte mirando con recelo las luces traseras del
Clio.
- En esta
carretera lo que hay que hacer es tener los cinco sentidos fijos en la conducción,
no si te siguen o dejan de seguir. ¿Es que no sabes que es una de las entradas;
bueno, en este caso, salidas más peligrosas y congestionadas de Madrid?
En ese mismo momento, el Clio enciende el intermitente
indicativo de giro a la derecha. Los paneles informativos indican que la
próxima salida es la número 11, hacia San José de Valderas/Centro Comercial/San
Martín de Valdeiglesias. El empleado se mantiene a su izquierda en la
bifurcación en dirección a San José para tomar la Avenida de los Castillos, ya
en el municipio de Alcorcón. En la segunda rotonda gira a la derecha para coger
la calle Padrón, pasa otra rotonda tras la que accede a la calle Ribadeo en la
que disminuye notablemente su velocidad que hasta el momento ha mantenido
regularmente.
- Hemos de
tener cuidado, está buscando donde aparcar – explica Grandal que ahora le ha
dado un amplio margen de distancia al Clio.
Casi en la esquina de Ribadeo con
Carballino, el objetivo encuentra un hueco bastante estrecho, pero en el que
con varias maniobras consigue aparcar. Mientras, Grandal ha estacionado su
coche a la entrada de lo que parece la puerta de un garaje con un rótulo de
prohibido aparcar y, por si hubiera duda, le acompaña un letrero que pone:
avisamos grúa. Desde allí ven como el empleado se acerca en su dirección
andando sin prisa, da toda la impresión de que sigue sin percibir que es objeto
de seguimiento.
- Que viene,
que viene – dice Ponte que por momentos se está poniendo nervioso.
- Tranquilo,
Manolo. Si llega a nuestra altura, simularemos que estamos charlando, pero pon
la mano apoyada en la sien, de forma que te tape media cara.
- Pero igual
puede reconocernos.
- Manolo, no
digas simplezas. A mí no me ha visto nunca, ¿cómo va a reconocerme? Y en cuanto
a ti, ¿tú crees que va a recordar a un señor mayor que a veces tomaba café
donde él suele hacerlo? Además, con las luces interiores apagadas y la escasa
luz que tiene esta calle desde fuera apenas si verá más que dos personas que
están manteniendo una amistosa charla.
Los temores de Ponte no se materializan,
antes de llegar hasta ellos, a la altura de la calle Cambados, el objetivo
entra en un portal. La misión que podría denominarse de siga a ese coche ha
terminado por el momento.