La noticia del fallecimiento de Julia consterna a los hijos que viven en Madrid. Ha sido una muerte inesperada y, para más inri, no han podido despedirse de ella tras cerca de dos años y medio sin verla. Posiblemente, la más afectada por su pérdida sea Pilar, que siempre se sintió muy unida a su madre, sin embargo, la que más llora y se lamenta es Eloísa. Jesús no lo hace porque en la nueva España no está bien visto que los hombres lloren, pero realmente tiene el corazón desgarrado. Pilar cierra la farmacia colgando un cartelito con un crespón negro en el que pone: Cerrado por fallecimiento.
En el aeropuerto militar de Palma, Álvaro está esperando a su padre. En cuanto Julio ve a su hijo la expresión de su rostro lo delata.
-¿Y mamá? –la pregunta está salpicada de dolor porque teme la respuesta que va a darle.
-Lo siento en el alma, papá. Falleció anoche. Los médicos no pudieron hacer nada.
Julio no puede contenerse y una exclamación de dolor se le quiebra en la garganta, al tiempo que unos lagrimones gordos como perdigones le resbalan por las mejillas. Se abraza a su hijo y las lágrimas se convierten en un llanto inconsolable. Álvaro tampoco puede contenerse, y el espectáculo de dos hombres abrazados y llorando desconsoladamente en medio de la sala de espera del aeropuerto, conmueve a más de un pasajero.
Cuando se reponen, se van a la clínica donde el cadáver de Julia ya está en el tanatorio del centro. Allí vuelven a repetirse los llantos a medida que Julio va besando a sus otros hijos, a los que lleva sin ver desde julio del 36. Pasados los emotivos momentos y, tras besar el rostro de su esposa que ya muestra indicios de rigor mortis, Julio pregunta:
-¿Y murió sola?
-No, papá –responde Concha-, yo estaba con ella, ¿y sabes cuáles fueron sus últimas palabras?, dijo Julio, Julio… Fuiste de quien se acordó en su último suspiro.
El fallecimiento de Julia conmociona a los Carreño, pues era el eje sobre el que giraban todos los miembros de la familia. Julio se queda sin su amantísima esposa, sin la mujer que ha sido su compañera, su amiga, su más estrecha colaboradora y la madre de sus hijos. Los hijos varones pierden a la mujer que los ha educado, que los ha querido como solo una madre puede hacerlo, y las hijas se quedan sin referente, sin espejo en el que mirarse. Y todos sienten un vacío en el corazón, como si les hubiesen arrancado parte de las entrañas.
Al inmenso dolor, la realidad se impone y Álvaro, tras laboriosas gestiones y volviendo a echar mano de su condición de militar, logra el necesario permiso para trasladar a Madrid el féretro. En el aeródromo militar de Cuatro Vientos, les esperan Pilar, Jesús, Eloísa y Paca que quizá está más apenada que los hijos. Llevan el ataúd a la iglesia parroquial de San Marcos donde celebran los funerales. La noticia del fallecimiento de la madre de los Carreño trasciende al círculo familiar porque los hijos han insertado una esquela en el diario ABC, y en el funeral hay más amigos y conocidos de los que esperaban. Acompañando a Pilar está Luis Verdú que, a pesar de la mala cara que le ha puesto Julio, no ha querido dejar sola a su novia. Tampoco falta el tío Luis que ya abandonó la legación de Guatemala. También está Charo Guardiola. Incluso los compañeros de la tertulia no le han fallado a Julio y están todos presentes. Los familiares de Malpartida han enviado un telegrama dándoles el pésame y excusando su ausencia por el poco tiempo con el que les avisaron.
El sacerdote que oficia el responso da una breve plática en la que ensalza las virtudes de la finada, basándose en unas notas que le ha pasado Pilar. Terminado el funeral, un coche fúnebre transporta los restos de Julia Manzano a la Sacramental de San Isidro donde es inhumada.
Paca, que se ha quedado en casa, ha preparado unos tentempiés para los que han ido al camposanto. En la casa se van formando los inevitables corrillos en los que las conversaciones versan sobre los últimos días de la finada. En un aparte, se han juntado Pilar, Luis y Charo. Tras contarles Pilar las circunstancias que han provocado el fallecimiento de su madre, la charla vira al noviazgo de la pareja, del que Charo Guardiola está al cabo de la calle pues siempre ha mantenido una cordial relación con Pilar.
-¿Así que tu padre te ha echado de casa?
-No ha llegado a tanto, soy yo la que me he ido. Por el momento estoy viviendo en una pensión de Hilarión Eslava hasta que encuentre algo mejor.
-Pilar, hija, si quieres puedes venirte a vivir a casa, mis hijos ya se fueron y tengo tres habitaciones vacías, puedes elegir la que quieras. Y, por supuesto, gratis et amore, lo hago en recuerdo de tu santa madre, que Dios tenga en su seno. Estarás más cerca de la farmacia y me harás compañía, porque Damián entre la tienda, sus otros negocios y la tertulia se pasa la mayor parte del día fuera de casa.
-Muchas gracias, Charo, pero no sé cuánto puede durar la actual situación y no querría convertirme en una invitada parásita.
-No te voy a forzar, Pilar, pero sabes que mi ofrecimiento es de corazón. Y, por descontado, Luis podrá venir a visitarte cuando quiera, siempre será bien recibido.
-Gracias, Charo, me lo pensaré.
Dos días después de enterrar a Julia, los Carreño reciben carta de Julián de quien hace tiempo que no saben nada. La buena noticia es que está vivo, la mala que ha caído prisionero. Resulta que está en un campo de concentración y, por lo que se lee entre líneas, lo debe de estar pasando mal.
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III Año Triunfal. Arriba España. Viva Franco
Campo de concentración de Albatera, 14 de abril de 1939
Queridos padres y hermanos: espero que al recibo de la presente estéis bien de salud, yo también, a Dios gracias.
En primer lugar, quiero deciros que estoy en un campo de concentración donde encierran a los soldados de los ejércitos rojos de Levante, aunque no puedo contar mucho más porque no estamos autorizados por el mando. El trato es bueno y la comida no es mala, lo peor es que a veces hay piojos y chinches.
Nos han informado que los que podamos conseguir avales de que no somos rojos y de que no tenemos antecedentes de haber estado metidos en política, en sindicatos y en asuntos de esa clase podríamos ser liberados. Por favor, papá, dile a Álvaro –espero que haya salido de esta- que, como es militar, a ver si puede conseguir que alguien importante me avale o que lo haga él mismo, y pueda salir de aquí.
Para poneros en contacto conmigo me escribís a la dirección del remite. También nos autorizan a recibir un paquete de comida y de ropa cada quince días. Me sería de gran ayuda si me pudierais enviar alguna cosilla. También me haría avío algo de (hay una línea tachada), igualmente me vendría de perlas si pudieseis mandarme tabaco y papel de fumar. Pero, sobre todo, lo más importante son los avales para que comprueben que nunca he estado metido en politiquerías ni nada por el estilo y me puedan liberar.
Espera pronto vuestras noticias y los avales. Vuestro hijo y hermano que lo es.
Julián Carreño Manzano
PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro IV, Las Guerras, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 82. El campo de concentración