Posiblemente, no
estén de acuerdo conmigo, pero yo así lo creo: en verano hay gente que se
cree inmortal. ¿En qué me baso? En la observación del
comportamiento de grupos de
personas que realizan distintas actividades habituales durante
todo el año y que suelen
intensificarse especialmente en verano. Me refiero a grupos
tales como los bañistas, los
peatones, los ciclistas y los automovilistas, entre otros.
En este post
dominical me referiré concretamente al primer grupo: los bañistas. No he
encontrado datos oficiales, pero en alguna parte he leído
que en 2017 murieron ahogadas en
España unas quinientas personas. En esa estadística se
incluye, al parecer, los que fallecieron
en las playas, las piscinas y los parques acuáticos. Son
casi la mitad de los muertos en
carretera. Y así como los accidentes viales suelen levantar
gran polvareda mediática cada vez
que se publican sus datos, sin embargo los ahogados en las
playas apenas si merecen un suelto
en las páginas interiores de los periódicos. No me
pregunten el porqué de ese doble rasero de
la prensa. No lo sé.
En general, la
inmensa mayoría de los bañistas son gente sensata que no se arriesga
fácilmente. Si uno observa cualquier playa comprobará que
casi todos los que toman las aguas,
como se decía antaño, están en la zona que va desde donde
mueren las olas hasta que el agua
llega a medio pecho o poco más. A ello contribuye el hecho
de que en España el porcentaje de
haber cientos de bañistas, pero sobran dedos en la mano
para contar los que se arriesgan más
allá de donde cubre el agua. Ese es el comportamiento de la
gran mayoría, pero luego está el
grupo de los que en verano se creen inmortales. Estos son
otra historia.
Todos sabemos
que en los puestos de socorristas de las playas hay unas banderas que indican
diariamente, y a veces hasta por horas, el riesgo de baño en el mar. La verde,
buenas condiciones. La amarilla, hay que tomar precauciones. Y la roja,
prohibido bañarse. Pues bien, por mucho que las autoridades locales recomiendan
respetar las banderas, seguir las normas de seguridad establecidas y las
indicaciones de los socorristas, hay alguna gente, los que en verano se creen
inmortales, que pasa olímpicamente de los avisos. Varios Ayuntamientos hasta
han aprobado ordenanzas para multar a quienes se bañen cuando hay bandera roja
con discretos resultados.
El grupo de los
que en verano se creen inmortales se pasan las normas y las banderas por el
forro. Todos hemos visto en más de una ocasión a un mar embravecido y pese a enfrentarse
con unas peligrosas olas hay gente que se juega la vida metiéndose mar adentro.
O estando el mar en calma, podemos ver viejos decrépitos o niños con escasas
fuerzas adentrándose en el mar. O gente que después de atiborrarse de paella o
cualquier otra delicia gastronómica de esta tierra levantina se mete en el agua
sin miedo a lo que pueda pasar.
Siempre me he
preguntado ¿por qué se juegan tan alegremente la vida? Les prometo que en cuanto
lo sepa se lo contaré sin dilación. De momento, esos bañistas forman parte de la gente que en verano se cree inmortal.