Grandal se ha reunido a los pichones para darles un ultimátum: o le
cuentan todo, absolutamente todo cuanto saben de lo que ocurrió en la
habitación donde falleció Curro Salazar o dejará de ayudarles. Y les recuerda
los delitos de que pueden acusarles: falso testimonio en causa judicial,
omisión del deber de socorro y hurto. Todo ello sumado puede suponer bastantes
años de prisión. La realidad procesal no se ajusta a lo contado por el
excomisario y él lo sabe, pero lo que intenta es atemorizar al trío para que de
una vez revelen lo que sospecha que ocultan. Anca y Vicentín parece que han
contado todo lo que sabían, ahora le ha llegado el turno a Rocío que antes de
confesar ha preguntado si se podría negociar con la fiscalía para eludir los
cargos que hay contra ella. Grandal ironiza sobre que la andaluza debe ver
mucha televisión y le explica porque lo dice:
-Te he
preguntado si veías muchas series de abogados porque la justicia española tiene
poco que ver con la norteamericana. Aquí, antes de ser juzgado, quien tiene la
última palabra en el proceso es la Jueza Instructora. Y es la que se está
pensando cargaros la muerte de Salazar, por lo que el trullo lo tenéis
asegurado. En consecuencia, Rocío, si tienes algo que contar ha llegado el
momento, mañana posiblemente sea tarde.
Ante la admonición de Grandal las últimas
defensas de la andaluza se desmoronan. “Marditos jueses y marditos maderos, ar
final se salen siempre con la suya” se dice. Y se lanza a contar lo que sabe, y
que ha ocultado hasta ahora, porque de lo que se trata es de eludir la trena.
-Verá, señor
comisario. Como estos días lo he pasao tan mal, se me ha hecho un lío en la chola
y me he embarullao con las cosas que vi o que dejé de ver, pero lo he estao
recordando deteniamente y esto es lo que le puedo contar –hace un inciso para
reordenar sus recuerdos y prosigue-. La primera ves que quise entrar en la
habitasión der pobre Curro no lo hise porque dentro estaba er tipo que, como ya
le conté, tenía mala jeta. Ar finá he recordao su nombre, era er Chato de
Trebujena, un antiguo boxeador mu conosío en Andalusía y cuyo verdadero nombre
es Pepillo Jiménes. Fue quien le pegó la palisa a mi Curro unos días antes de
espicharla…
A Grandal se le acelera un poco el pulso al
oír la revelación de la andaluza y, pese a que sabe que no interrumpir y tener
paciencia son dos reglas básicas en los interrogatorios, corta a Rocío para
preguntarle:
-¿Y qué
estaba haciendo ese individuo en la habitación de Salazar, acaso le volvía a
golpear?
-No lo sé.
Solo lo vi un segundo porque en cuanto me di cuenta de quién era serré de gorpe
la puerta.
-¿Pero viste
si le estaba golpeando? –insiste el expolicía.
-No sabría
desirle, en er momento en que yo lo vi estaba plantao delante de Curro que
estaba sentao en er sillón.
-Lo anoto
como que no le estaba atizando. ¿Qué hiciste a continuación?
-Me fui a
buscar a Anca pa contarle lo que había visto y pedirle que me acompañara a la
habitasión de Curro.
-¿Y por qué
razón buscaste a Anca?
Rocío mira a la rumana y le hace un gesto
como diciéndole: lo siento, hoy es día de desembucharlo todo.
-Sería mu
largo de contar, pero en resumen…
-No hagas
resúmenes, Rocío. Cuéntamelo todo sin preocuparte por el tiempo que te pueda
llevar, tenemos todo el día por delante.
La andaluza explica como la patrona del
hostal se indispuso con ella y le prohibió que fuera a visitar a Salazar
mientras estuviera enfermo. Como tenía necesidad de hablar con su novio, le
suplicó a Anca, hablándole de mujer a mujer, que le metiera de tapadillo en la
habitación de Curro a espaldas de la bruja de la patrona. Puesto que Anca ya
confesó que la sobornó, Rocío admite que prometió a la rumana un dinero para
que le introdujera dónde Curro.
-… por eso
fui a buscar a Anca, era la única persona que conosía y esperaba que me
respardara si er Chato se ponía violento y que me sirviera de testigo por lo
que pudiera pasar. En ese momento Anca tenía mucho curro y no podía acompañarme
por lo que me quedé en la cafetería desde donde pude ver salir ar Chato con
paso presuroso y encaminarse ar Paseo Marítimo hasta que le perdí de vista.
-¿Cuánto
tiempo transcurrió entre que dejaste la habitación y viste pasar al Chato?
-No sé,
dies, quinse minutos má o meno.
-Continúa,
por favor.
-En cuantito
vi salir ar Chato pensé que era la mía pa subir, pero no lo hise porque entonses
vi entrar en er hostal ar Espinosa. No había que ser mu lista pa pensar que er
pisaverde iba a ver ar Curro por lo que vorví a sentarme. Ar cabo de un ratín
aparesió Anca disiendo que tenía un hueco y que podía acompañarme. Subimos a la
habitasión y fue cuando encontramos ar Espinosa dándole de beber coñá ar pobre
Curro. Y digo pobre porque es cuando vimos lo chungo que estaba, que a mí me
dio un pasmo y a Anca supongo que también. To lo que le cuento ahora se lo
puede preguntar a Anca si fue así y verá como no miento en ná.
La rumana hace un gesto de asentimiento en
respuesta a la referencia que ha hecho de ella Rocío que prosigue.
-Espinosa,
como le contamos, le estaba dando de beber de una botella de coñá que a mí me
paresió que no era de prosedensia nasioná. Ar ver lo malito que paresía estar
Curro, dijimos de llamar a un doctor, pero er malagueño dijo que de eso ya se
encargaba él. Ah, antes de eso entre los tres pasamos a Curro der sillón a la
cama. Y luego, Espinosa se marchó pa llamar a un médico y a una ambulansia. Nos
quedamos solas y…
-En el
momento en que Espinosa abandonó la habitación, ¿Salazar estaba vivo o muerto?
–la interrumpe Grandal.
-Vivo, pero
mu chungo, chunguísimo. No desía ná, paresía que tampoco oía y respiraba mu
malamente, pero seguía vivo. Fue entonses cuando comprendí que había que
llevarlo a un hospitá y también se me ocurrió que íbamos a nesesitar su tarjeta
sanitaria pa ingresarlo. Rebuscamos entre sus cosas y no la encontramos, y lo
único que no pudimos abrir fue er jodío maletín, por eso nos lo llevamos. Er
resto de lo susedío ya lo sabe usté. To lo que acabo de contarle es la purita
verdá, por estas que son cruses –y la andaluza hace el signo de la cruz con los
dos índices.
-Gracias,
Rocío, por sincerarte y gracias también a Anca y Vicente. Habéis dado un paso
importante, quizá decisivo para que la jueza no os emplume. Ahora, tengo que
pensar en todo lo que me habéis contado y como lo manejo para salvaguardar mejor
vuestros intereses.
Grandal comienza a formarse una idea global
de lo que pudo pasar en la habitación 16 la tarde del día de la Asunción. De
momento es más un boceto que una pintura con los trazos y el colorido bien
definido porque hay varios flecos que tiene que investigarlos más a fondo para
completar el cuadro. Abre un bloc de notas que ha comprado exprofeso porque la
Moleskine que usaba en su vida policial activa debe estar en algún cajón de su
casa de Madrid. En el cuaderno sintetiza los puntos a investigar:
1. ¿Qué pasó
en la habitación 16 desde que Anca se llevó la bandeja del almuerzo, a las 15.45
horas, dejando a Salazar perfectamente y las 18.15 en que Rocío y Anca lo
encontraron casi moribundo? Ese intervalo de algo más de 2 horas es crucial
para esclarecer el fallecimiento de Salazar y es el que hay que investigar a
fondo.
2. En ese
intervalo, al menos, dos personas estuvieron en la habitación 16. Uno, Pepillo
Jiménez, más conocido como el Chato de Trebujena, al que vio la Molina sobre
las 17.45 h. Otro, el llamado Carlos Espinosa, al que Rocío y Anca encontraron
dándole de beber coñac a Salazar. ¿Por qué dar de beber coñac a un hombre en
estado semicomatoso? Investigarlo.
3. Asimismo,
la autopsia ha revelado que Salazar ingirió algún tipo de veneno, ¿tendrá ello
que ver con el coñac que le estaba dando a beber Carlos Espinosa? Una pista a
investigar.
4. La
autopsia ha revelado que Salazar fue golpeado en la cara pocas horas antes de
morir, ¿tendrá que ver con ello el Chato de Trebujena? Otra pista a investigar.
5. Si los
pichones no han mentido, y estoy seguro de ello, Jiménez y Espinosa pasan a ser
los primeros sospechosos de por qué Salazar pasó de estar en perfecto estado a
encontrarse moribundo. Cuestión a constatar.
6. ¿Pudo
entrar en la habitación 16 otra u otras personas antes de las 17.45, hora en que
Rocío vio al Chato? Es posible, pero no hay ningún indicio sobre ello. Una
cuestión a investigar.
7. En la
tarde del día de autos, varios testigos afirman haber visto en las cercanías
del hostal a Alfonso Pacheco, acompañado posiblemente por su mujer, y a Jaime
Sierra. ¿Estuvo alguno de ellos viendo a Salazar? No hay pruebas de momento,
pero es otra pista a investigar.
Grandal cierra su bloc, por el momento cree
que ha condensado en siete puntos los hechos e interrogantes más relevantes
referidos al caso Pradera. Piensa que investigar al Chato de Trebujena y a
Carlos Espinosa, por ahora principales sospechosos, queda fuera de su alcance y
del de sus amigos. Tendrá que ponerlo en manos de la Guardia Civil. Reúne a su
cohorte de ayudantes y les explica lo descubierto hasta ahora.
-Macho, veo
que no has perdido el oficio –afirma con su habitual desparpajo Álvarez.
-En esos
puntos hay muchos hilos de los que tirar –observa Ponte.
-Esas dos
horas que has mencionado son la clave del problema –comenta Ballarín.
-No sabía
que un crimen se investigara así –se sorprende Ramo.
-Bueno,
todavía no se puede hablar de crimen, aunque sí de una muerte sospechosa
–precisa Grandal.
-¿Y ahora
qué hacemos, a quién investigamos? –pregunta Álvarez.
-A quienes
primero hay que investigar es a ese antiguo boxeador, el Chato de Trebujena, y
a Carlos Espinosa y ambos están fuera de nuestras posibilidades porque no
residen aquí. Esto es un trabajo de la policía; bueno, en este caso de la
Guardia Civil. Voy a llamar al sargento Bellido y le voy a contar lo que acabo
de referiros.
-Ya estamos
como siempre: unos cardan la lana y otros crían la fama –protesta Álvarez.