Ese es el título de la nueva novela cuyo
primer episodio se colgará en este blog el 16 de febrero de 2016. Trata del
robo de un tesoro de 122 piezas de oro que los indios quimbayas, del valle
colombiano del Cauca y regiones contiguas, escondieron en dos sepulturas que
podrían datarse sobre el siglo VI y que no
fueron descubiertas hasta 1891.
Hasta casi finales del siglo XIX, los
objetos de oro que eran encontrados en América solían ser fundidos para
convertirlos en monedas o lingotes. No importaba su valor histórico, artístico
o arqueológico. El Tesoro Quimbaya fue uno de los pocos que se libró de ser
dispersado y, lo que hubiera sido irreversible, también se libró de ser fundido.
El tesoro lo compró el Gobierno colombiano
que en 1893 lo regaló a la Reina María Cristina de España como agradecimiento
por su mediación en un conflicto que Colombia mantenía con Venezuela. La
donación fue, al parecer, un tanto alegal y desde hace años el tesoro ha sido
reclamado por diversos estamentos culturales y judiciales colombianos, algunos
de los cuales mostraron su satisfacción de que a causa del robo el tesoro ya no
radicara en Madrid.
El tesoro es, sin ninguna duda, la colección
más señera del Museo de América donde se expone. Su robo representaría un duro
golpe para el prestigio del Estado Español, que es el titular del museo, y
pondría en solfa el merecido crédito de las fuerzas de seguridad españolas. Habría
que recuperarlo a toda costa y para eso la policía tendría la ayuda, no pedida,
de unos impensados colaboradores.
¿Quiénes son esos colaboradores no pedidos?
Lo desvelamos en el post que colgaremos el próximo martes, día nueve.