"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

martes, 1 de abril de 2014

3.15. Meterse a redentor es problemático

   En la charla dominical de esa mañana, Pascual Tormo acaba de explicar cómo son los trámites urbanísticos.
- La tramitación, tanto de un PGOU como de un PAI, realizada por el Ayuntamiento es gratuita para los propietarios de los terrenos que, en cambio, si tienen que rascarse el bolsillo en la fase de urbanización. El proceso obliga a cada propietario a ceder una parte de su terreno al propio Ayuntamiento para que éste pueda cumplir con las necesidades de dotar a la urbanización de viales y equipamientos sociales. Los propietarios deben abonar una cantidad fija por cada metro cuadrado que les haya quedado para costear entre todos el coste de urbanizar. ¿Ha quedado claro, alguna duda?
- Pascual – comenta un asistente con pinta de jubilado y en plan confianzudo -, a mí claro me ha quedado, pero por lo que nos contó el otro día Blay en todo ese proceso puede haber mucho gato encerrado.
- No lo niego. Ahora bien, si las cosas se hacen correctamente, y con escrupuloso respeto a la normativa, los beneficiados pueden ser la mayoría de los afectados por el plan.
- Ahí está la madre del cordero – interviene otro -, si las cosas se hacen bien, pero lo que es aquí creo que se están haciendo muy mal. A mí me han contado otra gatada que ha hecho la empresa urbanizadora. Al parecer los terrenos pertenecientes a los espacios públicos como caminos, cañadas, acequias y demás pertenecen a los propietarios del territorio al que sirven; es decir, tendrían que ser de todos, pero resulta que se los ha apropiado la urbanizadora y los del Ayuntamiento se han hecho los locos. Y solo la superficie que ocupan los caminos supone miles de metros cuadrados que los promotores se meten en el bolsillo.

   Otra vez vuelven los murmullos que Tormo intenta acallar retomando su exposición, pero antes concede la palabra al tío Blay que ha levantado la mano.
- La última vez me dejé algunas cosas en el tintero para no hacerme pesado, por ejemplo no os conté lo que ha pasado con el reparto de las parcelas urbanizadas. Yo, infeliz de mí, creía que me iban a dar el trozo de mi huerto que quedaba después de lo que me habían quitado, pero qué va. Me dieron una parcela donde Cristo perdió los zapatos. Más lejos del mar y muy mal comunicada.
- Eso que cuenta el tío Blay es una muestra de la cantidad de oscuros recovecos que tiene el urbanismo – comenta Tormo -. Naturalmente, cada proceso urbanizador es una historia diferente, como es distinto el talante con el que la administración los ejecuta. Desde los consistorios que se atienen a la normativa, los menos, hasta los que actúan en función de los intereses de los promotores, los más – Llegado a este punto tiene que hacer un esfuerzo y morderse la lengua para no soltar que eso es lo que está pasando en el pueblo. Meterse a redentor siempre ha sido problemático.

   La curiosidad de Sergio le lleva a repreguntar:
- Y una vez urbanizada una zona, ¿quiénes son los que realmente se benefician de ello?
- El primer beneficiado es el Ayuntamiento. Al cambiar el concepto del impuesto de bienes inmuebles, más conocido por IBI, de rústica por el de urbana, al ser la tributación de esta última mucho más elevada obtendrá un notorio incremento en sus ingresos. Los segundos beneficiados son los propietarios de los terrenos rústicos que hayan participado en la urbanización, puesto que el valor de la parcela que les corresponda aumenta mucho de precio, dependiendo lógicamente de la demanda de solares. En tercer lugar, los constructores que, aunque sean los últimos en participar, son los que suelen arramblar con parte del león.
- Lo que acabas de explicar ¿siempre es así? Es decir, ¿cuándo se urbaniza siempre ganan todos? – inquiere interesado el joven.
- No necesariamente. Es cierto que el precio del metro cuadrado de rústica se multiplica cuando se urbaniza y que con su posterior venta se puede ganar mucho, pero esto hay que matizarlo. Si el propietario de una parcela urbanizable tiene dinero en efectivo y puede prescindir de él hasta que la venda seguramente podrá obtener un beneficio considerable. Al contrario, aquel que no disponga de efectivo e hipoteque sus bienes, para ganar posteriormente con la venta, corre el riesgo de que no pueda vender la parcela porque haya exceso de oferta o porque decaiga la demanda, entonces se encontrará con el problema de hacer frente a los gastos de la hipoteca, que quizá no pueda asumir, y correrá el riesgo añadido de que le embarguen la parcela y tenga que seguir pagando la hipoteca. Aunque he de precisar que esto no ocurre muy a menudo – al llegar aquí prefiere no entrar en más disquisiciones para no enredar peligrosamente la madeja.

   Tormo no contaba con la insaciable curiosidad, así como con la agudeza de su joven alumno para separar la paja del trigo:
- Profesor, creo que sólo has contestado la mitad de mi pregunta, has hablado de los que ganan y también de los que pueden perder, aunque no siempre, pero no has dicho nada de si, al urbanizar un terreno en un pueblo como éste, hay algunos que siempre pierden. ¿Los hay?
   Ante una formulación tan directa a Tormo no le queda otra que coger el toro por los cuernos:
- Sí, los hay. Unas veces los que pierden son personas de carne y hueso. Otras, son aspectos inmateriales o intangibles o naturales. Pondré algunos ejemplos. Personas que pierden: cuando los costes de urbanizar un territorio son tan elevados que muchos de los propietarios, como expliqué antes, no pueden costearlos, por lo que han de hipotecar sus bienes o malvenderlos para poder hacer frente a tales gastos. Otra clase de perdedores son los de aquellos propietarios que, por los motivos que fuese, no querían que se urbanizara sus propiedades y han tenido que doblegarse puesto que la norma así lo impone. Es el caso del tío Blay. En alguna medida esa normativa tiene un cierto carácter confiscatorio y eso atenta contra la libre opción de cada propietario a urbanizar o no. Naturalmente que hay perdedores, podría citar más ejemplos, pero creo que con los mencionados son suficientes. ¿Aclarado?
- Aclarado el supuesto de las personas que pierden, pero has hablado de que también pueden ser perjudicados aspectos inmateriales, intangibles o naturales. Eso no lo has explicado – insiste Sergio.
   Tormo piensa que deberá tener una conversación privada con ese chico para que no siga pasándose de listo, pero acepta el envite:
- Empecemos por los aspectos naturales. Urbanizar supone alterar profundamente el paisaje: arrancar árboles y plantas, eliminar cultivos y pastos, derruir cabañas, casetas de campo, parideras, majadas; en fin, todo cuanto los urbanizadores cataloguen como un estorbo. Y luego están otros efectos, claramente perdedores con el urbanismo. Por ejemplo: la impresión de desolación, de proyecto inconcluso que producen aquellas urbanizaciones en las que, por múltiples causas, no llegan a construirse inmuebles. Todos habéis visto alguna urbanización del tipo al que me refiero. Esos terrenos urbanizados en los que no hay más que solares sin viviendas, puntos de luz que no se encienden porque no hay nada que alumbrar, viales sin coches, aceras sin peatones, etcétera, producen una especie de profunda tristeza. Podría poner muchos más ejemplos, no lo voy a hacer por dos motivos: el primero es que lo de meterse a redentor no va conmigo y puede ser problemático, el segundo y más importante – y lo que dice a continuación lo acompaña con una sonrisa cómplice con sus alumnos - es que hemos cumplido con creces el horario. Por consiguiente, que tengáis un feliz domingo y hasta la próxima charla que, os recuerdo, será la última.