viernes, 17 de enero de 2025

Libro IV. Episodio 83. Los exámenes patrióticos

 

   Álvaro mira a su hermano Julián, lleva el uniforme que le identifica como miembro del Tren de transporte del Ejército republicano, está sucio y desgreñado, pero en general no tiene mal aspecto, aunque está bastante más delgado. El tío Luis corta las efusiones de sus sobrinos y saca la cartilla militar de Julián de cuando hizo el reglamentario servicio militar en el Parque y Centro de Abastecimiento de Material de Intendencia, que en previsión se han traído. Le enseña el documento al teniente Pérez Palomo al tiempo que le explica:

   -Como verá, esta cartilla identifica al soldado Julián Carreño Manzano y, a su vez, prueba que, cuando en su día hizo el servicio militar, trabajó de chófer en el Parque –y dirigiéndose a Julián le ordena-. Sobrino, recoge tus pertenencias que te vienes con nosotros.

   -Es que verá, mi teniente coronel… -el teniente no puede seguir porque Luis le corta.

   -¿Algún problema, teniente? –pregunta al tiempo que mira amenazadoramente al oficial.

   -No, mi teniente coronel, solo que hay que rellenar el formulario de la salida del campo de Julián.

   -¿Y a qué espera para ordenarlo? Le doy diez minutos, ya le dije que nos esperan en el gobierno militar de Alicante.

   Mientras el sargento rellena el correspondiente formulario de salida del campo, Julián se ha ido a recoger sus pertenencias que consisten en una manta y un macuto. Al tiempo que los dos Manzanos se despiden, ahora con más cordialidad, del jefe del campo.

   -Creo que se llama usted Agustín Pérez Palomo. Hablaré en el ministerio de usted, les diré que han hecho una buena elección al escogerle como jefe de este campo. Es usted un oficial de gran eficacia, en el tabor pueden estar orgullosos de contarle entre sus filas –hasta parece que Luis se ha humanizado, aunque en realidad todo es un paripé.

   En cuanto regresa Julián, el sargento le da el certificado de su salida del campo por no estar incurso en ninguno de los apartados que establece la Ley de responsabilidades políticas de febrero del 39. Tras los cual, el teniente, dirigiéndose al tío Luis, le dice:

   -Mi teniente coronel, ahora ya puede llevárselo bajo su personal responsabilidad. Ah, y otra cuestión: deberá estar localizable en los próximos meses por si la Auditoria ordena la práctica de alguna información previa. Que tengan un buen viaje y ya saben dónde me tienen.

   Durante el viaje de vuelta a Madrid, Julián les cuenta cómo fueron los últimos días de marzo cuando los ejércitos republicanos en tierras levantinas se desmoronaron como un castillo de naipes. La gente comenzó a desaparecer de sus unidades, especialmente los procedentes de la región levantina, aunque recuerda que un compañero, natural del municipio madrileño de Fuenlabrada, le anunció que se marchaba, y que cuando le dijo que había más de 400 kilómetros de Gandía, que era donde estaban, a su pueblo, le respondió:

   -Como si hay mil.

   En las paradas que hace el trío durante el trayecto, Luis y Álvaro se admiran de la voracidad con la que come Julián y de las cantidades que ingiere. Prueba del hambre atrasada que debe tener, por lo que, en vez de tres raciones, suelen pedir cuatro. Otra de las previsiones que tomó Álvaro, antes de partir a Albatera, fue llevarse uno de los trajes de paisano de su hermano para que no llamara la atención con su uniforme del Ejército republicano. Y en esas que llegan a Madrid. El recibimiento que la familia dispensa a su hermano es como si Julián, tras fallecer, hubiese resucitado. Aunque la alegría por su reaparición se ve apagada por la noticia que le dan: su madre ya no está con ellos. Pasados unos días, Julián habla de volver a trabajar, pero su padre le aconseja que no se precipite.

   -No tengas prisa, primero debes reponerte, amortiguar el hambre canina que todavía te obsesiona, volver a acostumbrarte a la vida civil y luego ya hablaremos de trabajo.

   Jesús, para animarle, le dice que en Callao ha visto un cartel publicitario anunciando: Alicante, la millor terreta del mon.

   -Eso díselo a uno que haya estado interno en Albatera y verás qué te contesta –responde, airado, Julián.

   La Ciudad Universitaria, que durante casi dos años fue campo de batalla en el asedio a Madrid, ha sido prácticamente destruida, por lo que Jesús, que va a reemprender los estudios de Farmacia, tiene que ir al caserón de San Bernardo a preguntar cuándo recomenzarán las clases. Lo que saca en limpio es que nadie tiene una idea precisa del reinicio, aunque lo más probable es que se realice en otoño. En esa visita, es cuando oye por primera vez la expresión exámenes patrióticos. Pregunta y le cuentan que se están preparando unos exámenes especiales para quienes hayan participado en la guerra, en el bando vencedor naturalmente. Sigue indagando y un conocido que trabaja en el pabellón de gobierno de la universidad Central le da más datos.

   -Se comenta que esos exámenes pueden ser un coladero. Bastará presentarse de uniforme a los exámenes, también parece que contará, además de ser excombatiente, ser alférez provisional, camisa vieja, excautivo y todas las situaciones relacionadas con Falange.

   Tras esta información, Jesús piensa en cómo aprovecharse de tales exámenes. El gran problema es que él no entra en ninguna de esas categorías. Piensa que si Álvaro no se hubiese vuelto a Palma le podría echar una mano, pero ahora no tiene a quién recurrir. Se lo comenta a Pilar que enseguida comprende la oportunidad que se le presenta a su hermano de licenciarse en Farmacia en un par de años y no en cuatro como le faltan.

   -¿Sabes qué?, se lo voy a comentar a Luis que en esas cuestiones se mueve como pez en el agua. Por lo pronto, ya tiene medio solucionada su situación personal para que no le imputen su condición de exsoldado de la república, y así poder reintegrarse a su plaza de notario.

   -¿Y cómo lo ha conseguido?

   -Ha sido decisiva la ayuda que le ha proporcionado don Nicolás Ferrero, un viejo notario de Madrid, que ha sido quien ha movido los hilos. A lo mejor te puede echar un capote.

   -¿Y crees que se prestará a ayudarme?

   -Hermano, Luis hará lo que yo le pida, además le caes bien, fuiste uno de los que no montó un pollo cuando papá se enfadó conmigo.

   Pilar cuenta a su novio la oportunidad que se le presenta a Jesús y lo bueno que sería para ellos que en la familia hubiese un segundo título de licenciado en Farmacia. Así, si en algún momento lo necesitaran, ella podría llevarse el suyo sin dejar tirada a la familia. Luis se pone al tajo e inmediatamente se tropieza con el obstáculo insalvable de que Jesús no ha participado en la guerra, solo hay una posible vía de salvación: si él ha conseguido convertirse en camisa vieja de la noche a la mañana, también puede lograrlo para Jesús.

 

PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro IV, Las Guerras, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 84. Los Carreño se ponen el mono de trabajo