Tal y como habían quedado, el uno de agosto Luis Álvarez recoge a Manolo Ponte en la esquina de Hilarión Eslava con Joaquín María López.
-¿Listo para
el viaje? –pregunta Álvarez.
-Listo. ¿Por
dónde vas a ir para coger la nacional tres? –quiere saber Ponte.
-Manolo,
hace mucho que dejó de ser la nacional tres, ahora se llama la A-3, Autovía del
Este o del Mediterráneo –precisa Álvarez antes de contestar a la pregunta
formulada-. Había pensado en ir por la M-30, pero mi hijo Nacho me ha
recomendado que es mejor tomar los túneles del Manzanares que nos dejarán en el
comienzo de la autovía.
-Nunca he
sabido porqué a la carretera de Valencia, como antes se le llamaba, pasó a ser
la A-3 –comenta Ponte.
-Hombre,
Manolo, parece mentira que un tío tan leído como tú no sepas eso. Las antiguas
carreteras nacionales radiales que partían de Madrid hacia las ciudades
costeras son las que hace años se desdoblaron y se convirtieron en autovías. La
primera es la A-1 o Autovía del Norte que enlaza Madrid con San Sebastián,
luego la A-2 o Autovía del Nordeste que conecta Madrid con Barcelona, después
la A-3 ya citada que une la capital con Valencia, después viene la A-4, Autovía
del Sur o de Andalucía que enlaza Madrid con Sevilla, luego la A-5, Autovía del
Suroeste o de Extremadura que va de Madrid a Badajoz y finalmente la A-6,
Autovía del Noroeste que conecta la capital con La Coruña.
-Que ahora
la llaman A Coruña –puntualiza Ponte apabullado por la erudición viaria de su
compañero.
-Sí, se
empeñaron los nacionalistas gallegos y lo consiguieron, y en efecto ahora se
dice A Coruña, pero como yo no soy ni nacionalista ni gallego para mí será
siempre La Coruña tal y como nos enseñaron en la escuela –afirma Álvarez.
A todo eso, ya se han metido en los túneles
de la M-30, lo que aprovecha Ponte para dar pie a que su amigo exhiba otra vez
sus amplios conocimientos viarios.
-Luis,
cuéntame la historia de estos túneles.
-Pues verás,
los túneles de la M-30, que es la carretera que constituye el primer anillo
vial que circunvala Madrid, son un conjunto de cuatro túneles carreteros en
doble tubo. Su longitud total es de algo más de cuarenta y tres kilómetros y
forman la mayor red de túneles urbanos de Europa. Comenzaron las obras en 2004
y concluyeron en poco más de tres años. Y no te explico más porque podría
contarte mil y una anécdotas de la construcción de esta obra que ha facilitado
enormemente la circulación en la capital.
-¿Y cómo
sabes tanto de los dichosos túneles?
-Ten en
cuenta que para los que trabajábamos en el Canal, una obra de esas proporciones
nos ocasionó múltiples quebraderos de cabeza. No puedes ni imaginarte la de
cortes de agua, desvíos y nuevas canalizaciones que hubo que hacer. El día que
se inauguraron los dichosos túneles respiramos.
Cuando salen del último tramo del túnel,
cogen una desviación que indica A-3 e inmediatamente desembocan en la autovía
que muere en Valencia. El tráfico es denso y a la altura de Rivas-Vaciamadrid
sufren la primera retención que continúa al llegar a Arganda del Rey y Perales
de Tajuña y que solo se aminora a la altura de Villarejo de Salvanés, para
finalmente casi diluirse tras pasar Fuentidueña de Tajo último pueblo de la
Comunidad de Madrid. Después entran en la provincia de Cuenca en la que muchos
de sus pueblos tienen nombres altisonantes en contraste con su exigua
población: Villares del Saz, Cervera del Llano, Castillo de Garcimuñoz,
Torrubia del Castillo o Atalaya del Cañavate, punto en el que la A-3 enlaza con
la Autovía de Alicante.
-¿Dónde
prefieres que paremos a almorzar? –pregunta Álvarez.
-Donde
quieras, esta ruta la conoces mejor que yo.
-¿Te apetece
que comamos en el Parador de Alarcón?
-La verdad
es que no lo conozco y los paradores tienen fama de que se come bien.
-Doy por
afirmativa tu ambigua respuesta y vamos a Alarcón. Hay que desviarse unos pocos
kilómetros de la autovía, pero vale la pena.
A la altura de Honrubia toman la salida 166
y se adentran en la estrecha carretera que conduce al pueblo de Alarcón.
Álvarez le cuenta a su amigo la historia del parador: el castillo de Alarcón en
su origen fue una fortaleza medieval musulmana construida en el siglo VIII y
que fue conquistada por el rey castellano Alfonso VIII a fines del siglo XII.
El castillo se asienta sobre un promontorio rocoso que mira a un meandro del río Júcar, cuyas aguas se
represan en un cercano paraje formando el embalse de Alarcón. Desde sus almenas
se divisa un vasto territorio hasta la linde con la provincia de Valencia. Tras
siglos de abandono, en la década de los sesenta el castillo fue restaurado
cuidadosamente y convertido en parador de turismo.
-Verás cómo
te gustará –concluye Álvarez-. Es un lugar que te traslada a la Edad Media a
través de su monumentalidad, de su torre del homenaje y hasta del peñasco en
que está enclavado, el Pico de los Hidalgos. Y el propio pueblo de Alarcón,
emplazado junto al parador, es un lugar que vale la pena visitarlo, prueba de
ello es que ha sido declarado Conjunto Histórico
Artístico por su belleza y armonía.
A Ponte le gusta el Parador de Alarcón, pero
todavía más su cocina. Ambos amigos optan por pedir los platos más típicos de la
comarca e intercambiar raciones. Y así prueban el morteruelo conquense, el lomo
de orza, la perdiz en escabeche y los duelos y quebrantos. Con este último
plato ya no puede Ponte que se excusa:
-Esto de los
duelos y quebrantos está muy rico, pero es para estómagos más jóvenes. ¿De qué
están hechos?
-Es uno de
los platos tradicionales de la cocina manchega. Sus principales ingredientes
son huevo revuelto, chorizo y tocino de cerdo entreverado.
-¡Cómo se van
a poner mis lípidos! –exclama jocosamente Ponte.
-¿No vas a
probar los postres? Lo digo porque tienen un surtido de pastelillos de origen
árabe que son la releche.
-No me tientes,
Luis. No me cabe nada más.
Tras el sabroso almuerzo, se toman un par de
cafés en el bar del parador para estar más despejados y prosiguen el viaje
pasando junto a las Hoces del Río Cabriel, afluente del Júcar, y de las que
Álvarez le explica a su copiloto que dicha zona, por su dificultad orográfica y
por la existencia de cierto tipo de fauna, retrasó considerablemente la construcción
de la autovía. Al poco llegan al embalse de Contreras que represa las aguas de
los ríos Cabriel y Guadazón y que constituye la frontera entre la Comunidad de
Castilla-La Mancha y la Valenciana.
-¿Cuál es el
primer pueblo de la Comunidad Valenciana que cruzaremos? –quiere saber Ponte.
-Utiel y
luego viene Requena. Es la comarca vitivinícola más importante de Valencia. Por
cierto que desde hace unos años elaboran un cava que es tan bueno como el
catalán y bastante más barato.
-Recuerdo
que en Iberdrola había un tío que era de un pueblecito al lado de Requena y que,
curiosamente, no sabía ni papa de valenciano –rememora Ponte.
-Es natural.
Desde Siete Aguas hasta el límite con Cuenca todos los pueblos de la zona son
castellanohablantes.
A medida que se acercan a la ciudad del
Turia, el tráfico vuelve a crecer y los vehículos ralentizan su marcha, lo que
le permite a Ponte recrearse en el paisaje y fijarse en detalles que a otra
velocidad pasarían inadvertidos.
-¿Qué es esa
megaconstrucción de la izquierda? –pregunta Ponte.
-Es la
antigua Universidad Laboral de Cheste ahora reconvertida en centro educativo
creo que de formación profesional –explica Álvarez-. Y cerca está el circuito
de carreras en el que se celebra una de las pruebas puntuables para el
Campeonato del Mundo de Motociclismo. Y en unos minutos, también a nuestra
izquierda, estaremos junto al Aeropuerto de Valencia-Manises, pero que desde la
autovía no se ve.
-¿Por dónde
entraremos a Valencia?
-No
entraremos. Antes de llegar a la ciudad cogeremos la autovía de circunvalación
que pasa por encima del nuevo cauce del Turia y que tiene una triple
desembocadura: la carretera nacional 340, la Autovía de La Plana y la Autopista
del Mediterráneo o AP-7 que vale la pena cogerla, aunque sea de pago, por ser
más segura. Mi hijo Nacho coge siempre la Autovía de La Plana y todo por
ahorrarse unos euros pues es gratuita. Por cierto, ¿conoces la historia de la
circunvalación de Valencia?, ¿no? Verás…
Y Álvarez le cuenta a su amigo que durante
muchos años se podía ir sin pararse en un semáforo desde Berlín a Valencia a
través de la red de autopistas y autovías europeas, pero que al llegar a la
ciudad levantina se terminaba esa red porque no estaba construida la
circunvalación valenciana y para seguir camino hacia el sur había que
adentrarse en la ciudad. Por eso irónicamente se le llamaba a Valencia El semáforo de Europa. Ello acabó cuando
se construyó lo que se conoció como el by-pass o autovía de circunvalación.
-… y el
anglicismo sigue usándose. Mira, ahí cogemos la A-7. En poco más de una horita
estaremos en Torreblanca. La playa nos espera.
PD.- Hasta
el próximo viernes