Sergio saluda a la pareja de
jubilados sentados como siempre en su bar habitual.
- A los buenos días, señores.
- Hombre, ya te echábamos de menos. Siéntate. ¿Qué quieres tomar? Pepe –
llama Francisco al camarero -, cuando puedas.
- ¿Qué nos cuentas de nuevo? ¿Te cogieron en Mercadona? – se interesa
Lisardo.
- No señor, no me cogieron. Según el encargado no daba el perfil que
buscaban, pero me dijeron que se quedaban con mi nombre por si surgía algo
apropiado. Es la historia de siempre, que hoy no, pero a lo mejor mañana sí. Yo
creo que cuando me ven tan escurrido de carnes decir no es lo primero que les
viene a la boca.
- En cambio yo – tercia Francisco - tengo una buena noticia que darte.
- ¡No me diga que me ha encontrado trabajo! – exclama un alborozado
Sergio.
- No eches las campanas al vuelo, hijo. Se trata de algo más modesto, en
verdad más que un trabajo es una chapuza. A Julio Bort, otro amigo prejubilado,
de vez en cuando todavía le sale algún trabajillo, ya os podéis imaginar que
sin factura ni IVA, todo en negro. La próxima semana tiene que reformar un baño
y una cocina en Benialcaide y necesita un peón de albañil de confianza. Le
hablé de ti y me dijo que vayas a verle. Por descontado, ni papeles ni
historias. Te pagará dinero en mano.
- Muchas gracias, señor Francisco, se lo digo de corazón – musita un
agradecido Sergio -. ¿Sabe cuántos días va a durar la faena y… - duda en sí
formular la pregunta, pero termina haciéndola – cuánto piensa pagarme?
- Será una chapuza de unos días, no mucho más de una semana. Y como te
sigo teniendo querencia te voy a dar dos consejos. El primero es que no
regatees, acepta lo que te ofrezca, tal y como está el patio es mejor ganarse
unos duros – Para el señor Francisco el euro es como si no existiera, sigue
pensando en pesetas – que estar contando telarañas. El otro es que te portes
bien. Así quizá te vuelva a llamar otro día. Nada de darle al frasco ni acudir
emporrado al tajo. ¿De acuerdo?, pues ojo al cristo que es de plata.
En cuanto entra en casa, a
Sergio le falta tiempo para contar a Lorena la buena nueva:
- Encontré trabajo.
- Alguna vez tenía que terminar el mal fario, que parece como si nos
hubiese mirado un tuerto. ¿Dónde será el curro y de qué va?
- Es una chapuza en un piso de Benialcaide. Será cuestión de unos
cuantos días, pero menos da una piedra.
- Buf – resopla Lorena, decepcionada -, una chapuza, esperaba que fuese
un trabajo de verdad.
- Bueno, no está el panorama como para desperdiciar ninguna oferta. Ya
sé que no es gran cosa, pero me voy a ganar unos eurillos curiosos, que no veas
como nos van a venir.
- Sí, no nos vendrán nada mal, pero las chapuzas no dejan de ser más que
trabajos de quita y pon. Eso es pan para hoy y hambre para mañana. Lo que
tendrías que hacer es decidirte de una puta vez a trajinar para el Perchas.
Hace un par de días me lo encontré y volvió a repetirme que con lo que tú sabes
de números le vendrías al pelo, que podrías ganar un pastón.
Sergio sabe, porque lo habló
con el Perchas, que el narcotraficante no lo quiere para que le lleve las
cuentas, para eso ya tiene un contable profesional. Lo quiere para incorporarlo
a su red de menudeo porque tiene una presencia un pelo mejor que la mayor parte
de sus camellos. Y no sabe por qué, pero se resiste a contarle a Lorena la
verdad, en su lugar opta por darle largas, terreno en el que sabe que supera
con mucho a la mujer
- ¿Qué iba a ganar un pastón sólo moviendo hierba? ¿Y qué pasa si te
trincan? Pues que vas al trullo de cabeza y una vez que tienes antecedentes en
cada ocasión que haya una redada vienen a por ti. Y si no encuentran a quien
buscan igual te cuelgan el muerto.
- Eso no le pasa al Perchas.
- ¡Faltaría más que le pasase! Para eso se gasta una pila de dinero en
sobornos, para quedar al margen de todas las redadas. Pero yo ¿de dónde iba a
sacar tanta manteca?
- Por ahí dicen que el costo no está tan perseguido como el perico y el
caballo.
- Por ahí también decían que éste es un país que jugaba en la champions league cuando donde estamos es
en regional. ¡No te jode lo que hay que oír!
Sergio lo ha pensado muchas
veces, pero no encuentra una respuesta concluyente a su rechazo a trabajar de
camello. En su fuero interno sabe que Lorena tiene razón, si se metiera en el
mundo de la droga ganaría mucho dinero, pero también sospecha que si lo hiciera
no se contentaría con fumarse un canuto de vez en cuando, sino que volvería a
engancharse a la coca y quizá hasta a la heroína. Ya vivió en el dantesco mundo
de los adictos y teme que salir de él por segunda vez sería poco menos que
misión imposible. Con todo, esa razón no es la única causa que le lleva a hacer
oídos sordos a la insistencia de su pareja para que trabaje con el Perchas, el
mayor distribuidor de drogas de la zona. Intuye que su repudio tiene más que
ver con algo mucho más hondo que el miedo a la recaída. En todo caso, y como en
otras ocasiones, decide darle a la mujer
un motivo para que no siga insistiendo:
- De todas maneras, me pensaré lo de trajinar con el Perchas. En cuanto
termine este trabajillo igual me paso a verle.