La comitiva, seguida por gran número de
vecinos, se dirige a las nuevas escuelas ubicadas en la calle Sichar. Han
montado una especie de rústica carpa en el patio del colegio, al fondo de la
cual hay una improvisada tarima, con una larga mesa, desde la que las autoridades
presidirán el acto. La han guarnecido con unos faldones laterales y a falta de
reposteros hay unos cobertores y los cuadros de Franco y José Antonio
escoltando el crucifijo del centro. A ambos lados del fondo del escenario hay
dos niños enarbolando la bandera nacional y la de Falange. En la parte
delantera de la carpa se han colocado varias hileras de sillas de tijera que
rápidamente han sido ocupadas por los primeros en llegar, el resto de
asistentes ha de quedarse de pie y son muchos los que ni siquiera consiguen
acceder al entoldado, en un lateral del cual han puesto unos bancos corridos en
los que se sienta una representación de los alumnos del centro docente que
ahora se inaugura.
En
el acto solo intervienen dos oradores: el jefe local y el provincial. Gimeno,
que lleva el uniforme falangista reglamentario y que estrena este día, se pone
de pie, se cuadra ante el Gobernador, y pide su venia:
- Con tu permiso, camarada.
Se
acerca al micrófono y le da unos golpecitos que resuenan como disparos, se
aclara la voz y empieza un discurso que ha preparado y ensayado minuciosamente:
- Excelentísimo señor Gobernador Civil y Jefe
Provincial del Movimiento, reverendo señor cura párroco, dignísimas autoridades
provinciales y locales – se ha cuidado muy mucho de no citar explícitamente al
alcalde -, señoras y señores, queridos niños: hoy es una fecha que las
generaciones futuras tendrán que marcar con piedra blanca en los anales de la
historia local. Hoy es uno de esos días que simbolizan un hito imperecedero en
el devenir de una comunidad. Hoy es un momento histórico para todos los
presentes y, sobre todo, para vosotros, queridos alumnos, porque inauguramos
oficialmente un templo del saber que, por primera vez en la vida del pueblo,
estará a la altura de lo que demandan los tiempos modernos. Ahí lo tenéis, alumnos
de Senillar, un grupo escolar construido con los mejores materiales y que
desafiará el paso de los años, un centro educativo equipado con los más
modernos instrumentos didácticos, unas aulas amplias, luminosas, soleadas…
donde unos entregados profesores os enseñarán que sois unos seres
trascendentes, que sois portadores de valores eternos, que sois el relevo de
unas generaciones que han tenido que luchar duramente para que podáis gozar de
una paz que, gracias a la entrega y la omnisciencia del Caudillo, disfruta
nuestra Patria…
El
joven político sigue y sigue con su farragosa y grandilocuente oratoria que si
bien fatiga a algunos embelesa a los más ¡Hay que ver el secretario de San
Isidro lo bien que habla, es un pico de oro!
- … os tengo que confesar que el día en que
fui a presentar los planos de las nuevas escuelas a nuestro jefe provincial,
para que los conociera, estaba tan nervioso que me dolía el estómago. No podía
imaginarme, camarada, – y todo esto lo está diciendo mirando al Gobernador –
que saldría de tu despacho confortado e ilusionado porque… – y vuelve a
dirigirse al auditorio –, tengo el honor de proclamarlo en público, este
magnífico edificio, que hoy inauguramos, recibió el impulso decisivo gracias a
la directa intervención del excelentísimo señor don Francisco Javier Municio,
que hoy nos honra con su presencia. Sin su generosa ayuda, sin su aliento constante,
sin su apoyo irreductible esta obra hubiera tardado mucho más en llevarse a
cabo. Porque no creáis que su gestación ha sido fácil, todo lo contrario. Este
centro del saber ha tenido enemigos, quizá no por mala voluntad, posiblemente
más bien por ignorancia. En cambio, nuestro jefe y guía desde el primer momento
me dijo: camarada, adelante, una obra que sirve a la juventud debe de ser lo
primero que hay que acometer porque solo recogen cosechas los pueblos que saben
sembrar…
Un
atronador aplauso se funde con la pausa del orador. La metáfora de la cosecha y
de la siembra la han entendido todos y evidentemente les ha gustado. Mientras,
el Gobernador se está preguntando: ¿y cuándo le dije todo eso?
- …y este grupo escolar, que hoy inauguramos,
va a llevar un nombre ilustre, el del más recordado de nuestros camaradas, el
del más llorado de nuestros caídos, se va a llamar José Antonio. Estuvimos
dudando si poner el patronímico completo de El Ausente, pero al final creímos
que era suficiente con su mero nombre. Mis queridos pequeños, entrar todas las
mañanas en un templo del saber con el nombre de José Antonio servirá para que,
recordando sus palabras,…
Una
cálida ovación cierra la intervención de Gimeno, quién después de agradecer las
muestras de apoyo, cede la palabra al preboste provincial. El Gobernador hace
un discurso escueto. Da las gracias a las autoridades locales por su tesón para
llevar adelante la construcción de las nuevas escuelas, agradece a los vecinos
su apoyo y su asistencia al acto, les dice a los niños que han de aprovechar
las oportunidades que les va a brindar el flamante colegio, recuerda a todos
que la educación de las jóvenes generaciones es una de las más queridas
preocupaciones del Generalísimo y cierra la intervención con su felicitación y
aliento para el jefe local del Movimiento a quien augura un brillante futuro.
- … y con estas palabras, doy por inaugurado
el Grupo Escolar José Antonio de Senillar. Muchas gracias.
Termina el acto con todos los presentes puestos en pie, el brazo
extendido haciendo el saludo romano y cantando el Cara al sol, al final del
cual el Gobernador da los gritos de rigor coreados por los asistentes:
- ¡España!
- ¡Una!
- ¡España!
- ¡Grande!
- ¡España!
- ¡Libre!
- ¡Arriba España!
- ¡Arriba!
- ¡Viva Franco!
- ¡Viva!
Acabado
el acto el Gobernador pretende marcharse, pero su secretario, en rápido
conciliábulo, le informa que las autoridades locales han preparado una cena en
su honor y que esperan que se quede, lo contrario se lo tomarían como un desaire.
El jerarca hace un mohín y asiente, un día más va a llegar al Gobierno Civil a
las tantas, pero que se le va a hacer, son gajes del cargo. Lo que ha sido
calificado como un tentempié es un ágape en toda regla en el que el plato
fuerte son unas perdices trufadas que huelen que alimentan. Parece que el
Gobernador está un tanto inapetente porque cuando sirven las gallináceas se
limita a pinchar algo de la guarnición, pero no prueba las aves, por mucho que
Gimeno, que está sentado a su lado, le insiste en lo ricas que están y que son
de toda confianza porque las cazaron el día anterior.
Mientras el poncio se despide de las autoridades municipales, Germán, su
secretario particular, le echa un chorreo del carajo a su camarada Gimeno:
- Pero, José Vicente, ¿a qué lumbrera se le ha
ocurrido poner perdices en el menú?
- Tú mismo me comentaste una vez que al jefe
le gustaban mucho, por eso las hemos puesto, y ¡anda qué no costó cazarlas, con
las pocas que ahora hay!
- ¡Los de pueblo sois la releche! Poner perdices,
acabadas de cazar, al Gobernador estando en plena veda. ¡Os habéis lucido!