Tras conquistar Morella, los nacionales se dirigen hacia Alcanar, ya en tierras catalanas. A mediados de abril, las fuerzas nacionales tienen a tiro de fusil la carretera y el ferrocarril de Valencia a Barcelona. La llegada al Mediterráneo, la cuenta Valdés a sus compañeros de tertulia.
-Hoy, Viernes Santo, tropas de la IV división de Navarra han llegado al Mediterráneo por Vinaroz y Benicarló, y han dividido en dos la zona republicana, quedando Cataluña aislada del resto de España.
Los republicanos de la tertulia del Gijón solo pueden agarrarse, para que el desánimo no cunda, a la última iniciativa que el presidente Negrín hace pública el último día de abril.
-El presidente del gobierno ha expuesto su programa político, al que han bautizado como los Trece puntos de Negrín, donde formula las condiciones para alcanzar una paz negociada con la España franquista.
Tras la llegada al Mediterráneo, los estrategas de salón de las tertulias se plantean la gran pregunta: ¿hacia dónde atacarán ahora los nacionales, al norte o al sur? En el Gijón parecen tenerlo claro.
-No hay ninguna duda, al norte. Cataluña es la única región industrial que nos queda y a través de su frontera con Francia es por donde entran las armas y los suministros que tanta falta hacen a nuestro ejército.
Por una vez, en la tertulia de la perfumería opinan lo mismo.
-Cataluña es ahora la zona a batir y su premio final será la toma de Barcelona. En cuanto la conquistemos, los rojos se quedarán sin industria y tendrán que rendirse –explica Infantes.
Ante el asombro de todo el mundo, Franco ordena a sus tropas que giren hacia el sur, en dirección a Valencia. Algo que la mayoría, incluidos los militares, no entienden.
-Sinceramente, caballeros, no entiendo esa estrategia –Al comandante Yela se le ve confuso-Atacar el sur me parece un error estratégico de primera magnitud. ¿Por qué? Además de que la región valenciana apenas cuenta con industria, está el problema geográfico. La agreste orografía del Maestrazgo y la estrecha llanura costera hacen de la zona norte valenciana un buen terreno para la defensa, pues las maniobras de grandes masas de hombres han de resultar difíciles. No lo entiendo… salvo que el Caudillo tenga datos o intenciones que los demás desconocemos.
En la tertulia de la perfumería, el siempre inabarcable Valdés apunta una de las posibles causas de la sorprendente decisión tomada por el Generalísimo.
-Hasta donde he podido enterarme, el hecho de que los nacionales ataquen el sur puede tener motivaciones no estrictamente estratégicas. Un conocido sostiene la teoría de que en esa decisión han podido influir motivos de carácter internacional. Dice que hay que tener en cuenta que el gobierno francés, liderado por el socialista León Blum, es decidido partidario de la II República y no vería con buenos ojos que la guerra llegara hasta las puertas de su frontera sur. Y añado más, mientras nuestra guerra continúe, la atención internacional está distraída con ella y no fija su atención en los continuos desmanes anexionistas de Hitler y Mussolini que son los grandes aliados de Franco…
Infantes explica a sus compañeros que los tres Cuerpos de ejército que se dirigen a Valencia logran, pese a la tenaz resistencia de los republicanos, conquistar Peñíscola y Lucena del Cid.
-Julio, ¿qué te cuenta tu hijo Julián que está por allí? –pregunta Ramírez.
-Pues qué va a contar: penalidades, piojos, algún rato de gazuza y con unas ganas locas de que se acabe la guerra –responde Julio, que añade-. Y todavía se conforma porque, como sigue en el Tren de transporte, se queda lejos de donde se cuecen las empanadas de tiros.
-Desde luego, conquistar Valencia no va a ser fácil. Ahí, Franco se equivocó, debería haber mandado sus tropas hacia el norte y no al sur –pontifica Infantes.
Desde finales de abril y casi todo mayo, la campaña de Levante se estanca ya que el Ejército de Galicia, que avanza por la costa, detiene su avance frente a la línea defensiva asentada en el curso del río Cuevas al norte de Castellón, que más que río es una rambla.
En la perfumería, Infantes explica las posibles causas del parón.
-Más que nada, al cansancio. Nuestros soldados llevan muchos kilómetros a sus espaldas y deben de estar exhaustos; además, es posible que anden cortos de municionamiento. En cuanto se repongan, en unos días tomarán Castellón, pues entre el río Cuevas, donde ahora está el frente, y Castellón solo hay tres poblaciones: Torreblanca, Oropesa del Mar y Benicàssim, y ninguna tiene valor estratégico.
En Madrid, Pilar ha terminado de elaborar la fórmula magistral que ha preparado para la tía Mechita. Y Eloísa se encarga de llevársela a su domicilio de la calle Lista. Antes de partir, pregunta a su hermana cuánto vale el preparado.
-No le vamos a cobrar. Dile que es un regalo de nuestra parte.
-Y si se empeña en pagarlo, ¿qué hago?
-Como se ponga pesada cóbrale cinco duros.
El piso de la tía Mechita está en un edificio antiguo, pero bien conservado, y que rezuma señorío por todos sus ladrillos.
-Hija, muchas gracias y dáselas de mi parte a tu hermana. Casi no me acordaba de ella, pero me causó una grata impresión. A quien vi un tanto envejecido es a tu padre. ¿Cuánto cuesta la pomada?
-Pilar me ha dicho que, tratándose de usted, nada, que lo considere un regalo de nuestra parte.
-Ah, no, de ninguna manera. Después de lo que se ha molestado Pilar y de que me la has traído a casa no puedo aceptar que me salga gratis, dime cuánto es.
Eloisa piensa que la tía Mechita se parece a su pariente Luis, es de las de ordeno y mando, por lo que no rechista y le dice el precio. La tía le da treinta y cinco pesetas y precisa:
-Las diez pesetas sobrantes son para ti, para compensarte por haber venido hasta aquí. He preparado merienda, espero que me acompañes –y, agitando una campanilla, al momento aparece una doncella, con cofia y todo, y que debe de tener los mismos años que la tía, portando una enorme bandeja en la que hay de todo: infusiones, tostadas francesas, mermeladas, pastas de té y un cestillo con fruta. Eloísa hacía años que no veía semejante festín.
A la tía le gusta charlar y comienza a contarle a la joven historias de su familia. Tiene dos hijas, una que se casó con un médico canario, Juan José Armas, del que se enamoró cuando él estudiaba medicina en Madrid, y a la que la guerra ha pillado en las islas. La otra se casó con un diplomático británico en Madrid, Henry Wolff, pareja a la que el inicio de la guerra los cogió de vacaciones en Inglaterra. Van pasando de un tema a otro hasta que tocan el problema de la escasez de víveres. Eloísa se sincera y cuenta a su tía las dificultades que tienen para llenar el puchero.
-Igual puedo ayudaros…
PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro IV, Las Guerras, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 70. Igual puedo ayudaros
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