La visita al economato británico se desarrolla sin el menor contratiempo. Luis se ha vestido como un gentleman y los funcionarios del economato le han tratado como tal. Tras dejar a la tía en su casa de la calle Lista, la pareja se dirige a Gran Vía, 54. Cuando empiezan a sacar los víveres de las bolsas, a Paca casi le da un soponcio. Desde que se inició la guerra, su cocina no había conocido semejante colección de paquetes, latas, frascos y saquitos llenos de productos que no sabe qué son pues vienen rotulados en inglés.
-Luis, tendrás que traducir tos los papeles de los envases porque a estos ingleses no hay Dios que los entienda. Pues, si no sé lo que tiene dentro cada lata, ¿cómo me las voy a componer pa guisar?
-No te preocupes, Paca, te escribiré en cada envase lo que lleva.
-Y mañana –habla Pilar- me meteré en la cocina y prepararé el plato inglés más típico.
Veinticuatro horas después, la cena de los Carreño consiste en fish and chips, pero cuyos ingredientes, paradójicamente, no provienen del economato británico sino que los ha traído Verdú de esos misteriosos mercados que solo él parece conocer. Pilar ha cortado en trozos gruesos las patatas y luego los ha frito empapados en vinagre y salpicados de sal, y los ha acompañado con varios trozos grandes de pescado rebozado, a lo que ha añadido guisantes cocidos y una generosa rodaja de limón. Las opiniones de los comensales han sido variadas.
-Pues no es pa tanto, y pa comer esto no hay que ir a Inglaterra, pues hasta en Plasencia comíamos de vez en cuando pescao y patatas fritas –afirma Paca.
-A mí me ha gustado, aunque quizá te has pasado un poco con el vinagre –opina Jesús.
En el escenario bélico, el resto de junio la lucha en el frente de Levante se estabiliza, aunque el objetivo sigue siendo Valencia. A tal fin se constituye el Cuerpo de ejército del Turia mandado por Solchaga. El 5 de julio las tropas de García Valiño comienzan el ataque desde el norte, pero en ese sector la sierra de Espadán llega casi hasta el mar y las fuerzas republicanas no pueden ser desalojadas.
En la tertulia del Gijón, a la que esporádicamente sigue asistiendo Valdés, las noticias que vienen de Levante parecen esperanzadoras.
-En julio los fascistas han sufrido numerosas bajas. Es cierto que cuentan con superioridad en artillería, pero, pese a batir nuestras posiciones, sus ataques no alteran la defensa de los nuestros, y como resultado los fachas se encuentran detenidos a unos cuarenta kilómetros de Valencia.
En julio, los nacionales todavía creen que la conquista de Valencia es inminente, pero no es así puesto que la noche del 24 al 25 otra brillante y audaz operación de los republicanos se desarrolla al norte de las tierras castellonenses.
A bordo del Canarias alguien da unos discretos golpes en la puerta del camarote que Álvaro comparte con su compañero Juanma Ortega. Andrés, que lleva un sobre en la mano, se corta cuando ve a Ortega, se cuadra y saluda a los dos tenientes de navío.
-A sus órdenes, mi oficial, venía a traerle esta carta –dice dirigiéndose a su hermano.
-Voy a por tabaco –dice Ortega para dejar solos a los hermanos.
Andrés se relaja y le entrega a Álvaro un sobre que está abierto.
-Es carta de Concha, están todos bien salvo mamá que anda un poco pachucha.
-En mi último permiso ya la encontré muy baja de tono, no es la misma de siempre.
-Ten en cuenta, tato, que ha sufrido mucho y los sufrimientos se pagan. No puedes llegar a imaginarte lo mal que lo pasó en Suances, sin saber nunca si tendríamos para comer al día siguiente y, a pesar de todo, ella solita nos sacó a flote.
-Es una madre como para estar orgullosos de ella. Oye, hay una pregunta que hace mucho que quiero hacerte y ahora que estás aquí,… ¿has pensado qué harás cuando termine la guerra?
-Sí, tato, quiero ser oficial de la Marina de guerra como tú. Hace tiempo que lo tengo entre ceja y ceja.
-¿Sabes que para ser oficial hay que ingresar en la Escuela Naval Militar y para aprobar el ingreso hay que estudiar mucho? Y, francamente, te va a resultar difícil porque, con lo mal que has hecho el bachillerato, seguramente debes tener muchas lagunas. Y sobre esa cuestión debes saber que se rumorea que, para ingresar en las academias militares, al fin de la guerra se tendrán en cuenta los méritos que hayan podido contraer los individuos que se enrolaron como voluntarios. Por consiguiente, procura portarte bien y no des pie a que tus superiores den malos informes tuyos.
-Por eso no te preocupes, tato, soy uno de los mejores del equipo de maniobras, la prueba es que el Melasuda me ha dejado caer que igual me propone para marinero preferente.
-¿Quién es Melasuda?
-Mi contramaestre, le llamamos así porque siempre anda diciendo que si me la suda esto o me la suda lo otro.
Esa noche, cuando van a acostarse, Álvaro le recuerda a Juanma la festividad del día siguiente.
-Mañana es el Patrono de España, igual tenemos algún acto de celebración.
Al día siguiente, las dos campanadas que provienen del puente del crucero, y que se pican para marcar los cuartos de guardia, le sirven a Álvaro de despertador. Abre los ojos y ve a su compañero Ortega terminando de arreglarse.
-Arriba, dormilón, o no encontraremos más que las sobras.
Álvaro aparta la sábana, se lava, se pone el uniforme de trabajo y, en compañía de Juanma, se dirige al comedor. Les sorprende la algarabía que hay en el recinto.
-¿Qué pasa?
-¡¡Esta madrugada los rojos han cruzado el Ebro!!
PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro IV, Las Guerras, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 72. Corresponsales de guerra
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