El oficial de la asesoría jurídica vacila ante la pregunta de Álvaro, abre la carpeta del expediente de Andrés y la vuelve a cerrar, resulta evidente que no sabe qué hacer.
-Verá, mi capitán, es que no tengo la autoridad suficiente para dejarle marchar. Tendría que autorizarlo alguien del Cuerpo Jurídico, yo solo soy un suplente.
-¿Y con quién tengo que hablar? –Álvaro piensa que el asunto se está complicando y si interviene, aunque sea oralmente, un jurídico la situación puede ponerse fea.
-Con el comandante Aguirre de la asesoría Jurídica.
Álvaro va en busca del tal Aguirre, pero ya no está tan seguro de que el caso de su hermano pueda resolverse con una simple charla como pretendía. Piensa que, como Aguirre quiera conocer todos los pormenores de lo sucedido, el asunto puede atascarse y, si empeora, Andrés puede verse ante una corte marcial. En la secretaría de la asesoría un sargento le indica que el comandante Aguirre no recibe a nadie. Álvaro insiste y le indica al suboficial que le diga que un teniente de navío del Canarias necesita urgentemente cinco minutos de su tiempo.
El comandante acaba por recibirle y, al presentarse Álvaro, el jurídico le pregunta por uno de sus apellidos que ha suscitado su curiosidad.
-¿Manzano? ¿Tiene algo que ver con el teniente coronel del Cuerpo, Luis Manzano?
-Soy sobrino suyo.
-Vaya, hombre, ¿qué se ha hecho del cascarrabias de Luis? -
Álvaro le cuenta los últimos sucedidos que sabe de la vida de su tío-… y ahora está refugiado en la embajada de Guatemala.
-Conque en la embajada de Guatemala eh, siempre supo escurrir el bulto. ¿Y qué puedo hacer por un Manzano?
Álvaro explica al jurídico la historia que ha pergeñado sobre su hermano Andrés y las gestiones realizadas.
-He hablado con el alférez Miñambres que estima que no será necesario abrir un procedimiento de lo que, en el peor de los supuestos, no deja de ser más que una falta de puntualidad en un acto de servicio. Por consiguiente, le pedí si me lo podía llevar bajo mi personal responsabilidad, con la seguridad de que estará localizable en mi domicilio para cuando le llamen a declarar. Su respuesta ha sido que no tiene autoridad para ello y que debía hablarlo con alguien de la asesoría. Por eso me tiene aquí robándole su precioso tiempo.
-Estos provisionales son la releche, se la cogen con un papel de fumar –Dicho lo cual, el comandante coge papel y pluma y garabatea una nota que se limita a doblar-. Dele esta nota a Miñambres de mi parte. Ah, y cuando vea a su tío Luis, dele un abrazo de parte de Aguirre.
De camino hacia la planta donde tiene su despacho Miñambres, Álvaro lee[CM1] la escueta nota del comandante: <<Sobre el caso del marinero Andrés Carreño Manzano aplíquele el artículo 41.3 del Régimen Disciplinario>>. Como no recuerda el contenido de dicho artículo, Álvaro se inquieta. A ver si Aguirre queriéndole hacer un favor, como parece desprenderse de su proceder, la ha liado, por lo que antes de dar la nota al alférez, y curándose en salud, le comenta:
-Lo que es la vida, resulta que el comandante Aguirre fue subordinado de mi tío Luis Manzano, teniente coronel del Cuerpo. Tenga la nota que me ha dado para usted. Por cierto, recuérdeme cual es el contenido del 41.3, debería sabérmelo pero lo he olvidado.
-El artículo 41.3 establece que: <<Antes de iniciar un procedimiento, la autoridad competente podrá ordenar la práctica de una información previa para el esclarecimiento de los hechos, cuando no revistan en principio los caracteres de una infracción disciplinaria ni de delito>>.
-Y en el caso de mi hermano, ¿qué supone?
-Que puede llevárselo bajo su personal responsabilidad y que deberá estar localizable para cuando se ordene la práctica de la información previa, puesto que el caso no reviste el carácter de infracción disciplinaria ni delito.
Es oír la aclaración y Álvaro no puede contener un suspiro de satisfacción. La Virgen de Guadalupe, a la que se había encomendado, le ha echado un capote y Andrés se irá de rositas. La práctica de la información previa espera que se salde sin problemas, pues el joven contará con el testimonio de su madre y su hermana Concha que apoyarán su versión. Y, además, recuerda que las faltas leves prescriben a los dos meses, por lo que la hoja de servicios de Andrés quedará inmaculada. Al final, la práctica de la información previa de la ausencia de Andrés en el Baleares ha sido un mero paripé. Llamaron a declarar como testigos a Julia Manzano y a Concha Carreño y el expediente ha acabado siendo sobreseído. Andrés, una vez más, se va de rositas. Pese a alguna reticencia, Álvaro ha conseguido enrolar a su hermano en el Canarias como marinero voluntario por el tiempo que dure la guerra, y tras discurrir la primera semana pregunta a su compañero y amigo Juanma Ortega:
-¿Qué tal se porta Andrés?
-No tengo queja, el contramaestre dice que es uno de los mejores del equipo de maniobras. Parece que al fin ha madurado.
-No ha tenido más remedio, le vio las orejas al lobo.
A medida que discurren los meses, en el Madrid asediado aumentan los problemas alimentarios, por lo que la hambruna es cada vez más palpable. En los ultramarinos, economatos y demás puntos donde se distribuye comida los anaqueles están vacíos, y en el mercado negro los precios alcanzan cifras astronómicas. Los Carreño, pese a que siguen trocando medicamentos por comida y cuentan con las misteriosas aportaciones de Verdú, tienen parecidos problemas que el resto de la población. Un buen día, Eloísa, que se ha acercado hasta el nuevo mercado de Vallehermoso para tratar de encontrar comestibles, se tropieza con una tía lejana de su madre con quien nunca han tenido mucha relación y de la que solo recuerda su apelativo familiar, la tía Mechita, a la que saluda y se da a conocer, pues ella no la ha reconocido.
-Así que tú eres una de las hijas de mi sobrina Julia, ¿qué tal está tu madre?
-Está en Palma de Mallorca con algunos de mis hermanos chicos.
-¿Y los demás estáis en Madrid?, porque creo recordar que eráis un montón.
-Sí, tía, aquí estamos, además de papá, Pilar, que no se si sabe que se hizo farmacéutica, Jesús y yo. Y otro hermano, Julián, está en el Ejército de la república.
Eloísa, lista como es, se ha dado cuenta de que a la tía Mechita la alusión de que Pilar es boticaria la ha hecho pensar, percepción que se confirma con su siguiente pregunta.
-¿Y dónde tiene la farmacia Pilar?
-En
Gran Vía, 56. ¿Por qué no viene un día a vernos? A papá le daría una alegría
–Eloísa ha hecho la invitación por pura cortesía, aunque sospecha que a la tía
Mechita no la va a volver a ver. La tía responde con un vago: igual me paso un día. Un detalle le ha
llamado la atención a Eloísa sobre la tía Mechita: va bien arreglada y no
parece que las cosas le vayan mal, al menos no tan mal como a ellos, pues su
principal obsesión es la de llenar el puchero todos los días, y esa meta se
revela más complicada cada día que pasa, y ahora más si peligra la huerta
levantina. Cada vez tienen menos medicamentos que les sirvan de trueque, las
aportaciones de Verdú van siendo más menguantes e incluso han perdido los
contados comestibles que solía traer consigo Julián cuando podía escaparse unas
horas del cuartel, pues resulta que el Tren de transporte de su división ha
sido transferido a la región valenciana. Pero la divina providencia parece no
querer abandonarlos a su suerte, pues un día aparece por la farmacia… la tía
Mechita.
PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro IV, Las Guerras, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 68. La campaña de Levante
[CM1]Aro