La cerrazón del Bisojo de no aceptar la propuesta que Julia le ha sugerido para solucionar los problemas que tiene en su negocio, la ha enojado.
-¡El puñetero orgullo de los hombres! –No puede por menos que exclamar mientras vuelve a casa-. Con tal de no dar su brazo a torcer son capaces de echarse piedras a su propio tejado. ¡Estúpidos!
Cuando llega a casa le explica a su marido la negativa del tío Elías a alquilarles la tienda, pese a que su propósito era ayudarle.
-No me gusta repetir lo de que ya te lo dije, pero las personas son como son y el Bisojo es un viejo rencoroso que no se aviene a razones. Aunque puedes tener la conciencia tranquila, has hecho todo lo que has podido. Sigamos con lo nuestro y olvidémonos del puñetero viejo hasta que le acompañemos en su último viaje –recomienda Julio.
Al día siguiente, Julia recibe en la tienda una visita que le alegra la mañana. Está en la trastienda repasando unos albaranes, cuando Antonina le dice que una clienta pregunta por ella. Nada más ver quien es a Julia se le alegra la cara, se trata de Maribel Quirós.
-¡Maribel, que alegría verte!, hacía tiempo que no venías. Y como siempre, llevas un vestido de lo más elegante, sigues siendo la mujer más chic de la ciudad.
-Mi querida Julia, no me dores la píldora. Con razón dicen que eres la mejor vendedora de Plasencia, y oyéndote he de darles la razón –responde Maribel adornándolo con una sonrisa que deja ver su inmaculada dentadura-. Pero hoy no vengo a comprar, traigo algo que prefiero dártelo en privado.
-Vamos a la trastienda.
-He querido traer personalmente la invitación de boda. Está a nombre de tu marido; bueno, realmente pone señores de Carreño –explica la joven.
-¿La boda?, ¿de quién? –inquiere, sorprendida, Julia.
-Ah, ¿pero no lo sabes?... La mía. Creía que era de dominio público, pero claro, estás demasiado ocupada como para perder el tiempo en bobadas de ese calibre.
-De verdad que no sabía nada. ¿Te vas a casar? ¿Y quién es el afortunado?
-Un antiguo conocido tuyo, Manolo del Pino.
-¡¿Me estás tomando el pelo?! –El asombro de Julia es real.
-Veo que reaccionas igual que todos, lo que me tranquiliza.
-Pero Maribel, no me digas que te has enamorado de Manolo –Julia sigue sin salir de su asombro.
-No, por supuesto. Ah, y antes de que lo preguntes, él tampoco lo está de mí. Creo que de quien sigue enamoriscado es de ti.
-¡Jesús, María y José, qué me dices! –Julia está todavía más desconcertada ante la confesión de Maribel-. ¿Y tu familia qué dice de ese enlace?
-¿Mi familia?, encantados de la vida. Se van a quitar de encima a una hija que se ha cansado de rechazar pretendientes y que ahora va a casarse con el heredero de una de las mayores fortunas de la ciudad. Lo dicho, encantados; bueno, salvo mi hermano Juanjo que, desde que me prometí con Manolo, no me dirige la palabra. Dice que voy a cometer la mayor estupidez de mi vida.
-Maribel, respeto tu decisión, pero no sería leal contigo sino te dijera que no lo entiendo. Eres joven y bonita, tienes clase para dar y tomar, eres divertida y culta, perteneces a una de las familias más distinguidas…, podrías casarte con quien quisieras y lo vas a hacer con Manolo -Al llegar ahí, Julia trata de suavizar su discurso-… que también tiene muchas virtudes, pero que le falta el carácter y el empuje que a ti te sobran. No lo entiendo, pero tú sabrás…
-Verás, Julia. Lo que te voy a contar es solo para ti y no debes comentarlo a nadie, ni a tu marido. Hace tiempo que estoy enamorada de un hombre casado con el que he mantenido un affaire…, hasta que me cansé de ser la otra, ya que en este atrasado país el matrimonio es para toda la vida. Es cierto que he tenido pretendientes, la mayoría cazadotes que se han acercado al olor de la fortuna de mi familia y que, naturalmente, he rechazado. Los pocos que han querido cortejarme sin otras miras no han logrado que me interese por ninguno de ellos. Mi futuro apuntaba a que terminaría siendo una solterona… hasta que un día me llamó doña Carlota…
-¿La madre de Manolo? -pregunta Julia.
-La misma. Fue ella quien me propuso casarme con su hijo. Me explicó que estaba muy preocupada por si falleciera sin que Manolo hubiese contraído matrimonio. Era consciente de que, debido a su falta de carácter, su hijo correría el riesgo de caer en manos de cualquier lagartona que posiblemente le arruinaría y, lo que es peor, le amargaría la vida. Estuvo adulándome diciendo que Manolo necesitaba de una mujer fuerte que fuera la que llevase las riendas de la casa. Que nos conocíamos desde niños, lo que es cierto, que nuestras familias mantienen una antigua amistad y que aunque no hubiese amor entre nosotros sí había amistad, respeto y confianza. Estuve en un tris de mandarla a paseo, pero luego me lo pensé… y aquí tienes el resultado –y saca la invitación de boda-. Te lo digo sinceramente, tanto a Manolo como a mí nos complacería mucho que asistierais al enlace.
-Descuida, Maribel, asistiremos con mucho gusto y gracias por invitarnos.
-Ah, en unos días vendré con Begoña Escalante que va a ser una de mis damas de honor, como yo fui de la tuya. Nunca se me olvidará lo emocionada que estabas, y es que casarse enamorada, como tú lo estabas, debe de ser una pasada. Ya que he mencionado a Begoña, ¿sabes que me contó hace unos días? –Y sin esperar a que Julia responda, prosigue-: Una noticia que quizá no sepas porque lo han hecho todo muy en secreto. ¿Sabes quién se acaba de casar? El desgraciado de Toni Cortés. ¿Te acuerdas de aquella chica portuguesa, Assunçao Viqueira, en cuya casa intentó propasarse contigo? Pues resulta que, tras darle tú calabazas, se lio con ella y acabó embarazándola. Parece ser que cuando se enteró el senhor Viqueira se lo tomó muy mal y se presentó en casa de la familia Cortés amenazando con que si el crápula de Toni no reparaba la honra de su hija montaría un escándalo mayúsculo. Según cuentan, Toni negó la paternidad pero Viqueira demostró que tenía pruebas de que ello no era cierto. Los señores de Cortés, que son buena gente, se pusieron serios y al botarate de Toni no le quedó otra que transigir. Hace poco más de dos semanas se casaron en la ciudad de Elvas, de donde son los Viqueira -Julia no hace ningún comentario sobre un tema que solo le trae malos recuerdos, pero se dice que quien mal anda, mal acaba.
Algunas noches, tras cenar, Julio suele salir para ir un rato al casino a departir con sus amigos y, si viene bien, echar una partida de cartas. Esta noche la tertulia está particularmente animada, no se habla de otra cosa que de los sucesos en Cataluña, a los que la prensa ha bautizado como la Semana Trágica. Un decreto del gobierno de Antonio Maura para enviar tropas al Protectorado español de Marruecos provoca que los sindicatos convoquen una huelga general que, al ser cruelmente reprimida, lleva a que se generalicen los disturbios. Barcelona queda paralizada, sin gas, luz, ni comunicaciones. Enseguida la revuelta se transforma en insurrección y la inicial protesta antibelicista se convierte en anticlerical con el incendio de iglesias, conventos y escuelas religiosas. La insurrección acaba cuando el ejército ocupa Barcelona, mientras la moral de los insurgentes ha ido decayendo a medida que son conscientes de que la rebelión no ha sido secundada en el resto de España.
Ha llegado el otoño y Julia no puede permitirse las pausas en el trabajo que se toma su marido, tiene múltiples tareas que atender. La principal es la de cuidar de su hijo, aunque Paquita es la que más se ocupa del crío. Luego, tener contento y feliz a su marido, tal y como le aconsejó su suegra, para que en sus viajes no tenga demasiadas tentaciones. Hacerse cargo de regentar la tienda es lo que menos tiempo le lleva porque, como dijo la Quirós, se ha revelado como una vendedora excepcional.
Pilar, que hace tiempo que dejó de enseñar a estudiantes de bachillerato, se está pensando jubilarse de maestra, le basta con llevarle las cuentas al Bronchales, pues es la tarea que mayores ingresos le reporta. Ha podido cumplir su sueño y se ha comprado una vieja casita de dos plantas con un pequeño jardín que es más que suficiente para ella, pues desde que se casó Julia vive sola. Alguna vez, charlando con Etelvina, se han planteado la posibilidad de compartir casa, dado que la comadrona también vive sola, pero no acaban de dar el paso, posiblemente porque ambas son demasiado independientes. Lo que si hace, es visitar a menudo a su nieto y de paso echarle una mano a su nuera. Hoy, cuando Julia llega a casa encuentra a su suegra ayudando a Paquita a bañar al niño, algo que prefiere hacerlo ella, pero gestiones de última hora la han retenido en la tienda.
-¿Cómo se ha portado mi niño?, ¿has hecho rabiar mucho a Paquita?, ¿y a la abuela cuántos besitos le has dado?
Mientras la muchacha saca al crío de la tina para secarlo, Pilar pregunta por dónde anda Julio.
-No lo sé muy bien, pero pensaba dormir en Don Benito –le cuenta Julia.
-Don Benito queda muy lejos, debe estar al menos a doscientos kilómetros –se extraña Pilar.
-A ciento ochenta y cinco exactamente, pero es que con la camioneta las distancias no cuentan. Y es una plaza importante, ronda los veinte mil vecinos y además, al ser el centro económico de las Vegas Altas, suele hacer muy buenas ventas –tras una pausa, Julia cambia de tema y se confiesa con su suegra-. Pilar, vas a ser la primera en saberlo…, vuelvo a estar encinta.
-¡Vaya notición, enhorabuena, Julia!, ¿pero no es un poco pronto?, ¿de cuánto estás?
-El doctor Lavilla dice que de seis semanas y que saldré de cuentas a mediados de junio. Se llevarán unos veintidós meses, que no es tanto.
Haber mencionado su embarazo lleva a Julia a pensar en la próxima boda de Maribel, lo que le hace preguntarse: una boda sin amor, ¿cómo influirá en los hijos?
PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro III, Los hijos, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 121. Los Carreño, sin competidores