"Los Carreño"

Este blog guarda cinco novelas cuyo autor es Zacarías Ramo Traver. Una trilogía sobre Torreblanca (Castellón): “Las dos guerras de Aurelio Ríos”, la guerra civil en ese pueblo mediterráneo. “La pertinaz sequía”, la vida de la posguerra. “Apartamento con vistas al mar”, el boom inmobiliario y la crisis del 2008. “El robo del Tesoro Quimbaya”, el hurto de unas joyas precolombinas del Museo de América. “Una playa aparentemente tranquila”, un encausado del caso ERE, huyendo de la justicia, se refugia en una recóndita playa (Torrenostra). Salvo la primera, las demás están en forma de episodios. Ahora está publicando otra novela en episodios, Los Carreño, que es la historia de dos generaciones de una familia real e irrepetible, entre 1889 y 1949, período en el que suceden hechos tan significativos como: el Desastre del 98, la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la aparición del fascismo, la Guerra de África, la Dictablanda, la II República, la Guerra Civil y el franquismo.

viernes, 26 de noviembre de 2021

Libro III. Episodio 120. Una boda sin amor

   La cerrazón del Bisojo de no aceptar la propuesta que Julia le ha sugerido para solucionar los problemas que tiene en su negocio, la ha enojado.

   -¡El puñetero orgullo de los hombres! –No puede por menos que exclamar mientras vuelve a casa-. Con tal de no dar su brazo a torcer son capaces de echarse piedras a su propio tejado. ¡Estúpidos!

   Cuando llega a casa le explica a su marido la negativa del tío Elías a alquilarles la tienda, pese a que su propósito era ayudarle.

   -No me gusta repetir lo de que ya te lo dije, pero las personas son como son y el Bisojo es un viejo rencoroso que no se aviene a razones. Aunque puedes tener la conciencia tranquila, has hecho todo lo que has podido. Sigamos con lo nuestro y olvidémonos del puñetero viejo hasta que le acompañemos en su último viaje –recomienda Julio.

   Al día siguiente, Julia recibe en la tienda una visita que le alegra la mañana. Está en la trastienda repasando unos albaranes, cuando Antonina le dice que una clienta pregunta por ella. Nada más ver quien es a Julia se le alegra la cara, se trata de Maribel Quirós.

   -¡Maribel, que alegría verte!, hacía tiempo que no venías. Y como siempre, llevas un vestido de lo más elegante, sigues siendo la mujer más chic de la ciudad.

   -Mi querida Julia, no me dores la píldora. Con razón dicen que eres la mejor vendedora de Plasencia, y oyéndote he de darles la razón –responde Maribel adornándolo con una sonrisa que deja ver su inmaculada dentadura-. Pero hoy no vengo a comprar, traigo algo que prefiero dártelo en privado.

   -Vamos a la trastienda.

   -He querido traer personalmente la invitación de boda. Está a nombre de tu marido; bueno, realmente pone señores de Carreño –explica la joven.

   -¿La boda?, ¿de quién? –inquiere, sorprendida, Julia.

   -Ah, ¿pero no lo sabes?... La mía. Creía que era de dominio público, pero claro, estás demasiado ocupada como para perder el tiempo en bobadas de ese calibre.

   -De verdad que no sabía nada. ¿Te vas a casar? ¿Y quién es el afortunado?

   -Un antiguo conocido tuyo, Manolo del Pino.

   -¡¿Me estás tomando el pelo?! –El asombro de Julia es real.

   -Veo que reaccionas igual que todos, lo que me tranquiliza.

   -Pero Maribel, no me digas que te has enamorado de Manolo –Julia sigue sin salir de su asombro.

   -No, por supuesto. Ah, y antes de que lo preguntes, él tampoco lo está de mí. Creo que de quien sigue enamoriscado es de ti.

   -¡Jesús, María y José, qué me dices! –Julia está todavía más desconcertada ante la confesión de Maribel-. ¿Y tu familia qué dice de ese enlace?

   -¿Mi familia?, encantados de la vida. Se van a quitar de encima a una hija que se ha cansado de rechazar pretendientes y que ahora va a casarse con el heredero de una de las mayores fortunas de la ciudad. Lo dicho, encantados; bueno, salvo mi hermano Juanjo que, desde que me prometí con Manolo, no me dirige la palabra. Dice que voy a cometer la mayor estupidez de mi vida.

   -Maribel, respeto tu decisión, pero no sería leal contigo sino te dijera que no lo entiendo. Eres joven y bonita, tienes clase para dar y tomar, eres divertida y culta, perteneces a una de las familias más distinguidas…, podrías casarte con quien quisieras y lo vas a hacer con Manolo -Al llegar ahí, Julia trata de suavizar su discurso-… que también tiene muchas virtudes, pero que le falta el carácter y el empuje que a ti te sobran. No lo entiendo, pero tú sabrás…

   -Verás, Julia. Lo que te voy a contar es solo para ti y no debes comentarlo a nadie, ni a tu marido. Hace tiempo que estoy enamorada de un hombre casado con el que he mantenido un affaire…, hasta que me cansé de ser la otra, ya que en este atrasado país el matrimonio es para toda la vida. Es cierto que he tenido pretendientes, la mayoría cazadotes que se han acercado al olor de la fortuna de mi familia y que, naturalmente, he rechazado. Los pocos que han querido cortejarme sin otras miras no han logrado que me interese por ninguno de ellos. Mi futuro apuntaba a que terminaría siendo una solterona… hasta que un día me llamó doña Carlota…

   -¿La madre de Manolo? -pregunta Julia.

   -La misma. Fue ella quien me propuso casarme con su hijo. Me explicó que estaba muy preocupada por si falleciera sin que Manolo hubiese contraído matrimonio. Era consciente de que, debido a su falta de carácter, su hijo correría el riesgo de caer en manos de cualquier lagartona que posiblemente le arruinaría y, lo que es peor, le amargaría la vida. Estuvo adulándome diciendo que Manolo necesitaba de una mujer fuerte que fuera la que llevase las riendas de la casa. Que nos conocíamos desde niños, lo que es cierto, que nuestras familias mantienen una antigua amistad y que aunque no hubiese amor entre nosotros sí había amistad, respeto y confianza. Estuve en un tris de mandarla a paseo, pero luego me lo pensé… y aquí tienes el resultado –y saca la invitación de boda-. Te lo digo sinceramente, tanto a Manolo como a mí nos complacería mucho que asistierais al enlace.

   -Descuida, Maribel, asistiremos con mucho gusto y gracias por invitarnos.

   -Ah, en unos días vendré con Begoña Escalante que va a ser una de mis damas de honor, como yo fui de la tuya. Nunca se me olvidará lo emocionada que estabas, y es que casarse enamorada, como tú lo estabas, debe de ser una pasada. Ya que he mencionado a Begoña, ¿sabes que me contó hace unos días? –Y sin esperar a que Julia responda, prosigue-: Una noticia que quizá no sepas porque lo han hecho todo muy en secreto. ¿Sabes quién se acaba de casar? El desgraciado de Toni Cortés. ¿Te acuerdas de aquella chica portuguesa, Assunçao Viqueira, en cuya casa intentó propasarse contigo? Pues resulta que, tras darle tú calabazas, se lio con ella y acabó embarazándola. Parece ser que cuando se enteró el senhor Viqueira se lo tomó muy mal y se presentó en casa de la familia Cortés amenazando con que si el crápula de Toni no reparaba la honra de su hija montaría un escándalo mayúsculo. Según cuentan, Toni negó la paternidad pero Viqueira demostró que tenía pruebas de que ello no era cierto. Los señores de Cortés, que son buena gente, se pusieron serios y al botarate de Toni no le quedó otra que transigir. Hace poco más de dos semanas se casaron en la ciudad de Elvas, de donde son los Viqueira -Julia no hace ningún comentario sobre un tema que solo le trae malos recuerdos, pero se dice que quien mal anda, mal acaba.

   Algunas noches, tras cenar, Julio suele salir para ir un rato al casino a departir con sus amigos y, si viene bien, echar una partida de cartas. Esta noche la tertulia está particularmente animada, no se habla de otra cosa que de los sucesos en Cataluña, a los que la prensa ha bautizado como la Semana Trágica. Un decreto del gobierno de Antonio Maura para enviar tropas al Protectorado español de Marruecos provoca que los sindicatos convoquen una huelga general que, al ser cruelmente reprimida, lleva a que se generalicen los disturbios. Barcelona queda paralizada, sin gas, luz, ni comunicaciones. Enseguida la revuelta se transforma en insurrección y la inicial protesta antibelicista se convierte en anticlerical con el incendio de iglesias, conventos y escuelas religiosas. La insurrección acaba cuando el ejército ocupa Barcelona, mientras la moral de los insurgentes ha ido decayendo a medida que son conscientes de que la rebelión no ha sido secundada en el resto de España. 

   Ha llegado el otoño y Julia no puede permitirse las pausas en el trabajo que se toma su marido, tiene múltiples tareas que atender. La principal es la de cuidar de su hijo, aunque Paquita es la que más se ocupa del crío. Luego, tener contento y feliz a su marido, tal y como le aconsejó su suegra, para que en sus viajes no tenga demasiadas tentaciones. Hacerse cargo de regentar la tienda es lo que menos tiempo le lleva porque, como dijo la Quirós, se ha revelado como una vendedora excepcional.

   Pilar, que hace tiempo que dejó de enseñar a estudiantes de bachillerato, se está pensando jubilarse de maestra, le basta con llevarle las cuentas al Bronchales, pues es la tarea que mayores ingresos le reporta. Ha podido cumplir su sueño y se ha comprado una vieja casita de dos plantas con un pequeño jardín que es más que suficiente para ella, pues desde que se casó Julia vive sola. Alguna vez, charlando con Etelvina, se han planteado la posibilidad de compartir casa, dado que la comadrona también vive sola, pero no acaban de dar el paso, posiblemente porque ambas son demasiado independientes. Lo que si hace, es visitar a menudo a su nieto y de paso echarle una mano a su nuera. Hoy, cuando Julia llega a casa encuentra a su suegra ayudando a Paquita a bañar al niño, algo que prefiere hacerlo ella, pero gestiones de última hora la han retenido en la tienda.

   -¿Cómo se ha portado mi niño?, ¿has hecho rabiar mucho a Paquita?, ¿y a la abuela cuántos besitos le has dado?

   Mientras la muchacha saca al crío de la tina para secarlo, Pilar pregunta por dónde anda Julio.

   -No lo sé muy bien, pero pensaba dormir en Don Benito –le cuenta Julia.

   -Don Benito queda muy lejos, debe estar al menos a doscientos kilómetros –se extraña Pilar.

   -A ciento ochenta y cinco exactamente, pero es que con la camioneta las distancias no cuentan. Y es una plaza importante, ronda los veinte mil vecinos y además, al ser el centro económico de las Vegas Altas, suele hacer muy buenas ventas –tras una pausa, Julia cambia de tema y se confiesa con su suegra-. Pilar, vas a ser la primera en saberlo…, vuelvo a estar encinta.

   -¡Vaya notición, enhorabuena, Julia!, ¿pero no es un poco pronto?, ¿de cuánto estás?

   -El doctor Lavilla dice que de seis semanas y que saldré de cuentas a mediados de junio. Se llevarán unos veintidós meses, que no es tanto.

   Haber mencionado su embarazo lleva a Julia a pensar en la próxima boda de Maribel, lo que le hace preguntarse: una boda sin amor, ¿cómo influirá en los hijos?

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro III, Los hijos, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 121. Los Carreño, sin competidores

 

viernes, 19 de noviembre de 2021

Libro III. Episodio 119. ¡Y no hay más que hablar!


   El Bisojo confiesa a Julia que el negocio no puede ir peor. Al tiempo que escucha a su antiguo patrón, la joven madre está pensando qué podría hacer para salvarlo.

  -Sí que está complicado, señor Elías, pero de peores apuros ha salido usted. ¿Se acuerda de lo mal que estaba el negocio cuándo me contrató y como, aunque fuera a trancas y barrancas, salimos de aquel pozo?

   -Salimos porque te pusiste al frente de la tienda, si no te hubiese tenido no sé si habría sido capaz de salir por mi cuenta. Y eso es lo que no le perdonaré jamás a tu marido, que se te llevara. Lo de casarse contigo, pase, pero lo de obligarte a que dejaras de trabajar conmigo, eso es lo que me ha llevado a la ruina.

   -Perdone, señor Elías, pero no fue así. Me iba a casar con Julio y ¿cree que era de recibo que teniendo el que iba ser mi marido una droguería yo siguiera de encargada de otra que era su directa competidora? Eso era un total contrasentido. Y le recuerdo, porque se lo he dicho otras veces, que Julio no me obligó a que le dejara, fui yo la que optó por irse. No podía hacerle la competencia a mi marido durante el día y luego acostarme con él por la noche.

   El Bisojo no responde a las razones de Julia, pero continúa mostrando su disgusto pues sigue pensando que su marcha fue una acción desleal y el origen de su decadencia. Julia, que sabe lo cabezón que se puede poner el viejo, decide no seguir por el camino de remover viejas heridas y centrarse en el problema que ahora aqueja a su antiguo patrón.

   -Mire, señor Elías, tanto Julio como yo queremos ayudarle en la medida de nuestras posibilidades. Como ahora no se me ocurre qué se podría hacer para remediar su problema, denos un tiempo y entre los dos trataremos de encontrar el remedio. Y ahora tengo que despedirme pues es la hora de bañar al niño.

   -¿Bañas al crío todos los días? –pregunta, sorprendida, la señora Florencia.

   -Naturalmente, los niños se ensucian fácilmente y hay que lavarlos todos los días para que la roña no se los coma.

   -Pues debes de ser la única de la ciudad que lo hace. A los críos sanos como el tuyo con bañarlos una vez a la semana, como mucho, resulta más que suficiente –pontifica la señora Florencia, que añade-: Tanta agua no puede ser buena.

     En el recorrido hasta casa, Julia piensa en el postrer diálogo con la esposa del Bisojo. Sabe que lo que afirmaba sobre el lavoteo de los niños es opinión general y aún está más extendida en el ámbito rural. Pero la que hoy es su suegra le enseñó que si un niño come, bebe y defeca diariamente también ha de ser lavado todos los días, pues la higiene corporal es tan o más importante que una adecuada alimentación.

   Tras cenar, Julia le cuenta a su esposo la charla con el Bisojo.

   -Ya te anticipé que el viejo no se iba a dejar ayudar y más si yo entro en juego. Está obsesionado conmigo y me han dicho que cada vez que me alude me llama el judas de Carreño –se lamenta Julio.

   -Todo eso no importa. Es un pobre viejo, cuyos mejores días pasaron hace mucho, y que ahora ve como el negocio que construyó desde cero se le está cayendo a pedazos. A mí me ha dado una pena inmensa. Creo que tenemos la obligación moral de ayudarle a que su final profesional no se convierta en un calvario. Si tú no quieres hacerlo, creo que yo sí que debería porque, como suele recordar tu madre, de bien nacidos es ser agradecidos. Y ambos, pero especialmente yo, le debemos mucho al viejo cascarrabias. Claro que si tú no quieres que lo haga… -La mujer deja el final de la frase en suspenso.

   Julio que comienza a entender los sutiles mecanismos de la mente de su esposa intuye que si se niega a que ayude al Bisojo lo acatará, pero… no le va a gustar nada. Y la necesita demasiado y la quiere todavía más, por lo que considera que no complacerla sea una opción cabal, aun así expresa su protesta.

   -Disiento que tengamos la obligación moral de ayudarle, no tiene una enfermedad o no le ha pasado una desgracia, circunstancias en las que no sería caritativo echarle una mano, sino que estamos ante un fiasco empresarial, ante un negocio que fue viento en popa mientras fue el único de la ciudad y que se ha ido al carajo en cuanto ha tenido competencia. En lo que sí estoy de acuerdo es que nos lo enseñó todo sobre el negocio, y en justa correspondencia no me parece mal que trates de ayudarle, pero te pido que excuses mi apoyo. Haga lo que haga para él seguiré siendo el judas de Carreño.

   Y así quedan. Será Julia la que elaborará un plan para ayudar al Bisojo a salvar los muebles, pero sin la participación de su esposo. El problema continúa siendo que no se le ocurre nada sobre cómo solucionar el traspaso de la tienda sin tocar la propiedad del local.

   Llegado el domingo, el matrimonio Carreño-Manzano va a comer a casa de doña Pilar. Han establecido un acuerdo tácito y un domingo comen en casa de la maestra y en el siguiente es ella la que está invitada a casa de su hijo. Tras acabar los postres, Julio se marcha un rato al casino a tomar café, charlar con los amigos y echar una partida. Sigue siendo muy aficionado al juego, aunque antes de casarse le prometió a Julia que no volvería a jugar con dinero por medio y, mal que bien, sigue manteniendo su promesa.

   Después del casino, Julio se pasa por la barbería a que le corten el pelo pues está abierta pese a que es domingo. Mientras espera turno coge una revista atrasada que lleva un amplio reportaje de lo que fue la noticia estrella del pasado año: la boda del rey Alfonso XIII con Victoria de Battenberg, nieta de la reina Victoria de Inglaterra. Hubiese sido una boda real más, pero dejó de serlo al sufrir la comitiva un atentado. Cuando el séquito real se dirigía de la Iglesia de los Jerónimos al Palacio Real, al pasar por la calle Mayor alguien arrojó una bomba oculta en un ramo de flores que tropezó con el tendido del tranvía y se desvió. Los Reyes resultaron ilesos pero murieron veinticinco personas y más de cien fueron heridas. Dos días después cogieron al autor que resultó ser un anarquista catalán llamado Mateo Morral…; no puede seguir leyendo porque le llama el rapabarbas.

   -Señor Carreño, su turno.

   En casa, tras acostar al niño, suegra y nuera charlan de todo un poco. En un momento de la conversación, Julia cuenta a su antigua mentora el problema que tiene el tío Elías y la decisión que han tomado de ayudarle.

   -… y lo que más me desespera es que no se me ocurre nada. Su pretensión de no vender el local lo complica todo.

   La vieja maestra queda pensativa y así está unos minutos hasta que formula una pregunta.

   -¿Por qué no se la alquiláis? –propone la aragonesa y se explica-. Le alquiláis la tienda y el local. Él se deshace del negocio y cobra el traspaso y un alquiler mensual, pero sigue siendo el dueño del local. En cuanto a vosotros, podéis montar allí una sucursal. En más de una ocasión le he oído comentar a Julio que debería ampliar la droguería pues la tienda se os está quedando chica. Ahora tenéis la oportunidad de matar dos pájaros de un tiro, solucionáis el problema de Elías y os convertís en la única droguería de la ciudad.

   A medida que Pilar ha ido desgranando su propuesta, Julia no puede por menos que admirarse de lo aguda e inteligente que es su suegra.

   -Pilar, déjame decirte que por ti no pasan los años; es más, creo que a medida que los vas acumulando eres cada vez más sabia y perspicaz. Ni en cien años se me habría ocurrido lo que acabas de explicar, cuando bien mirado lo que propones es la solución más lógica y posiblemente la más eficaz.

   -Vamos, vamos, Julia, no es para tanto –Pilar se hace la modesta, pero en el fondo está que revienta de orgullo ante los elogios de su nuera-. Si no se te ha ocurrido es porque tienes muchas preocupaciones: el niño, la casa, la tienda…

   En cuanto Julio regresa de la barbería, a Julia le falta tiempo para contarle la idea de su madre. La propuesta no parece hacerle demasiada gracia, pero se dice que antes que rechazarla de plano se lo tendrá que pensar detenidamente. No se ve con ánimos de oponerse al plan de las dos mujeres. Quizá con su madre podría, pero si a ella se le suma su mujer piensa que es mucho mujerío para un solo hombre.

   -Sería una propuesta a estudiar y habría que hacer números. Como bien sabes, en estos momentos estamos pagando los plazos de la camioneta con el préstamo que nos concedió la Caja de Ahorros y para lo que tuvimos que hipotecar el Karrascal. Y por nada del mundo quisiera volver a solicitar otro crédito. De todas formas, como digo, hay que pensarlo, pero antes de emprender ninguna acción convendría saber lo que opina el tío Elías sobre esa solución.

   -Era algo que pensaba hacer, pero antes tenía que consultártelo. En cuestiones de negocios eres tú quien tiene la última palabra –afirma Julia.

   Que lista es la condenada, se dice Julio, cualquiera que la oyera creería que aquí las grandes decisiones las tomo yo. Por eso me enamoré, porque es tan inteligente que a veces se hace pasar por tonta. Cuando me aceptó me tocó el premio gordo.

   Al atardecer del día siguiente, Julia va al domicilio del Bisojo y le cuenta la propuesta que se le ha ocurrido…, y no lo oculta, a su suegra.

   -… y creo, señor Elías, que es la mejor solución a su problema. Recibirá el alquiler mensual, pero el local seguirá siendo de su propiedad; bueno, y también el negocio, aunque lo explotemos nosotros.

   La respuesta del Bisojo es contundente.

   -Ni aunque me ofrecierais todo el oro del mundo mi tienda no acabará en manos del judas de tu marido. ¡Y no hay más que hablar!

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro III, Los hijos, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 120. Una boda sin amor

viernes, 12 de noviembre de 2021

Libro III. Episodio 118. De bien nacidos…

    El gurriato, como le llama Paquita, se está criando razonablemente bien, por esa parte los Carreño no tienen problemas pero si los tienen en la tienda; su única empleada, Antonina, le cuenta a la jefa -como llama a Julia- que es posible que tenga que irse. Se va a casar y su futuro marido le ha dicho que llevar dinero a casa es cuenta suya, su mujer no debe trabajar, su sitio está en el hogar y no detrás de un mostrador.

   -Pero Antonina, eso es una memez. Mientras no tengas hijos puedes perfectamente llevar tu casa y seguir trabajando con nosotros. El dinero que ganas os vendrá de perlas.

   -Que me vas a contar, si con lo que me pagáis gano casi tanto como Lucilio. Y por descontao que puedo con los dos trabajos, el de aquí y el de casa, si tenemos un piso que es como la jaula de un canario, pero ya sabes cómo son los hombres.

   -Sí, hija, sí. Aquí, como dice el refrán, lo que vale es lo de la mujer honrada, en casa y con la pierna quebrada, y eso es un atraso. Mi suegra lo dice siempre: este puñetero país no progresará hasta que los hombres se den cuenta de que no pueden dejar mano sobre mano a la mitad de la población. ¿Quieres que hable con él?, igual le convenzo.

   -No creo que una mujer, ni siquiera tú, sea capaz de convencer a mi Lucilio…; a lo mejor si le hablara el jefe…. No sé si le hará cambiar de parecer, pero al menos le escuchará; ya sabes, una conversación de hombre a hombre.

   -Pues dalo por hecho. En cuanto llegue Julio de Béjar le pediré que hable con el cavernícola de tu novio.

   En ese momento, el aludido está en la carretera, con más baches que firme, que discurre de Aldeanueva del Camino a Béjar. Al cruzar la Sierra del Cerro ha pinchado y está cambiando la rueda cuando le alcanza una pareja a pie de la Guardia Civil.

   -A los buenos días, ¿qué le ha pasado? –se interesa uno de los guardias  

   -Buenos días nos dé Dios. Pues ya ve, he pinchado.

   -Esta carretera es un infierno para eso de las ruedas. La semana pasada a un industrial de Béjar le pasó lo mismo.

   -Buena máquina tiene usted. ¿A cuánto puede correr este cacharro? –quiere saber el otro guardia.

   -En llano alcanza los sesenta kilómetros por hora.

   -¡Sesenta kilómetros. Manda carallo!

   -Tenga en cuenta que tiene un motor de dieciocho caballos.

   -Muchos caballos son esos.

   A todo eso, Julio ha terminado por colocar la rueda de repuesto y se apresta a retomar el viaje.

   -Bueno, voy a continuar la marcha. Si van a un sitio que me venga a mano les puedo llevar –se ofrece.

   -Estamos de servicio y el reglamento manda que se haga a pie. Si se enterara el cabo que hemos subido a un carricoche de estos nos iba a meter un buen puro –se excusa el guardia que, por su inconfundible acento, debe de ser gallego-. Lo que si le aconsejo es que se ande con cuidado y procure no volver a pinchar que por esta carretera pasan coches de Pascuas a Ramos.

   -Gracias por el consejo y que tengan buen servicio.

   Mientras, en Plasencia a Julia se le amontonan los asuntos. A la hora del cierre aparece por la tienda Lupe, su antigua compañera en la droguería del Bisojo, con la que tuvo mala relación al principio para terminar siendo buenas amigas.

   -Lupe, tú por aquí, ¿qué te cuentas?

   -Tengo que hablar contigo, Julina –Lupe es de las contadas personas que continúa llamándola así.

   -Iba a cerrar y tengo que salir flechada que he de darle de mamar al crío. Si quieres, puedes acompañarme a casa y en el camino me cuentas.

   En el recorrido hasta casa, Lupe le cuenta lo que está pasando en la droguería del Bisojo.

   -Aquello es un desastre y vamos de mal en peor. Cada vez facturamos menos y las cuentas no salen. Y a pesar de eso el tío Elías se niega en redondo a invertir ni un duro más en traer nuevos productos y hasta en adecentar la tienda. Y, todo hay que decirlo, vosotros acabaréis de rematarnos. Y aunque tu marido ha tenido la decencia de mantener lo que tú llamabas el Pacto de la Pilarica, el negocio va cuesta abajo. Y al tío Elías parece que le da todo igual… y yo, que no tengo ni tus saberes ni tu remango, ya no sé qué hacer…

   -Sí que lo siento, Lupe. Yo le tenía –rectifica-, le tengo apego al señor Elías, nunca olvidaré que me dio el primer trabajo y confió en mí. ¿Podemos hacer algo para ayudaros?, por descontado, sin que ello suponga merma para nosotros.

   -La verdad es que no lo sé. Aquello es como una casa que se va cayendo a cachos… Al paso que vamos, cualquier día tendremos que cerrar… Si eso ocurre espero que me hagáis un hueco, las cosas no os pueden ir mejor.

   -Julio te tiene enfilado desde que no quisiste irte con él, pero ya trataré de camelarlo si en algún momento necesitas trabajo. Ya hemos llegado. Lupe, siento de veras que vaya tan mal el negocio y te repito lo que dije antes: ¿podemos hacer algo para ayudaros?

   -Lo pensaré…, y gracias, Julina, sabía que podía contar contigo. ¿Cómo se cría tu niño?

   -Fenomenal y no veas lo bien que me come. ¿Quieres verlo?

   Dos días después, tras su regreso de Béjar donde las ventas han sido francamente buenas, Julio regresa a casa. Esa misma noche, en cuanto han acostado al niño y la pareja descansa tras haber cenado, Julia le cuenta los problemas planteados por Antonina y Lupe.

   -Ya me encargo de hablar con el tal Lucilio, siempre me pareció un poco berza. En cuanto a lo del Bisojo, pronto o tarde, tenía que ocurrir y en el fondo lo siento. Allí aprendimos los dos y eso siempre se lo deberemos al viejo, pero es un cabezota y el negocio tiene mala solución. Respecto a Lupe, sabes que no es santo de mi devoción, pero como sé que la aprecias cuando llegue el día que el Bisojo eche el cierre, que llegará, ya veremos lo que podemos hacer por ella.

   -De todas formas, marido, y si no tienes inconveniente, creo que, antes de que se produzca un cierre traumático, alguien debería hablar con el señor Elías y, como sé que contigo no querrá hacerlo, de esa papeleta tendré que encargarme yo. ¿No crees? –Julia presenta el caso de manera que su esposo no pueda negarse.

   -Como quieras, cariño. Haz lo que creas que debes hacer.

   Cuando Julio está en la ciudad, entre viaje y viaje, algunos días suele pasarse por el casino a charlar con sus amigos y que le cuenten las últimas noticias, él no tiene tiempo ni para ojear los periódicos. La información nacional más relevante, al menos para los tertulianos, es la vuelta al poder del conservador Antonio Maura.

  -A ver si esta vez aguanta más que la anterior, que sólo duró un año –apunta un contertulio.

  -No sé yo, desde que accedió al trono Alfonso XIII los gobiernos duran menos que un pirulí a la puerta de un colegio –refuta otro.

   -Eso debe de ser porque desde el 98 este país está gafado. Hemos cambiado de siglo y los primeros años no parecen mejorarlo.

   -Hombre, parece que Maura viene con buenas intenciones, ha dicho en las Cortes que quiere aplicar un programa político que ha definido como revolución desde arriba.

   -Eso pasará cuando las ranas críen pelo –se mofa otro.

   -Doctor Lavilla, esta noticia le interesará como médico –dice uno que ha continuado leyendo el periódico -. Un médico alemán, un tan August von Wassermann, ha inventado una reacción para la detección de la sífilis.

   -Eso puede ser interesante para los especialistas en enfermedades venéreas, que no es mi campo precisamente -La noticia le hace rememorar a Julio el mal trago que pasó cuando contrajo una blenorragia y tuvo que desplazarse a Cáceres para que un especialista le tratara.     

   Hoy, sábado, Julia ha cogido el carrito de paseo, ha puesto en él a su pequeño y ha salido con la intención de visitar al Bisojo. Pasa por el quiosco que hay en la plaza del ayuntamiento y compra el último número de Blanco y Negro, su destinataria: la doliente esposa del tío Elías.

   -Julina, ¿no me digas que es tu niño?, que guapín es, tiene a quien parecerse. Quién lo diría, eras una cría cuando entraste a trabajar con Elías y, fíjate, madre de un niño. ¡Cómo pasa el tiempo!

   Cuando el Bisojo llega a casa encuentra a las dos mujeres departiendo amistosamente.

   - Elías, mira quien ha venido a visitarnos, y ha tenido el detalle de traernos a su niño para que podamos conocerlo -Tras una trivial charla a tres bandas, y mientras la señora Florencia acuna al pequeño, Julia se encara con su antiguo patrón.

   -Me han llegado rumores, de buena fuente, de que el negocio anda de capa caída, señor Elías, y créame que lo siento. Aunque en los últimos años somos competidores, nunca olvidaré lo mucho que hizo por mí y siempre le tendré el respeto que se merece. Y, aunque quizá no lo crea, a Julio le pasa lo mismo. Sin ir más lejos, anoche hablábamos de usted y ¿sabe lo que me dijo?, que en su tienda aprendimos los dos y eso siempre se lo deberemos. Le cuento esto porque, si podemos hacer algo por usted, sepa que puede contar con nosotros. Mi suegra, a quien usted bien conoce, siempre nos recuerda que de bien nacidos es ser agradecidos, y tanto mi marido como servidora nos tenemos por tal.

   El Bisojo intuye que lo que le está diciendo su antigua encargada se lo dice de corazón. Sabe que es una persona sin doblez y si dice lo que dice es porque así lo siente.

   -Gracias, Julina, verás… -El Bisojo le cuenta que, en efecto, el negocio no puede ir peor y ya no tiene ni fuerzas ni voluntad de arreglar lo que parece tener difícil solución. Tendrá que venderlo o traspasarlo, pero tiene un problema: no quiere vender el local que es de su propiedad. Una posible salida sería alquilar la tienda, pero por mucho que lo ha intentado no ha encontrado postor que quiera hacerse con un negocio que es ruinoso. Está hecho un verdadero lío, no sabe qué hacer.

   Julia le escucha atentamente y, al tiempo que su antiguo patrón describe la penosa situación que atraviesa, su fértil imaginación está ideando como podría ayudarle para salvar la situación. De bien nacidos es ser agradecidos, se repite, y no basta con decirlo, hay que demostrarlo.

 

PD.- Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro III, Los hijos, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 119. ¡Y no hay más que hablar!