El 12 de abril, los Clavijo celebran, modestamente, el cumpleaños de su hijo mayor. Este año el chico recibe como regalo familiar su primera estilográfica, algo que llevaba largo tiempo deseando. Junto a la pluma, de marca desconocida, le han regalado un tintero de la marca Pelikán para futuras recargas. La ilusión del regalo apenas le dura tres días, pues tras la primera recarga, y al ir a coger la pluma del bolsillo de la camisa, comprueba con enorme disgusto que la estilográfica se ha descargado manchándole la camisa. Cuando, medio lloroso se lo cuenta a madre, ésta responde, airada:
-Es lo malo de ir con el monedero medio vacío, compras barato y termina saliéndote caro.
Tiempo después del cumple de Zaca, cae el primer gobierno republicano. El chaval se entera, ¡cómo no!, en el café del Pincho, cuando don José Gauchía lo cuenta.
-Los representantes de partidos de la derecha, Alcalá Zamora, presidente del Gobierno, y Maura, ministro de Gobernación, han presentado su dimisión alegando un excesivo laicismo del Estado y una intolerable política anticatólica de su propio gobierno.
-Mal empezamos, ya estamos como en los últimos años de Alfonso XIII. Ha caído un gobierno que ha durado cinco meses, eso no es serio –opina don Rodolfo.
Días después, en la tertulia cuentan que se ha formado un nuevo gobierno. Informa de ello don Avelino.
-El nuevo gobierno está presidido por Manuel Azaña y formado por republicanos y socialistas.
Con la llegada de la República, casi desde el primer momento los contertulios se han dividido –como es usual en el país- en dos grupos: los de derechas y los de izquierdas; es decir, los monárquicos y los republicanos o, dicho de otro modo, los conservadores y los progresistas. Estos últimos, que son más numerosos, pues la gente tiende a estar con el sol que más calienta, suelen llevar la voz cantante jaleando las medidas gubernamentales que para ellos van a cambiar al país de arriba abajo, algo que se necesita desesperadamente. Los conservadores, que son menos y están casi siempre a la defensiva, ponen en solfa las normas que dicta el gobierno por considerarlas desmedidas, cuando no francamente indeseadas. Las discusiones se han agudizado al unísono del debate sobre una ley republicana singular, pues días después de la toma de posesión del Gobierno provisional, y cuando todavía se está debatiendo en las Cortes la Constitución de la joven República, se presenta el proyecto de Ley de Defensa de la República con carácter urgente, y que es aprobada sin apenas discusión. En cuanto llega don Eulogio al café, Piñana se apresura a preguntarle:
-Doctor, estábamos comentando lo de la Ley de Defensa, ¿qué opina usted de ella?
-En principio, es una ley que contradice los derechos fundamentales que, al parecer, la Constitución va a garantizar. Y aunque la metan a martillazos en la ley de leyes, tendrá que ser en alguna disposición transitoria, por lo que no puede saberse cuanto tiempo estará vigente. En cualquier caso, es un texto legal que tiene mal cariz, pues da la impresión de que los constituyentes no se fían un pelo de la futura observancia de las leyes y reglamentos por los ciudadanos.
-¿Nos lo podría explicar más claro para los que no tenemos carrera? –pide Julio, el barbero.
-Lo que opino sobre la Ley de Defensa de la República es provisional hasta que se termine el debate constitucional, pero a día de hoy creo, y sé que a muchos no les va a gustar esta opinión, que es una dura medida de excepción que permitirá al gobierno actuar contra sus enemigos con rapidez y al margen del sistema judicial, anulando de hecho las garantías constitucionales, pero sin violar técnicamente la Constitución.
Zaca escucha estas noticias como si oyera llover, pues no entiende nada de lo que está pasando. Lo que le lleva a preguntar cuestiones políticas, más que su interés por las mismas es por su insaciable curiosidad. Ahora, visto que, el régimen republicano cambia de gobierno con la misma falta de coherencia que el régimen monárquico, la política ha dejado de interesarle. Parece, se dice, que padre tiene razón: al final todo se reduce a quítate tú que me pongo yo. Lo que sí piensa es que uno se defiende cuando se siente atacado, pero, ¿quién o quiénes atacan a la República? Se da cuenta que esa pregunta no la ha planteado nadie, ¿por qué? Se dice que el mundo de los mayores está lleno de preguntas, pero de pocas respuestas.
Visentico Flores, un vecino de los Clavijo, que alguna vez se lleva al campo a Zaca para que le haga compañía, el último domingo se lo llevó a una huerta de tierra campa que tiene en la partida de Les Caballeríes. Y en la que el chaval estuvo refrescándose con el agua que extraía del pozo de la finca el mulo al hacer funcionar la noria. Al recordar ese episodio, el diálogo que los padres han mantenido en la sobremesa de hoy ha suscitado su atención. Madre se ha quejado de las exiguas cosechas que sacan de la huerta de tierra campa -antes huerto de naranjos- que tienen en la partida de la Capella Vella, y que formó parte de su herencia.
-Sacaríamos más rentas si fuera de regadío –añade.
-Para eso deberíamos tener una noria. Y solo excavar el pozo nos costaría más de lo que vale la senia (voz valenciana con dos acepciones: huerta de regadío y noria) –precisa el llumero.
-No, si nos pusiéramos de acuerdo con los vecinos, pues sufren el mismo problema que nosotros: no tienen agua.
-¿Estás sugiriendo excavar un pozo entre los propietarios de la Capella? Son muchos.
-No de todos, pero sí de los más cercanos a nuestra huerta.
-Dudo mucho que quieran. Sabes mejor que yo que aquí todo el mundo va a la suya y hacer cosas conjuntas no es algo a lo que se apunte fácilmente el personal.
-Principio requieren los cambios. ¿Por qué no lo preguntas?
El señor Zacarías le ha echado un pensament a la sugerencia de su esposa, y piensa en las ventajas que supondría poder regar la huerta, por lo que decide probar. Dado que por su oficio conoce a todo el mundo, logra reunir a los propietarios colindantes de la huerta de la Capella para proponerles construir una noria comunal para poder regar sus fincas. Padre utiliza a su primogénito para hacer de amanuense y secretario de la reunión. Tras un debate, a veces acalorado porque son más las diferencias que los separan que las semejanzas que los unen, el llumero acaba convenciendo a sus vecinos de la bondad del proyecto. Deciden construir un pozo, lo que provoca una cascada de otros acuerdos: deberán contratar a un zahorí para que encuentre agua, buscar una noria barata, diseñar un horario de riegos, elegir un comité que supervise el proceso, pedir un presupuesto de lo que costará construir el pozo, así como una red de regueros para llevar el agua a las distintas fincas, y designar un síndico que medie entre las partes en caso de conflicto, algo así como un mini Tribunal de les Aigües como el de Valencia, pero unipersonal. Antes de que acabe la reunión, el llumero es elegido presidente de la futura comunidad de regantes en una votación a mano alzada. En cuanto termina la pequeña asamblea, y padre e hijo se quedan solos, Zaca se lanza a lo suyo, preguntar.
-Padre, me he fijado que han estado hablando todo el rato del pozo como si fuera seguro encontrar agua, ¿es así o lo he entendido mal?
-Lo entendiste bien. Tenemos muchas probabilidades de que el zahorí encuentre agua porque el nivel freático del municipio está a escasos metros de la superficie –padre, conocedor de su retoño, se le adelanta-. En otro momento te explico que es ese nivel. Pues bien, en el subsuelo del ámbito municipal hay una especie de río subterráneo, creo que se llama un acuífero. Debido a esa circunstancia, el término está plagado de pozos de los que se extrae el agua por medio de norias o, en el caso de los pozos con un gran volumen de agua, por motores de fueloil que algún día espero que sean eléctricos. ¿Satisfecha tu curiosidad?
-¿El Pou del Calvari también es de ese río subterráneo? –Zaca se refiere al pozo que proporciona agua a las fuentes públicas y que en su umbral tiene un poema cuyo autor no debía ser muy ducho en métrica, pues es un cuarteto por su rima y una cuarteta por sus versos: Neptuno aquí liberal/por saciar la sed del mundo/hizo de un pozo profundo/ este bello manantial.
-En efecto. Todos los pozos del pueblo se surten de agua del mismo acuífero. Y ahora lo más urgente es ver dónde encuentro un zahorí que nos marque el sitio donde haya agua en la Capella.
Un amigo recomienda al señor Zacarías un zahorí de la Vall d´Alba que ha señalado la existencia de agua en otros puntos del término municipal y es a quien apalabra. El valldobí, con la ayuda de un péndulo y una horquilla de nogal, ha ido paseando por la partida de la Capella en la que señala tres puntos concretos donde sus sentidos y el péndulo marcan la existencia del líquido elemento. Uno de los puntos está en el extremo de la huerta del tío Torrafabes, uno de los propietarios del grupo de la noria. Todo esto lo cuenta a los suyos el señor Zacarías durante la cena.
-No solo ha señalado dónde hay agua, sino que también nos ha dicho el posible caudal disponible y su probable profundidad. Según cuenta, en Torreblanca, el calado medio de los pozos depende, sobre todo, de la proximidad al mar, pero suele oscilar entre 3 y 4 metros los cercanos a la costa, y los 6 ó 7 metros los más alejados del mar. De acuerdo con ese dato, nuestro pozo debería estar entre los 4 y los 6 metros de profundidad.
Después de obtener el beneplácito del tío Torrafabes y ponerse de acuerdo los copropietarios en la indemnización a pagar al mismo por el pedazo de tierra en que excavarán el pozo, más la necesaria para el círculo por el que andará la acémila que hará de fuerza motor, contratan al pocero y las obras se ponen en marcha. Cuando el tío Crisógono, el pocero, llega a los 4 metros sin señal alguna de agua, el presupuesto comunal se está agotando y los socios comienzan a ponerse nerviosos. Unos cuantos fuerzan una reunión para decidir si continúan con la obra o la dejan. El señor Zacarías y algunos otros insisten en que deben de seguir, pero cuando ven que están en minoría les entran dudas. Entonces, cosa rara, el llumero lo consulta con su esposa.
-… y así está el panorama. Y, la verdad, no sé qué vamos a hacer. ¿Tú qué harías?
A la señora Rosario, poco acostumbrada a que su marido le haga consultas de esa clase, la pregunta la pilla desprevenida. Como no sabe qué responder le da una larga cambiada y contesta que tiene que pensarse la respuesta. Lo que hace en el entretanto es preguntar a su primo, Silvestret, al que supone entendido en pozos, pues es copropietario de dos fincas que se riegan con norias en partidas distintas.
-Es una tontería que lo dejen habiendo excavado hasta los 4 metros. El agua ha de estar muy cerca
-Pero es que de seguir, dice Zacarías que tendremos que pedir dinero al banco porque nos hemos gastado las cuatro perras que teníamos.
-Como supongo que no será mucho el dinero que vais a necesitar, pedir una hipoteca sobre una finca, que creo que os la darán, y problema solucionado -Lo que le contó Silvestret es lo que la señora Rosario traslada a su marido.
-Lo de la hipoteca no me viene de cara, pero me lo pensaré. Antes hablaré con don Eduardo Leuba para que me explique cómo está lo de los créditos hipotecarios. Como los tipos de interés sean muy altos, me temo que lo del pozo quedará en agua de borrajas.
El pocero, al ver que puede perder el trabajo, les ofrece rebajar el presupuesto, dejando de proteger las paredes del pozo con piedras planas y ladrillos. No será tan seguro porque algún desprendimiento puede producirse, pero será más barato y el trabajo avanzará con más rapidez. Lo de construir un pozo es señal de que en casa de los Clavijo algunas cosas, aunque sea tímidamente, están cambiando, y así lo percibe el reflexivo Sacarietes que se pregunta: ¿Los cambios son buenos o malos? ¿No será mejor dejar las cosas como estaban y no forzarlas? ¿Excavar el pozo es una buena idea o padre se ha metido en un berenjenal del que puede salir escaldado? Muchas preguntas, pero ninguna respuesta. Eso es lo que ocurre habitualmente y a ello hay que plegarse y reconocer que es mucho más fácil preguntar que contestar. Y si ocurre es porque la mayoría de la gente tiende a lo más cómodo y no se complica la vida. Veremos en qué queda lo del pozo.
PD.- El próximo martes publicaré el episodio 35 de la novela “El masover”, titulado: La noria
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