Rosario medita cómo venderle a su hijo mayor pasarse el verano en el Mas del Canònge, dando clase de cultura general a la pubilla de los Villalonga. Es consciente de que la empresa no será fácil, pues ha sido testigo de algunas charlas entre él y sus amigos haciendo planes para el inminente estío. Es consciente que los masos tienen fama de ser lugares apartados y solitarios en los que pocas diversiones se pueden encontrar. Tampoco desconoce que, a su vez, los masoveros cargan con la dudosa reputación de ser gente que solo piensa en su trabajo y que no pierden el tiempo en jolgorios y divertimentos. El azar, factor siempre imprevisible, viene en su ayuda. Al mejor amigo de Zaca, Joaquín Pifarré, le ha surgido una posibilidad difícil de rechazar: uno de los hermanos de su padre, que tiene una pequeña empresa de montajes eléctricos en un pueblo de Tarragona -Vilaseca –, le ha propuesto irse con él durante el verano para que inicie el aprendizaje de lo referente a su negocio que quizá algún día pueda dirigir, pues no tiene hijos. Vivirá en su casa y el trabajo no será duro, pues de lo que se trata no es tanto que aprenda lo referente a los montajes eléctricos, sino que se vaya familiarizando con la empresa y sus actividades. Pifarré, cuya aspiración es titularse algún día como perito eléctrico, no se lo piensa dos veces y, alentado por su familia, acepta la oferta. El hecho de que Zaca se quede todo el verano sin su más leal amigo, provoca que cuando madre le plantea la propuesta de irse al Mas del Canònge su predisposición es otra muy distinta a la que hubiese tenido si su amigo hubiera permanecido en el pueblo durante el verano. Madre se esfuerza para hacerle atractiva la propuesta, explicándole todo cuanto se va a encontrar en el Mas.
-… y me ha dicho la señora Paca que más que el maestro de Paquita serás el invitado de la familia. Tendrás todo el tiempo libre que quieras. Su mayoral te llevará a cazar, te mostrará cómo funciona el parany para coger tordos y te enseñará a construir trampas para cazar conejos. Podrás montar en alguno de sus caballos y te llevarán a la feria de Benlloch y a las de otros pueblos de las cercanías. Creo que te lo puedes pasar chachi y que no te aburrirás ni un segundo. Y no te digo nada de cómo se come. La ventaja de ser ricos: tienen de todo y en cantidad, y al haber comidas tan variadas encontrarás platos que te puedan apetecer probarlos. Y lo último, pero no menos importante: en el Mas, al estar en plena montaña, no hay ni pizca de humedad, es más bien un ambiente seco, lo que te vendrá fenomenal para los pulmones. Y, según me ha contado la señora Paca, tienen un agua muy fuerte, lo que te abrirá el apetito que te servirá para ponerte como un toro.
A pesar de los denodados esfuerzos de Rosario de pintarle la vida en el Mas como si fuera el lugar más apetecible del mundo, Zaca no encuentra atractiva la propuesta. Piensa que es cierto que Paqui la Masovera ya no le parece un cardo borriquero y que sabe que a la familia Villalonga le cae bien –salvo a la abuela Julia de la que no está seguro como lo recibiría-, pero de eso a pasarse dos meses en un lugar que desconoce y en un entorno del que no sabe nada, pues nunca ha pisado una masía, media un abismo. Conoce la mala fama de solitarios que tienen los masos y la estereotipada estampa que tiene de los masoveros no puede ser más negativa: unos garrulos vestidos de pana, calzados con rusticas abarcas o botos camperos y con las boinas encasquetadas hasta las orejas, poco sociables, ladinos, desconfiados y con escasas letras, si es que no son analfabetos. De hecho, en el pueblo cuando te acusan de semblar ser un masover, es como decirte que eres un patán, ignorante e insociable. Un defecto muy español es despreciar lo que se ignora, y masos y masoveros lo que realmente son es unos grandes ignorados. Pero el muchacho eso no lo sabe, ni siquiera lo intuye y piensa que se va a topar con una gente con la que no podrá conversar del mundo de papel en el que vive. ¿Qué diablos pueden saber los masoveros de tebeos, novelas y revistas? ¿Qué pueden saber de sus autores preferidos? Nada. ¿Qué puede hacer en semejante lugar? Lo más probable será que aburrirse como una ostra y tratar con gente ordinaria y burda que poco o nada podrán enseñarle. Más como se percata del entusiasmo que pone madre en la propuesta y el calor con que la defiende, no quiere defraudarla y da una respuesta ambigua, pero esperanzadora en el sentido de que puede cambiar de opinión.
-Bueno, madre, me lo puedo pensar, ¿verdad? ¿O es un trágala como cuando querían enviarme al seminario tortosino?
-De ninguna manera, Zaquita. Solo vas a ir si te gusta la idea de cambiar de aires un par de meses. Y hablando de aires, has de saber, porque así me lo ha confirmado don Eulogio que, como te dije, el clima seco del Mas sería mano de santo para tus bronquios. Eso es lo que dice don Eulogio y si lo dice es porque será así. Y quizá sea lo más positivo de esta oferta: la mejoría de tu salud. Solo por eso, en tu lugar yo diría que sí con los ojos cerrados. No lo dudes. Al menos, échale un pensament.
-¿Y padre qué piensa de esa invitación?
-Creo que, por primera vez en mi vida, he hablado antes contigo que con tu padre. Eso quiero decir que te estás haciendo mayor y, como ya piensas por tu cuenta, de ahí que te lo he contado antes que a él. Pero por padre no te preocupes. Cuando le refiera lo que ha dicho el médico sobre lo bien que te iría estar dos meses en un clima seco, no pondrá ningún impedimento. Más bien al contrario, será el más firme defensor de que te vayas al Mas. Sabes que está muy preocupado por tu recaída.
-Bueno, me lo pensaré. Aunque si le soy sincero es una propuesta bastante rara y poco apetecible. Porque eso de estar dos meses en un mas…, la verdad es que alicientes tiene pocos. Y no sé, no sé qué decirle. Se me hace cuesta arriba…, y para todo el verano… Eso es mucho tiempo –al ver la cara de desilusión que pone madre le vuelve a dar falsas esperanzas al añadir-: Y de aceptar, ¿cuándo me tendría que ir?
-No hemos hablado de fechas. Puede ser enseguida o con el verano más adelantado. -Supongo que cuando tú decidas, pero pienso que lo mejor sería que te fueras lo más pronto posible, el tiempo pasa muy rápido.
-Bueno, le prometo que me lo pensaré.
Al muchacho, que es más bien de ritmo lento, que le metan prisas no va con él y que lo haga su madre le pone de mal humor. Pero ha prometido a madre que lo meditará. Esa noche, Rosario cuenta a su marido una versión cocinada de la posible ida del primogénito al Mas del Canònge.
-Hablando con la señora Paca la Masovera surgió lo de los problemas pulmonares del mayor y de la recomendación de don Eulogio de que le vendría bien cambiar de aires una temporada. A la señora Paca se le ocurrió que al chico le podría ir de cine pasarse un tiempo en un clima seco como el de su masía. Además, me ha contado que tienen un agua muy fuerte y que le abriría el apetito, que es el otro punto débil que tiene. A ella, llevarse a Zaquita al Mas le encantaría, pero no se ha atrevido a decírselo al chico, hasta que decidas sobre su invitación. No lo he hablado con don Eulogio, pero seguro que le parecerá una buena medida. Y a ti, ¿qué te parece? –El llumero responde a la pregunta con otra.
-¿Y el chico que ha dicho?
-El chico hará lo que tú digas, sea lo que fuere. Ya sabes que es un buen hijo y muy bien mandado. Una sugerencia tuya para él será un mandamiento.
-¿Y se lo van a llevar así por las buenas, sin más? –se extraña el señor Zacarías, sorprendido por la invitación.
-Bueno, Paca ha dejado caer que, para justificarse ante Zaquita y ante la gente que pregunte, la excusa será que el chico dará clases a su hija.
-¿Clases de qué?
-Un poco de todo. Mejorar su letra, aprender a leer con fluidez y, especialmente, manejar las cuatro reglas con mayor fiabilidad conque lo hace. Y así, cuando comience el curso y vuelva doña Carlota a dar repaso a la muchacha no habrá perdido el hábito de estudiar y tendrá los conocimientos frescos.
-Si es así no me parece mal. Y en el supuesto de que dejemos ir el chico al Mas, ¿has pensado en cómo podríamos agradecer a los Villalonga la invitación? Porque tener al muchacho dos meses a mesa puesta puede resultarles gravoso. Y un favor debe ser correspondido.
-De gravoso, nada. Ten en cuenta que esos masoveros son muy ricos y, según tengo entendido, en la masía vive más gente, pues además de los Villalonga están los trabajadores que conviven con ellos.
-Insisto. Y de aceptar la propuesta, ¿cómo podríamos corresponderles? –padre conceptúa la propuesta de los Villalonga como un favor que les hacen y se centra en como corresponder.
-Déjame pensarlo, algo se me ocurrirá -Al día siguiente, Rosario cuenta a su hijo que a padre le parece bien lo de la estancia en el Mas. Y le pregunta si se lo ha pensado.
-Sigo dándole vueltas porque no estoy seguro de que lo vaya a pasar tan bien como dice. Me parece que me puedo aburrir más que un mejillón. Porque Paqui es buena chiquita, pero no es que sea precisamente la alegría de la huerta –como otra vez madre pone cara de desencanto al oírle, agrega unas palabras esperanzadoras-: Una cosa, madre: ¿si decido ir, podré llevarme tebeos y algunas novelas?, pues me temo que pueda aburrirme.
-Podrás llevarte todos los que quieras. No solo tebeos y novelas, también manuales de tus estudios y cuántos libros te vayan a hacer falta. Y te adelanto un secreto, pero no se lo has de contar a los Villalonga. Por si decides ir, te han comprado un libro que me has dicho más de una vez que tienes muchas ganas de leer: El libro de la selva, de ese autor del que no recuerdo el nombre.
-Rudyard Kipling. Eso sería una pasada. Y las ediciones con grabados valen un pastón, por eso siempre me decís que me lo regalaréis el año que viene.
-Pues hay más. Me ha dicho Paca que van a comprar unos cuantos libros de un tal Emilio no sé qué. Tiene un apellido como italiano. Que aguardan a ver si te decides ir y les das los títulos de los libros para encargarlos -A Zaca la mención de Emilio no sé qué, le lleva de inmediato a pensar en el italiano Salgari, del que es un fan. Ha leído varias de sus novelas y le chiflan personajes como el pirata Sandokán y el Corsario Negro.
-Solo por leer El libro de la selva, vale la pena estar dos meses en un mas –admite el muchacho.
-Pues tú mismo.
Veinticuatro horas después del último diálogo, Joaquinito Queralt da la puntilla a lo que restaba de los planes de Zaca para el verano en el pueblo. Va a irse, con su madre y su hermano Pepe, a Berga, pueblo natal de su padre. Se van de quince de julio a quince de agosto. La noticia junto al paraíso lector que parece esperarlo en el Mas son las últimas gotas que hacen rebosar el vaso de sus dudas. Piensa, además, que si se queda solo va a tener como compañero a Manolo Pitarch, tan buena persona como sosaina, y lo que pueda divertirse en su compañía podrá caber en un dedal. Tras darle infinidad de vueltas a la propuesta, se decide: irá al Mas del Canònge y a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga. La decisión de Zaca desata un revuelo familiar, pues hay determinadas tareas que gestiona el muchacho que han de quedar cerradas antes de irse. La actividad de escrivent no tiene recambio posible. La solución que adoptan es hacer correr la especie de que el chico estará fuera todo el verano por recomendación médica y, por consiguiente, no podrá reanudar su ocupación de escribidor hasta septiembre. No dan muchos más detalles, aunque son conscientes de que la ida del muchacho a la masía más pronto que tarde se conocerá con todo tipo de pormenores. En un pueblo los secretos tienen las horas contadas. En cuanto al trabajo de coniller, optan por una variante en la que han pensado alguna vez. Encargan al alguacil un bando cuyo contenido dice: Todos los que este verano quieran comprar conejos y huevos frescos que vayan a la Fábrica. Y para terminar de cubrir las tareas que le corresponden a Zaca, Pedrito, que ya cumplió los ocho, se ocupará del pastoreo de las cabras.
Madre es la que prepara el equipaje que se llevará el muchacho: mudas limpias, ropa de verano, calzado cómodo y hasta un bañador por si se da un chapuzón en una de las balsas del Mas. Amén de las cosas de aseo y los medicamentos que ha de seguir tomando. Y padre, le regala una navaja suiza que incluye un cuchillo y varias herramientas como destornillador, tijera, lima, punzón y abrebotellas. El regalo colma de felicidad al chiquillo, pues hacía tiempo que suspiraba con tener una. La guinda del equipaje la pone el propio Zaca que selecciona los tebeos y novelas que se va a llevar, y con los que confía no aburrirse en la masía, pues por mucho que madre le ha dorado la píldora está convencido de que va a tener mucho tiempo en el que no tendrá nada que hacer y la lectura será su válvula de escape.
Sacarietea solo se despide de sus amigos y sus tías. Tampoco es que tenga muchas más personas que estén en su círculo íntimo. Sus padres le han prometido que, coincidiendo con las fiestas patronales del pueblo de agosto, en las que el señor Zacarías se coge una semana de vacaciones, irán a verle. Y se escribirán a lo largo del verano contándose su vida. Bueno, piensa el chico, “Vamos pa allá y que sea lo que Dios quiera”, aunque sigue sin estar convencido de que su estancia en la masía vaya a ser una fiesta. Al final, se consuela: “A mal que vaya, dos meses pasan pronto”. El muchacho aún no ha descubierto que el tiempo de los humanos, al menos en el plano psicológico, no es tan lineal como parece, sino que puede contraerse o dilatarse en función de las circunstancias y del estado anímico de una persona, y dos meses pueden hacerse muy cortos o muy largos, dependiendo de factores imprevisibles. En cualquier caso, la laxitud o celeridad temporal en que discurrirán los próximos dos meses pronto la descubrirá.
PD.- El próximo martes publicaré el episodio 51 de la novela “El masover” titulado: El mayoral