martes, 2 de septiembre de 2025

 

35. “El masover”. La noria  

   El señor Zacarías no ha tenido que pensarse lo de pedir la hipoteca para seguir ahondando el pozo, pues el día anterior a ir al banco aparece el pocero para dar la esperada noticia: ha aparecido el agua antes de llegar a los cinco metros. Una vez encontrada agua, el siguiente problema que se les plantea a los futuros regantes es que la profundidad a la que está el líquido exige una noria con muchos cangilones y que no sean pesados, pues de lo contrario la cenia tendría que moverla un animal de buen porte y las acémilas que tienen la mayoría de los labradores del grupo no pasan de medianejas. Que los vasos de la noria no sean pesados elimina los cangilones de barro que son los que tradicionalmente se usan en las viejas norias. Alguien habló a los socios de que comenzaban a fabricarse unos arcaduces de hojalata, que eran mucho más ligeros que los de arcilla, pero también más caros. El dilema implica una nueva reunión de los copropietarios de la senia. El señor Zacarías llega a la reunión con los deberes hechos, pues lleva el presupuesto comparado del coste de cangilones de barro y de hojalata, y las ventajas e inconvenientes de unos y otros. La superioridad de las vasijas de lata es significativa, tanto que, pese a su mayor precio, los futuros regantes han de inclinarse por ellas, por lo que al final los socios tienen que pedir un crédito al banco. En su entrevista con el farmacéutico-banquero, éste le pregunta cómo van los estudios de su hijo mayor.

   -Muy bien, don Eduardo. El chico es muy aplicado y hasta ahora lo ha aprobado todo sin mayores problemas.

   -Cuando haga el cuarto curso ven a hablar conmigo, pues es posible que pueda ofrecerle una salida –Y aunque el llumero trata de sonsacar al banquero de qué va esa posible salida, don Eduardo no le da más detalles.

   El chaval de los Clavijo, más por su innata curiosidad que por que le interesen los asuntos agrícolas, asiste al montaje de la maquinaria de la noria. Primero el mecánico, de la empresa de Alboraya que les ha vendido el artilugio, instala el eje central al que acopla dos ruedas: la horizontal, tipo engranaje de linterna, y la vertical con dientes que engranan con la primera. Esta última, con una hilera de cangilones que, con el movimiento de la rueda, se llenarán de agua del pozo, la elevarán y la depositarán en un contenedor para luego ser distribuida a los regueros que la conducirán a las distintas fincas. Estos regueros, más bien canalillos hechos de mampostería, están dotados de unas compuertas de cemento para detener y desviar el flujo del riego a uno u otro campo. Cuando el mulo, uncido al báculo-guía de la noria, comienza a dar vueltas al senderillo alrededor del pozo y el agua comienza a correr por el reguero, Zaca queda defraudado porque el volumen es muy pequeño, apenas si llena medio canalillo. Y piensa: “tantos trabajos y duros gastados para esto”. Al comentárselo a padre, la respuesta de éste es tajante.

   -Será poco caudal, pero la tierra sin agua es parda y con ella es verde. Y más vale poca que ninguna. Esperar mirando al cielo por ver si llueve es uno de los suplicios de los labradores y todo lo que sea eliminarlo no hay dinero que lo compense.

   Los copropietarios de la noria, como es tradición, han plantado en el círculo exterior del pozo tres esquejes de higuera que, cuando se conviertan en árboles frondosos, den sombra a las acémilas –generalmente mulos o asnos- que darán vueltas sin cesar para accionar la noria. Cada vez que el animal se pare –lo que indefectiblemente hará de vez en cuando- el regante lo advertirá al disminuir el volumen de agua, lo que le obligará a acercarse a la noria para azuzar al animal o, si lo tiene debidamente amaestrado, enviará a su perro para que ladre a la acémila o haga la intención de morderle. El llumero, como no tiene mulo, ha apalabrado que, cuando le toque regar, será el primo Silvestret quien se encargue de hacerlo. Y así acaba la historia de la noria que bien pronto olvida Zaca, pues la agricultura no se ha hecho para él. Lo suyo es el estudio y, como en ese apartado cumple, cuando llega junio y va a examinarse al instituto, aprueba todas las asignaturas de segundo de bachillerato. El chico no se siente ni medio bachiller, pero su ego se ha ido afianzando con lo que cada vez es más introvertido y menos sociable, cree más en el mundo de los libros que en el real, es más teórico que pragmático y, sin saberlo, quizá se prepara ¿para qué?, ¿para ser toda su vida un libro cerrado?    

   En diciembre las Cortes aprueban la Constitución de la II República española, de lo que el chico se entera, ¡cómo no!, en la tertulia del Pincho, en la que don José Gauchía completa la noticia.

   -Al día siguiente de aprobar la Constitución, las Cortes eligieron al primer presidente de la República en la persona de don Niceto Alcalá-Zamora. Un político y abogado que ocupó varios ministerios durante el reinado de Alfonso XIII, y que fue el primer presidente del Gobierno provisional. Fue siempre un liberal, pero ahora estaba con Maura en la Derecha Liberal Republicana.

   Como la curiosidad del chico permanece intacta, y no sabe qué es la tan comentada Constitución, para qué sirve, y de qué va, recurre a su particular mentor, mosén Florencio.

   -Mosén, me gustaría que me explicara algo de la Constitución que acaban de aprobar las Cortes. En la terraza del Pincho no se habla de otra cosa y hasta padre al que, como le conté, no le gusta hablar de política le he oído comentar algo.

   -Estaré encantado de explicártela, pero antes he de leérmela, cosa que todavía no he podido hacer.

   Puesto que pasan los días y el vicario no ha vuelto a mentar ni palabra sobre la Constitución, una tarde que la lección de religión se la ha ventilado el chaval en un abrir y cerrar de ojos, le recuerda al vicario que le prometió hablarle de la tan mentada ley.

   -Es que todavía no la he leído. La Secretaría del obispado nos prometió que enviaría a todas las parroquias un ejemplar, pero hasta el momento no ha llegado. De todas formas, lo que puedo hacer es explicarte alguna generalidad. Por ejemplo que es la ley fundamental del estado. En otras palabras, es la ley de leyes, pues todas derivan de ella.

   -¿Da lo mismo que sea un reino o una república?

   -Lo mismo.

   -¿Y todo el mundo ha de obedecerla, sea de derechas o de izquierdas?

   -Todos, sean de la ideología que sean, y da igual que sea el Rey, el Presidente de la república o el último de los ciudadanos.

   Zaca se conforma con la explicación del mosén y le parece que ya no necesita más aclaraciones, pues estas noticias no tienen interés para él que ya ha asumido que ahora vive en una república, aunque en el pueblo apenas se nota el cambio, pues todo sigue igual como cuando mandaba el Rey. O sea, piensa el chaval, “que el cambio ha consistido en cambiar de bandera y de himno, para eso podrían haberse evitado todo el follón que montaron.” Y una vez más, llega a la conclusión de que la gente mayor en ocasiones se comporta como si fueran críos.

   Para Zaca el nuevo año de 1932 ha tenido una  variación en su rutina cotidiana: ha comenzado a practicar deporte, algo que, dadas sus nulas aptitudes físicas no es que no lo haya hecho, es que ni siquiera lo ha intentado. A él le hubiese gustado jugar a fútbol en el equipo juvenil local, pero como es consciente de que no tiene ninguna posibilidad, elige el deporte que tiene más cerca y que es minoritario en el pueblo, la pelota a mano, que sí tiene un cierto auge en otras comarcas valencianas. En el pueblo se juega en el trinquete de la calle Sitchar, casi pegado al grupo escolar. Algunas tardes, después de cantar la diaria lección, se junta con otros chavales y juegan algunos partidos. Suele jugar con Manolo Mars, que también va a estudiar bachillerato por libre, y que es de los que ganan los partidos antes de jugarlos, pues sabe elegir a los mejores compañeros. Otro compañero de juego es Manolo Vinuesa, que es un as jugando de sobaquillo, técnica tan bonita como ineficaz. Y el tercero suele ser su amigo Joaquín Pifarré que, como ambidiestro, es de los que gana más veces que pierde. A pesar del interés que pone en el juego, Zaca es el que peor juega. Su falta de fondo y de habilidad corporal se traduce en muchas más derrotas que triunfos, a pesar de la voluntad que pone en las partidas. Por lo demás, su vida, tanto la académica como la social, no ha sufrido cambios: ha estudiado el segundo curso de bachillerato por libre, continúa con sus amigos de siempre y prosigue siendo tan retraído, tímido y falto de empuje como antes.

   Más allá de la monocorde vida del mayor de los Clavijo, en el plano sociopolítico el país sigue regido por el Gobierno de coalición de republicanos y socialistas, presidido por Azaña, que continúa profundizando las reformas iniciadas por el Gobierno provisional y cuyo propósito es modernizar la vida económica, social, política y cultural españolas. Aunque hay una parte de la población que parece oponerse a esa modernización, en contra de lo que desea la mayor fracción de la sociedad española.

   Tal como había pensado Zaca, la llegada de la república no ha alterado la vida de Torreblanca, aparte de que ahora en el ayuntamiento mandan los socialistas, pero por lo demás todo sigue igual, los nuevos regidores municipales son tan incompetentes como lo eran sus predecesores. Y la vida de los torreblanquinos discurre por las sendas de siempre. Los agricultores continúan con su rutinaria y penosa tarea diaria y siguen yendo del pueblo a sus campos y de estos al pueblo. La gente de los oficios abre sus talleres y obradores o se van a la obra que estén rematando ese día y, hacia las diez y media, se reúnen con sus compañeros de oficio para esmorzar, después del almuerzo prosiguen su laboreo hasta mediodía en que regresan a casa para comer, y luego seguirán trabajando por la tarde. Los empleados de las compañías foráneas realizan sus actividades habituales en sus centros de trabajo. En cuanto a los chiquillos tienen clases de mañana y tarde seis días a la semana, salvo la tarde de los jueves. Zaca también estudia seis días a la semana, mañana y tarde. Aun así se considera afortunado porque piensa que “si continúa estudiando y termina el bachillerato, aunque solo sea el elemental, lo lógico es que luego acabe realizando una de las carreras que se pueden cursar en Castellón: maestro de primeras letras, perito o profesor mercantil, o especialista de alguna de las profesiones que se enseñan en la Escuela de Artes y Oficios. Y posiblemente tendrá un porvenir mejor que si fuera labrador o desempeñara uno de los oficios o de los empleos de compañías foráneas que hay en el pueblo. Incluso tendrá mejor porvenir que si trabajara en un banco, como en algún momento pretendió padre, o terminase siendo cura, como intentó mosén Fumadó.

   El invierno está en su última etapa, cuando el muchacho pilla un resfriado común, los síntomas parecen evidentes: comienza con estornudos y congestión nasal, sigue con moqueo y dolor de garganta, luego con una tos cavernosa y lagrimeo, y acaba con décimas de fiebre, que pronto se convierten en algo más. La primera semana, madre no le ha dado mayor importancia al catarro, sabe mejor que nadie lo endeble que es la salud de su hijo mayor, cuya constitución es frágil y encima continúa siendo un fetiller al que para que coma hay que armarse de paciencia y soltar algún que otro reniego. Pese a que la congestión nasal y el dolor de garganta le dificultan estudiar, el chaval sigue haciéndolo y continúa yendo todas las tardes a clase. Hasta que uno de esos días, don Domingo le aconseja:

   -Dile a tus padres de mi parte que debes cuidarte ese resfriado. Lo mejor será que estés unos días en cama y que te den leche con miel y un chorrito de coñac, que eso es mano de santo para los catarros.

   Madre, de la receta del maestro solo tiene en cuenta lo de meterle en la cama y lo que hace es llamar al médico con el que tienen la iguala,  don Eulogio Ripollés, en quien tiene una fe ciega, pues tiene fama bien ganada de tener un agudo ojo clínico. Es más, algunas personas piensan que al galeno el pueblo le viene pequeño, pues en su juventud ejerció la medicina en un trasatlántico lo que le dio una pátina de savoir faire traducida en su facilidad y destreza para desenvolverse en los más variados ambientes. La gente dice de él que si se fuera a una ciudad llegaría fácilmente a ser famoso, dado que talento no le falta, pues es hombre polifacético: pinta –un cuadro suyo de “La última cena” decora la iglesia parroquial-, sabe idiomas, juega al ajedrez y es radiestesista –descubrió un potente manantial  en el Prat que luego hubo que taponar, pues el agua era salitrosa-. El galeno, tras hacer la ronda diaria de los pacientes encamados en sus domicilios, llega al atardecer a la Fábrica. Toma el pulso al chico, le pone el termómetro y le ausculta los pulmones. Mueve la cabeza y parece preocupado. Madre, que es quien le acompaña, intuye que el gesto no anuncia buenas noticias.

   -Rosario, ¿cuántos días lleva así el chico?

 

PD.- El próximo martes publicaré el episodio 36, de la novela “El masover”, titulado: Tete, no te mueras (1

martes, 26 de agosto de 2025

34. “El masover”. El pozo

   El 12 de abril, los Clavijo celebran, modestamente, el cumpleaños de su hijo mayor. Este año el chico recibe como regalo familiar su primera estilográfica, algo que llevaba largo tiempo deseando. Junto a la pluma, de marca desconocida, le han regalado un tintero de la marca Pelikán para futuras recargas. La ilusión del regalo apenas le dura tres días, pues tras la primera recarga, y al ir a coger la pluma del bolsillo de la camisa, comprueba con enorme disgusto que la estilográfica se ha descargado manchándole la camisa. Cuando, medio lloroso se lo cuenta a madre, ésta responde, airada:

   -Es lo malo de ir con el monedero medio vacío, compras barato y termina saliéndote caro.

   Tiempo después del cumple de Zaca, cae el primer gobierno republicano. El chaval se entera, ¡cómo no!, en el café del Pincho, cuando don José Gauchía lo cuenta.  

   -Los representantes de partidos de la derecha, Alcalá Zamora, presidente del Gobierno, y Maura, ministro de Gobernación, han presentado su dimisión alegando un excesivo laicismo del Estado y una intolerable política anticatólica de su propio gobierno.

   -Mal empezamos, ya estamos como en los últimos años de Alfonso XIII. Ha caído un gobierno que ha durado cinco meses, eso no es serio –opina don Rodolfo.

   Días después, en la tertulia cuentan que se ha formado un nuevo gobierno. Informa de ello don Avelino.

   -El nuevo gobierno está presidido por Manuel Azaña y formado por republicanos y socialistas. 

   Con la llegada de la República, casi desde el primer momento los contertulios se han dividido –como es usual en el país- en dos grupos: los de derechas y los de izquierdas; es decir, los monárquicos y los republicanos o, dicho de otro modo, los conservadores y los progresistas. Estos últimos, que son más numerosos, pues la gente tiende a estar con el sol que más calienta, suelen llevar la voz cantante jaleando las medidas gubernamentales que para ellos van a cambiar al país de arriba abajo, algo que se necesita desesperadamente. Los conservadores, que son menos y están casi siempre a la defensiva, ponen en solfa las normas que dicta el gobierno por considerarlas desmedidas, cuando no francamente indeseadas. Las discusiones se han agudizado al unísono del debate sobre una ley republicana singular, pues días después de la toma de posesión del Gobierno provisional, y cuando todavía se está debatiendo en las Cortes la Constitución de la joven República, se presenta el proyecto de Ley de Defensa de la República con carácter urgente, y que es aprobada sin apenas discusión. En cuanto llega don Eulogio al café, Piñana se apresura a preguntarle:

   -Doctor, estábamos comentando lo de la Ley de Defensa, ¿qué opina usted de ella?

   -En principio, es una ley que contradice los derechos fundamentales que, al parecer, la Constitución va a garantizar. Y aunque la metan a martillazos en la ley de leyes, tendrá que ser en alguna disposición transitoria,  por lo que no puede saberse cuanto tiempo estará vigente. En cualquier caso, es un texto legal que tiene mal cariz, pues da la impresión de que los constituyentes no se fían un pelo de la futura observancia de las leyes y reglamentos por los ciudadanos.

   -¿Nos lo podría explicar más claro para los que no tenemos carrera? –pide Julio, el barbero.

   -Lo que opino sobre la Ley de Defensa de la República es provisional hasta que se termine el debate constitucional, pero a día de hoy creo, y sé que a muchos no les va a gustar esta opinión, que es una dura medida de excepción que permitirá al gobierno actuar contra sus enemigos con rapidez y al margen del sistema judicial, anulando de hecho las garantías constitucionales, pero sin violar técnicamente la Constitución.

   Zaca escucha estas noticias como si oyera llover, pues no entiende nada de lo que está pasando. Lo que le lleva a preguntar cuestiones políticas, más que su interés por las mismas es por su insaciable curiosidad. Ahora, visto que, el régimen republicano cambia de gobierno con la misma falta de coherencia que el régimen monárquico, la política ha dejado de interesarle. Parece, se dice, que padre tiene razón: al final todo se reduce a quítate tú que me pongo yo. Lo que sí piensa es que uno se defiende cuando se siente atacado, pero, ¿quién o quiénes atacan a la República? Se da cuenta que esa pregunta no la ha planteado nadie, ¿por qué? Se dice que el mundo de los mayores está lleno de preguntas, pero de pocas respuestas.

  Visentico Flores, un vecino de los Clavijo, que alguna vez se lleva al campo a Zaca para que le haga compañía, el último domingo se lo llevó a una huerta de tierra campa que tiene en la partida de Les Caballeríes. Y en la que el chaval estuvo refrescándose con el agua que extraía del pozo de la finca el mulo al hacer funcionar la noria.  Al recordar ese episodio, el diálogo que los padres han mantenido en la sobremesa de hoy ha suscitado su atención. Madre se ha quejado de las exiguas cosechas que sacan de la huerta de tierra campa -antes huerto de naranjos- que tienen en la partida de la Capella Vella, y que formó parte de su herencia.

   -Sacaríamos más rentas si fuera de regadío –añade.

   -Para eso deberíamos tener una noria. Y solo excavar el pozo nos costaría más de lo que vale la senia (voz valenciana con dos acepciones: huerta de regadío y noria) –precisa el llumero.

   -No, si nos pusiéramos de acuerdo con los vecinos, pues sufren el mismo problema que nosotros: no tienen agua.

   -¿Estás sugiriendo excavar un pozo entre los propietarios de la Capella? Son muchos.

   -No de todos, pero sí de los más cercanos a nuestra huerta.

   -Dudo mucho que quieran. Sabes mejor que yo que aquí todo el mundo va a la suya y hacer cosas conjuntas no es algo a lo que se apunte fácilmente el personal.

   -Principio requieren los cambios. ¿Por qué no lo preguntas?

   El señor Zacarías le ha echado un pensament a la sugerencia de su esposa, y piensa en las ventajas que supondría poder regar la huerta, por lo que decide probar. Dado que por su oficio conoce a todo el mundo, logra reunir a los propietarios colindantes de la huerta de la Capella para proponerles construir una noria comunal para poder regar sus fincas. Padre utiliza a su primogénito para hacer de amanuense y secretario de la reunión. Tras un debate, a veces acalorado porque son más las diferencias que los separan que las semejanzas que los unen, el llumero acaba convenciendo a sus vecinos de la bondad del proyecto. Deciden construir un pozo, lo que provoca una cascada de otros acuerdos: deberán contratar a un zahorí para que encuentre agua, buscar una noria barata, diseñar un horario de riegos, elegir un comité que supervise el proceso, pedir un presupuesto de lo que costará construir el pozo, así como una red de regueros para llevar el agua a las distintas fincas, y designar un síndico que medie entre las partes en caso de conflicto, algo así como un mini Tribunal de les Aigües como el de Valencia, pero unipersonal. Antes de que acabe la reunión, el llumero es elegido presidente de la futura comunidad de regantes en una votación a mano alzada. En cuanto termina la pequeña asamblea, y padre e hijo se quedan solos,  Zaca se lanza a lo suyo, preguntar.

   -Padre, me he fijado que han estado hablando todo el rato del pozo como si fuera seguro encontrar agua, ¿es así o lo he entendido mal?

   -Lo entendiste bien. Tenemos muchas probabilidades de que el zahorí encuentre agua porque el nivel freático del municipio está a escasos metros de la superficie –padre, conocedor de su retoño, se le adelanta-. En otro momento te explico que es ese nivel. Pues bien, en el subsuelo del ámbito municipal hay una especie de río subterráneo, creo que se llama un acuífero. Debido a esa circunstancia, el término está plagado de pozos de los que se extrae el agua por medio de norias o, en el caso de los pozos con un gran volumen de agua, por motores de fueloil que algún día espero que sean eléctricos. ¿Satisfecha tu curiosidad?    

   -¿El Pou del Calvari también es de ese río subterráneo? –Zaca se refiere al pozo que proporciona agua a las fuentes públicas y que en su umbral tiene un poema cuyo autor no debía ser muy ducho en métrica, pues es un cuarteto por su rima y una cuarteta por sus versos: Neptuno aquí liberal/por saciar la sed del mundo/hizo de un pozo profundo/ este bello manantial.

   -En efecto. Todos los pozos del pueblo se surten de agua del mismo acuífero. Y ahora lo más urgente es ver dónde encuentro un zahorí que nos marque el sitio donde haya agua en la Capella.

  Un amigo recomienda al señor Zacarías un zahorí de la Vall d´Alba que ha señalado la existencia de agua en otros puntos del término municipal y es a quien apalabra. El valldobí, con la ayuda de un péndulo y una horquilla de nogal, ha ido paseando por la partida de la Capella en la que señala tres puntos concretos donde sus sentidos y el péndulo marcan la existencia del líquido elemento. Uno de los puntos está en el extremo de la huerta del tío Torrafabes, uno de los propietarios del grupo de la noria. Todo esto lo cuenta a los suyos el señor Zacarías durante la cena.

   -No solo ha señalado dónde hay agua, sino que también nos ha dicho el posible caudal disponible y su probable profundidad. Según cuenta, en Torreblanca, el calado medio de los pozos depende, sobre todo, de la proximidad al mar, pero suele oscilar entre 3 y 4 metros los cercanos a la costa, y los 6 ó 7 metros los más alejados del mar. De acuerdo con ese dato, nuestro pozo debería estar entre los 4 y los 6 metros de profundidad.

   Después de obtener el beneplácito del tío Torrafabes y ponerse de acuerdo los copropietarios en la indemnización a pagar al mismo por el pedazo de tierra en que excavarán el pozo, más la necesaria para el círculo por el que andará la acémila que hará de fuerza motor, contratan al pocero y las obras se ponen en marcha. Cuando el tío Crisógono, el pocero, llega a los 4 metros sin señal alguna de agua, el presupuesto comunal se está agotando y los socios comienzan a ponerse nerviosos. Unos cuantos fuerzan una reunión para decidir si continúan con la obra o la dejan. El señor Zacarías  y algunos otros insisten en que deben de seguir, pero cuando ven que están en minoría les entran dudas. Entonces, cosa rara, el llumero lo consulta con su esposa.

   -… y así está el panorama. Y, la verdad, no sé qué vamos a hacer. ¿Tú qué harías?

   A la señora Rosario, poco acostumbrada a que su marido le haga consultas de esa clase, la pregunta la pilla desprevenida. Como no sabe qué responder le da una larga cambiada y contesta que tiene que pensarse la respuesta. Lo que hace en el entretanto es preguntar a su primo, Silvestret, al que supone entendido en pozos, pues es copropietario de dos fincas que se riegan con norias en partidas distintas.

   -Es una tontería que lo dejen habiendo excavado hasta los 4 metros. El agua ha de estar muy cerca

   -Pero es que de seguir, dice Zacarías que tendremos que pedir dinero al banco porque nos hemos gastado las cuatro perras que teníamos.

   -Como supongo que no será mucho el dinero que vais a necesitar, pedir una hipoteca sobre una finca, que creo que os la darán, y problema solucionado -Lo que le contó Silvestret es lo que la señora Rosario traslada a su marido.

   -Lo de la hipoteca no me viene de cara, pero me lo pensaré. Antes hablaré con don Eduardo Leuba para que me explique cómo está lo de los créditos hipotecarios. Como los tipos de interés sean muy altos, me temo que lo del pozo quedará en agua de borrajas.

   El pocero, al ver que puede perder el trabajo, les ofrece rebajar el presupuesto, dejando de proteger las paredes del pozo con piedras planas y ladrillos. No será tan seguro porque algún desprendimiento puede producirse, pero será más barato y el trabajo avanzará con más rapidez. Lo de construir un pozo es señal de que en casa de los Clavijo algunas cosas, aunque sea tímidamente, están cambiando, y así lo percibe el reflexivo Sacarietes que se pregunta: ¿Los cambios son buenos o malos? ¿No será mejor dejar las cosas como estaban y no forzarlas? ¿Excavar el pozo es una buena idea o padre se ha metido en un berenjenal del que puede salir escaldado? Muchas preguntas, pero ninguna respuesta. Eso es lo que ocurre habitualmente y a ello hay que plegarse y reconocer que es mucho más fácil preguntar que contestar. Y si ocurre es porque la mayoría de la gente tiende a lo más cómodo y no se complica la vida. Veremos en qué queda lo del pozo.

 

PD.- El próximo martes publicaré el episodio 35 de la novela “El masover”, titulado: La noria

martes, 19 de agosto de 2025

33. El masover”. Les festes de Sant Antoni i Santa Llúcia

 

 

   Entre las múltiples fiestas que ofrece el santoral cristiano, una de las más populares es la de San Antonio Abad, cuya festividad se celebra el 17 de enero. Día en que existe la tradición de bendecir a los animales domésticos y las mascotas. En algunos lugares, en ese día también se ofician fiestas laicas, organizándose cabalgatas con animales y carruajes y celebrándose diversas clases de festejos. En Torreblanca estas fiestas tienen la particularidad de que, además de festejar a Sant Antoni el del porquet, también se homenajea a Santa Llúcia. Es una fiesta muy arraigada en el imaginario popular, pues se celebran a pie de calle. Y nunca mejor dicho, dado que, al revés que las fiestas patronales reguladas por el ayuntamiento, éstas, como manda la tradición, las organiza cada doce años los vecinos de una calle o de varias cuando las rúas son pequeñas. Este año, les festes de Sant Antoni i Santa Llúcia, le corresponde organizarlas a los vecinos de la calle San Antonio, también conocida como el Raval. Es la calle más larga de la localidad y una de las dos que está asfaltada, pues su trazado forma parte de la carretera nacional Valencia-Barcelona. También es una de las más ricas, pues algunos de sus vecinos se cuentan entre las familias más acomodadas del pueblo. Y a ello hay que agregar que es la arteria por la que al atardecer pasean los adolescentes, convirtiéndola en una especie de campo de justas donde no se exhiben armas sino el palmito de ellas y la gallardía de ellos. Todo lo cual la transforma en la vía más importante del callejero local.

   Cuando se terminaron las fiestas de San Antonio del pasado año, que le correspondió a la calle San Jaime, lo primero que hicieron los vecinos del Raval fue nombrar una comisión con el encargo de organizar las próximas fiestas. Para reclutar a los miembros de la comisión no hubo elecciones ni sondeos, sino algunas reuniones informales y, como todos los vecinos se conocen, se propusieron nombres; unos aceptaron, otros no pero, tras los clásicos tiras y aflojas, al final se constituyó la comisión. En general, la mayoría de comisionados son gente joven, con alguna excepción.

   -Hay que nombrar también a alguien que sea mayor, que sea persona conocida y que ponga unas gotas de seny.

   -Yo propongo al señor Zacarías. Más conocido no puede ser. Y ya no es un jovenzuelo.

   El llumero, en primera instancia se ha negado aludiendo a sus muchas obligaciones, pero ante la insistencia de sus convecinos, y aunque a regañadientes, ha tenido que aceptar. Las casas del Raval están todas electrificadas y a los abonados hay que tenerlos contentos.

   -Y ahora que tenemos comisión hay que elegir al clavari. Y ya que tengo la palabra, propongo a Pepe el Randero –la propuesta es aprobada por unanimidad al contar con el asentimiento del propuesto, un respetado comerciante local. Como Zaca nunca ha sido festero pregunta que es un clavari. Su tío Antonio le explica que es el presidente de una cofradía o gremio, responsable de organizar sus fiestas. En este caso, será el presidente de la comisión.

   El mayor problema que se le plantea a los  comisionados es el que tiene todo comité que ha de organizar unos festejos: el económico, puesto que al ser fiestas callejeras han de ser sus residentes los que las paguen. Y como todo el mundo habla de hacer esto y lo de más allá y epatar a las otras calles, pero nadie suelta un duro, los comisionados han de esforzarse en encontrar maneras de recoger fondos. Al principio recurren a los medios habituales: organizan rifas, revenden décimos de lotería, especialmente de la de Navidad, montan verbenas y bailes, organizan un torneo de tiro al plato y consiguen que el equipo local de fútbol juegue un partido contra el equipo de Alcalá de Chivert, y cuya recaudación será destinada al fondo común de las fiestas. Aun así, han de reestructurar el programa de festejos, pues los fondos recogidos no cubren todos los actos que habían previsto. La mayor dentellada a los presupuestos la dan los toros. En el pueblo existe una ley no escrita, pero tan vigente como los impuestos, que dicta que sin toros no hay fiesta que merezca ese nombre. Tendrán que sacrificar otros festejos, pero els bous al carrer ni tocarlos.

   Como el 17 de enero cae en domingo, planean que las fiestas comiencen el día anterior, sábado, y se prolonguen hasta el 20, miércoles. Cinco días de fiestas son más que suficientes para epatar al resto de calles de la localidad. Sobre todo, si en tres de esas fechas hay toros hasta para aburrir. Tras mucho debate y algún que otro recorte, el programa queda así:

   -Día 16, sábado: charanga de la despertà. A mediodÍa comida vecinal. Por la tarde carreras de caballos y mulos desde el Rivet a la Plaza de la Iglesia. Y verbena popular por la noche.

   -Día 17, domingo: charanga de la despertà, misa cantada y sermón por un canónigo de Tortosa. Luego, el párroco bendecirá los animales delante de la puerta del Clavari y se repartirán cocas bendecidas. Por la tarde, procesión, con las imágenes de Sant Antoni i Santa Llúcia, desde la iglesia a la casa del Clavari, a las que acompañarán parejas de jóvenes ataviados con trajes regionales y a lomos de caballerías. Por la noche encendido de una hoguera vecinal en els Quatre Cantons y para acabar el día verbena popular.

   -Día 18, lunes: charanga de la despertà y cierre de todas las intersecciones de la calle para que los toros puedan deambular de un extremo a otro. Cada vecino deberá ocuparse de que su casa tenga la puerta cerrada para que un animal no se le cuele dentro. Por la tarde bous al carrer y cuando se acaben los toros, las puertas se abrirán para ofrecer a parientes, amigos y conocidos algunas muestras de la repostería local y unas copitas de moscatel o de lo que se tercie. Por la noche verbena popular.

   -Día 19, martes: charanga de la despertà. Traslado de las imágenes de Sant Antoni i Santa Llúcia desde casa del Clavari a la iglesia parroquial. A mediodía concierto de música a cargo de la banda municipal. Por la tarde bous al carrer. Por la noche cena de cocas i cocs para los vecinos de la calle en la carpa de la fiesta. Finalizando con verbena.

  -Día 20, miércoles: charanga de la despertà. Solemne misa en honor de los difuntos de la calle oficiada por el señor cura párroco. A mediodía, comida comunal a base de paellas. Y vino de Villahermosa del Río a cargo del Clavari. Por la tarde bous al carrer y, como broche, el último toro que se suelte cuando las estrellas ya brillen por encima de los tejados, será un bou embolat –también pagado por el señor Clavari- que, con las antorchas flameando en sus cuernos, iluminará las primeras sombras callejeras. Por la noche, la compañía de aficionados al teatro, Juventud Alegre, representará la obra cumbre de don Jacinto Benavente, Premio Nobel de Literatura, Los intereses creados. Y al finalizar, gran castillo de fuegos artificiales como colofón de las fiestas.

   Como retoños de uno de los miembros de la comisión organizadora, a los dos Clavijo mayores les ha tocado participar de forma activa en uno de los actos fiesteros: la procesión del día 17 con la imagen de los santos, a los que acompañan parejas de jóvenes ataviados con trajes regionales. Zaca lleva de pareja una prima suya, Milieta la Gascona, y embutido en un traje alquilado de huertano, ha cabalgado, con cara de pocos amigos, en un mulo enjaezado con una gualdrapa de las que fabrican en Masanasa. Charito también participa, y se coge con fuerza a la cintura de Tico Persiva que es su acompañante.

   En las verbenas que se organizan al anochecer es donde Zaca se estrena como bailarín y, una vez más, constata desolado que su torpeza física también es extensible a la danza. Baila agarrotado y rígido y, con más frecuencia de la que sería deseable, pisa a sus ocasionales compañeras. Araceli, la encantadora hija pequeña del jefe de la estación del ferrocarril, tras el enésimo pisotón, le aconseja de la manera más diplomática que sabe.

   -Si bailas más suelto y sigues el ritmo de la música te vas a divertir más y no tropezarás con tu pareja.

   Zaca traduce lo que la chiquilla le está aconsejando: no bailes como si fueras un buzón de correos y no sigas pisándome que ya está bien. La consecuencia: el chico deja de bailar y se limita a mirar con negra envidia a los muchachos que se deslizan por el asfaltado de la calle como si no hubiesen hecho otra cosa en su vida.

   Aunque la Fábrica está al final de la calle y el recorrido de los toros no llega hasta allí, los Clavijo han abierto su puerta a los parientes, amigos y conocidos para que degusten unas pastas remojadas con una copichuela de moscatel o algo más fuerte si se tercia, pues el señor Zacarías se ha sentido obligado al ser de la comisión, aunque su aportación ha sido de escasa entidad. Madre ha aprovechado la ocasión y ha sacado a relucir sus dotes de repostera, elaborando una buena cantidad de dulces: magdalenas, almendrados, blanquitos y negritos, rossegons, galletas y su gran especialidad, pastissos de boniato. Un amigo de Benicásim les ha regalado unas botellas de moscatel que ayudarán a trasegar las pastas. En el trozo de entrada del pasillo que hace las veces de recibidor, Rosario ha puesto la mesa camilla con unas bandejas con los dulces y unas copichuelas para los vinos. Así, los visitantes conversan con los Clavijo, mientras degustan las muestras de la repostería casera de la señora de la casa.

   -Rosario, nadie hace los almendrados tan ricos como tú. Me has de dar la receta, pero antes dime qué necesitaré.

   -Es muy fácil. Necesitas huevos,  azúcar,  una pizca de sal, ralladura de limón,  canela, mucha almendra molida y unas obleas de barquillo.  Para hacerlos, mientras se calienta el horno, colocas en un cuenco el azúcar con la ralladura de limón, la canela y la pizca de sal. Frotas para que el azúcar coja los aromas e incorporas la almendra molida y la mezclas. Bates aparte los huevos y los combinas con los ingredientes secos, hasta formar una masa maleable. Con una cucharilla formas bolitas y las colocas encima de cada oblea. Las horneas durante unos veintitantos minutos. Esperas un par de minutos antes de trasladarlas a una rejilla para que se enfríen y ¡hala, a servirlas!

   -No parece tan fácil como dices, pero lo probaré. ¿Y con qué se acompañan mejor?

   -Con moscatel,  mistela, licor dulce, café, té, chocolate a la taza, un vaso de leche... las opciones de maridaje son muchas. A mí me gusta tomarlos con mandarinas, ya ves.

   Lo más demandado de las fiestas que son els bous al carrer, a Zaca le parecen un tostonazo de cuidado. Porque no tienen nada que ver con la lidia que se practica en las plazas de toros. El animal de turno vaga de una punta a otra de la calle –que es casi recta- en pos de los mozos que gritan o enseñan un trapo al cornúpeta para que les embista, pero en cuanto éste hace el mínimo gesto de arrancarse los presuntos toreros corren a refugiarse en alguna de las muchas barreras existentes a lo largo de la calle o en una de las puertas cerradas con picaporte. Y vuelta a empezar. En alguna ocasión, si la comisión organizadora lo autoriza, atan al cuello del animal una larga soga de la que tiran los mozos para conducir al bicho por donde haya más espectadores. Y aguantar así las más de cuatro horas que dura el espectáculo es como para aburrir al más pintado; al menos, eso es lo que piensa el muchacho. Pese a que el peligro de una cogida por el toro siempre flota en el ambiente, ocurre en contadas ocasiones porque el miedo es muy superior a las ganas de lucirse, pero cuando pasa es motivo de comentarios de toda laya mientras duran los festejos. Y mientras les festes de Sant Antoni i Santa Llúcia encaran la recta final, Zaca desea con toda el alma que se acaben cuanto antes, porque divertirse, lo que se dice divertirse, no lo hace demasiado; lo que por otra parte es lógico, pues un tímido e introvertido personajillo como el muchacho tiene escasas posibilidades de encontrar divertidas unas fiestas bullangueras en las que los toros y las verbenas son las principales atracciones. Acaban las fiestas de San Antonio y Zaca las despide, sin pena ni gloria, hasta dentro de doce años en que volverán al Raval. Quizá para entonces haya madurado y sea capaz de encontrarlas divertidas. Todo puede ocurrir, hasta que el tímido e introvertido muchachito haya dejado de serlo. Cosas más difíciles se han visto.

 

PD.- El próximo martes publicaré el episodio 34, de la novela “El masover”, titulado: El pozo