martes, 17 de junio de 2025

24. “El masover”. Un gaspatxer casi amigo

 

24. “El masover”. Un gaspatxer casi amigo

   La gota fría, que arrasó Torreblanca a finales de septiembre, también se cebó con las instalaciones eléctricas, y muchos de los tendidos callejeros y las acometidas de los edificios se han roto o han desaparecido en pos de la riada. El señor Zacarías y su ayudante Paco Piñana se esfuerzan en reparar los destrozos, pero como la inundación afectó a casi todo el pueblo la tarea los desborda. Para ayudarles, la LUTE ha enviado al auxiliar del encargado de la compañía en Alcalá de Chivert, uno de los pueblos contiguos a Torreblanca. Paco Llorens, así se llama el oficial chivertense –gentilicio de los naturales de Alcalá de Chivert-, se ha traído con él a su hijo mayor, un chaval que tiene la misma edad que Zaca y que responde al nombre de Paquito. Padre e hijo duermen en casa Piñana, pero comen en la Fábrica. La LUTE es una compañía que no se caracteriza precisamente por su munificencia.

   Desde que el chico mayor de los Clavijo vive en la Fábrica, no ha vuelto a estar con los ajedrecistas del Pincho, por lo que está en ayunas de cuanto ocurre en la política nacional, ya que en casa no se habla nunca de ello, dada la pésima opinión que tiene el cabeza de familia de la política, en general, y de los políticos, en particular. Realmente, al chico la política le importa un comino, aunque si se interesa por ella es debido a su curiosidad insaciable de todo y por todo.

   El sábado, 13 de diciembre, tras cantar las lecciones del día, Zaca se detiene en la terraza del Pincho. Hace más de dos semanas que no se para a ver las partidas de ajedrez, pues hace días que sopla una tramontana fría y seca que hace desagradable la estancia en la calle. Solo resta viva una partida, que enfrenta a don Eulogio, que juega con blancas, y al tío Macario, que lo hace con negras. Ve que el médico tiene una clara ventaja, pues se ha comido los dos alfiles negros. El estanquero reconoce la derrota tumbando su rey. En pocos minutos, jugadores y mirones acercan las sillas y comienzan a charlar de las últimas noticias. Es Julio, el barbero, quien rompe el fuego.

   -¿Alguien nos puede contar lo ocurrido en Jaca?

   -¿Qué coño ha pasado en Jaca, alguna desgracia? –pregunta el tío Sayo.

   Es don Rogelio quien informa de lo que sabe sobre lo que ha pasado en la ciudad oscense.

   -Ayer, se llevó a cabo en Jaca, una ciudad de la provincia de Huesca, un pronunciamiento militar contra el gobierno del general Berenguer y, de rechazo, contra la monarquía de Alfonso XIII. Los sublevados, tras apoderarse de la ciudad, proclamaron la república –y añade-: Seguro que Eulogio, que según tengo entendido posee la radio más potente del pueblo, tiene más información.

    El médico remueve el carajillo de ron que acaba de servirle el Pincho y, tras un primer sorbo, toma la palabra.

    -Los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández, que han encabezado la rebelión, han sido detenidos y es posible que los condenen a ser fusilados.

   La información no dice nada al chaval, pues no sabe qué es un pronunciamiento militar, ni quién es el general Berenguer, ni por qué los capitanes, de los que habla el médico, pueden ser fusilados. Lo que le interesa no es el cómo de la noticia, sino el por qué y el para qué. Como de eso nadie dice nada, se marcha. El lunes, al salir de clase, se vuelve a detener en el Pincho y, como esperaba, los tertulianos siguen hablando del suceso de Jaca. Dan más detalles, como el de que los capitanes que se rebelaron han sido condenados por un consejo de guerra a ser pasados por las armas. Expresión con la que se queda para, cuando pueda, preguntar sobre ella, pues no sabe qué es, aunque lo de ser pasados por las armas suena a algo terrible.

   -Don Eulogio, ¿cree que todo esto traerá cola? –La pregunta si le interesa al chico que presta atención a la respuesta del médico, que se toma su tiempo para responder.

   -Estoy convencido de que la ejecución de los capitanes Galán y García Hernández tendrá efectos. De momento, parece que ha causado gran conmoción en todo el país, despertando un sentimiento antimonárquico que se extiende como el aceite. De hecho, los ejecutados se están convirtiendo en los mártires de la causa republicana. Y en esta nación de cabezas calientes, donde primero se actúa y luego se piensa, puede pasar de todo: desde que lo de Jaca solo haya sido una intentona sin consecuencias, a que se arme la de Dios es Cristo.

   -Pero al Rey no lo pueden cambiar, ¿verdad? –vuelve a preguntar el barbero. Esta otra pregunta también concita la atención de Zaca.

   -En principio, no –responde don Eulogio-. Habría que hacer otra constitución y quizás un referéndum para que fuera el conjunto de la ciudadanía la que decidiese si prefiere el régimen monárquico o el republicano. Eso es lo que suele hacerse en los países democráticos, aunque aquí hay mucha gente que actúa sin pensar –e insiste-, y en esta España de nuestros pecados todo es posible, hasta lo que parece imposible.

   El chiquillo está en un tris de preguntar qué es un referéndum, pero se contiene. Lo mismo los mayores se enfadan si les pregunta un chaval, y ni pensar el pollo que le podría montar padre como se enterara. Por tanto, referéndum a la libreta de los secretos. De cuanto concierne a lo sucedido en Jaca, Zaca no ha sacado nada en claro, pero sí le sirve para comprender el sentido de una frase que a veces dice la gente cuando algo funciona caóticamente: esto es una república. Claro, se dice, una cosa desorganizada no podía acabar bien. ¿Pero y qué es una república?, se pregunta. Se lo tendré que consultar a mosén Florencio porque será el único que me lo explicará, aunque debe de ser algo pecaminoso y, si lo es, lo mismo no puede contármelo. Y se olvida del tema de Jaca, pues tiene cosas más importantes de las que ocuparse y una de ellas es la marcha de sus estudios que andan menos bien de lo que desea.

   El problema de que sus estudios no vayan tan bien domo sería de desear radica en que el método que usan sus maestros, a base de memorizarlo todo aunque no lo entienda, no acaba de convencerle. Todas las tardes, menos los jueves en los que por la tarde no hay escuela, se dirige al grupo escolar para que don José y don Domingo le tomen la lección que es una pura repetición del contenido del manual de turno. No hay explicaciones, ni preguntas, ni aclaraciones. Llega, canta la lección, que los maestros siguen con el manual abierto ante ellos, estos se declaran satisfechos y hasta el siguiente día. Ese método para el muchacho es algo frustrante, por mucho que le digan que lo ha hecho bien.

   Tendré que buscarme la vida y encontrar la manera de que pueda memorizar los manuales con menos trabajo –se dice-, porque si no el curso se me puede hacer muy penoso. Y lo mismo ni siquiera apruebo. Dado su carácter apocado y su escaso coraje, el muchacho a veces tiende al pesimismo, lo que suele llevarle a ver la botella medio vacía. Y pese a que madre le insista en que ser negativo no lleva a ninguna parte, Sacarietes no puede remediarlo, ver la botella medio llena le cuesta Dios y ayuda. Quizás por eso, lo del alzamiento militar de Jaca lo ve del color de la uva pasa.

   Curiosamente, su preocupación se desvanece en cuánto llega a la escuela y contempla el edificio, construido durante la dictadura de Primo de Rivera. Es un centro amplio y luminoso, rodeado de una valla de mampostería con una reja de madera en la parte superior y que delimita el patio del recreo. Consta de dos plantas. En la de abajo hay cuatro espaciosas aulas ocupadas por las niñas –rige estrictamente el régimen de separación de sexos, pues niños y niñas no se juntan ni en los recreos-, un cuarto con inodoros y lavabos y una saleta con ganchos para colgar las prendas de abrigo, lo que induce a pensar que el tipo de escuela se hizo pensando en un clima menos templado y más lluvioso que el torreblanquino. Lo de los inodoros es toda una conquista, pues en la escuela vieja no los había y las deyecciones había que hacerlas al aire libre en alguno de los campos que la rodeaban. El piso superior es el ocupado por los niños y tiene la misma distribución que la planta baja, con la salvedad de que cuenta con una terraza frontal del mismo tamaño que el hall de la planta inferior, y en la que flamea la bandera nacional. Las aulas tienen amplios y luminosos ventanales, orientados al este los de la derecha y al oeste los de la izquierda. Y sí Zaca se siente a gusto en el centro es porque en él ha pasado algunos de los mejores momentos de su corta biografía. El edificio escolar es para él como su segundo hogar.

   Puesto que Zaca ha de estudiar, Paquito, el hijo del oficial que ayuda a padre, para no aburrirse ha de conformarse con jugar con Pedrito y Chimet hasta que el primogénito vuelve de clase. Entonces, se le pega a Zaca como una lapa que, poco amigo de abrirse a otros chicos y más si son forasteros, al principio le pone mala cara hasta que descubre que el chivertense es un chaval majo, que sabe encajar las bromas y hasta la ironía, a la que tan aficionado es Sacarietes. Y, justamente, a costa del gentilicio del forastero es como averigua Zaca que Paquito tiene buen talante.

   -¿Sabes cómo llamamos aquí a los de tu pueblo? –Pregunta Zaca que, sin esperar respuesta, agrega-: os llamamos gaspatxers.

   -¿Y eso qué quiere decir?

   -No lo sé, pero así es como os llamamos.

   -¿Y tú sabes la coplilla sobre tu pueblo que se canta en el mío? –Responde Paquito a quien no ha parecido molestarle lo de gaspatxers, e igualmente sin esperar respuesta añade-:Torreblanca cotxina, corral de vaques, la primera collita són carabasses.

      -Esa coplilla la conzoco, pero con una variante, la última estrofa es: són xiques guapes. Y nosotros también cantamos una cancioncilla sobre la gente de tu pueblo: quan ets gaspatxer, si no ets un porc ho arribaràs a ser.

   Y de esta forma tan pueril, comenzó a fraguarse una incipiente amistad entre ambos chavales. Quizás, Paquito sea el primer amigo de Zaca que no es del pueblo. La amistad entre los dos muchachos se consolidó de la forma más tonta. Zaca està intentando que Chimet dé sus primeros pasos cuando aparece el gaspatxer.

   -¿Qué haces?

   -Enseñarle a andar, pero no hay manera.

   -Te voy a enseñar un truco que he usado con mis hermanos chicos –El chaval entra en casa y sale al momento portando un trozo de hilo de coser.

  -Chimet, coge el hilo bien fuerte.

   El benjamín de la família ase el extremo del hilo y Paquito coge la otra punta.

   -Ahora, yo daré un paso y tú daràs otro. Como te sujeta el hilo que tienes en la mano no te puedes caer –Paquito avanza un paso y Chimet, tras un corto titubeo, da un primer pasito vacilante.

   -Ves que fàcil. Ya sabes andar.

   Lamentablemente, el trabajo de los tendidos eléctricos terminó y ambos chivertenses –padre e hijo- regresaron a su pueblo. Zaca vuelve a quedarse más solo que la una. Debe de ser su sino.  Y se vuelve a centrar en la lectura de tebeos y novelas baratas, en las que se solaza con las heroínas de papel, ya que las reales siguen sin gustarle. Y también disfruta de la visión de las pelis que ponen en el cine de Les Hostaleres, que alimentan y acrecentan su fantasía y poco más. Y día a día, el recuerdo del gaspatxer, que llegó a ser casi amigo, se va borrando de su mente hasta convertirse en una imagen borrosa como si nunca hubiera existido. El solitario vuelve adónde solía.

 

PD.- El próximo martes publicaré el episodio 25 de la novela “El masover”, titulado: El país se acuesta monárquico y amanece republicano

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