martes, 3 de junio de 2025

22. “El masover”. Los masoveros del Mas del Canònge

   

   A principios de enero del 31, la señora Rosario ve movimiento de albañiles en uno de los solares de enfrente de la Fábrica, donde no hay nada construido. Al día siguiente es Charito la que, durante el almuerzo, comenta que se ha enterado de que frente a ellos van a levantar una nueva vivienda. Días después, una conocida de Rosario le da más información al respecto: los que van a construir la nueva casa son unos masoveros que pasarán a ser sus vecinos más cercanos.

   Tras nivelar el terreno, a mediados de mes comienzan las obras de la nueva vivienda. La señora Rosario se plantea si, como vecina más cercana, debería presentar sus respetos a los dueños pero, antes de llevar su intención a la práctica, una tarde aparece una mujer que se presenta como la propietaria de la nueva casa. Debe ser de edad pareja a la suya, de mediana estatura, más bien magra y no mal parecida. Va vestida modestamente, encima del vestido lleva un delantal, calza alpargatas y su rostro revela que desconoce los afeites y cremas que muchas mujeres usan para enmascarar su edad. La forastera se presenta.

   -Buenos días, señora Rosario, perdone que la moleste. Me llamo Paca, del Mas del Canònge de Benlloch,  y soy la dueña de la casa que están construyendo frente a la de ustedes. Como vamos a ser vecinos he venido a presentarme y a decirle que tanto mi marido como yo estamos a su disposición y a la de su familia para lo que manden –Toda la parrafada la ha soltado de un tirón y se la nota un poco nerviosa, pues no hace más que estrujarse el delantal.

   -Bienvenida señora Paca –Rosario prefiere no llamarla tía como se acostumbra en el pueblo- y gracias por su ofrecimiento. Igualmente le digo que si necesitan algo de nosotros no tienen más que decirlo. Ya sabe aquello de que más vale un buen vecino que ni pariente, ni primo.

   -Muchas gracias, señora Rosario. Me habían dicho que es usted una buena persona y veo que ciertos son los toros. No la molesto más. Ah, Manuel, mi marido, vendrá a ver al suyo para hablar sobre el enganche de la luz cuando la obra esté acabada. Una pregunta, si me lo permite, ¿al señor Zacarías le gustan las perdices?

   -Mucho.

   -Entonces le diré a nuestro mayoral que en la próxima cacería guarde algunas para su marido, si es que mata alguna, pues parece que cada vez hay menos. Bueno, no le doy más la tabarra. Quede con Dios y, ya sabe, a mandar que para eso estamos.

   Una conocida de la señora Rosario, Consuelo la Maicalles, tesorera de todas las noticias y chismes que circulan por el pueblo, le cuenta que sus nuevos vecinos son los dueños del Mas del Canònge, llamado así porque lo mandó construir un canónigo de la sede episcopal de Segorbe que, al morir, se lo legó a la hija, no reconocida, que tuvo con su ama de llaves. Y que Paca, descendiente de aquel transgresor clérigo y actual propietaria, se casó con Manuel Villalonga, un chico de Cabanes, de buena familia, que últimamente anda con problemas de salud. Tienen una niña bautizada como su madre, Francisca, pero a la que todo el mundo llama Paquita para diferenciarla de la madre, a la que se refieren siempre como Paca. La familia la completa la madre de Paca, la abuela Julia, de la que las malas lenguas aseguran que es la que lleva las riendas del mas desde que su yerno enfermó, y de la que afirman que, pese a su edad, es mujer de armas tomar.

   Al parecer, los Villalonga andan bien de dinero ya que, además del Mas, tienen otros muchos bienes raíces y hasta se comenta que sus buenos duros depositados en la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Castellón, y encima son de poco gastar. Prueba de que andan bien de numerario es que el solar, en el que van a construir, lo han pagado a tocateja. La futura casa tendrá dos plantas, un largo patio en la parte de atrás con puerta que dará al campo porque es terreno que aún no está comprendido dentro del plan urbano. También se rumorea que el motivo que les ha impulsado a tener casa en Torreblanca es porque quieren que su hija vaya a la escuela del pueblo que tiene fama de ser la mejor del contorno. Y que la niña, pubilla ella, está muy mimada. Todo esto, que se lo ha contado la Maicalles, a su vez lo relata la señora Rosario en una sobremesa. Zaca escucha a madre atentamente y su mente analítica desdeña los detalles que podrían calificarse como caseros y se centra en el concepto de mas, que es donde viven los que serán sus nuevos vecinos. El chaval sabe que es un mas, pero lo desconoce casi todo de ellos. No ignora que en el término municipal del pueblo existen varios, le suenan los nombres del Mas Nou, el de Carruano y el d´Enqueixa, pues son algunos de los que visita su padre cuando recorre la línea eléctrica de Cabanes a Torreblanca. Como acostumbra, se dice que en cuanto tenga oportunidad debe de aprender más sobre los masos. Días después se le presenta la ocasión de ampliar esos conocimientos. Su madre le ha enviado a dar un recado a su tía Matilde, una de las hermanas de padre, que está casada con Daniel del Mas de Quiquet. Zaca se lleva muy bien con su tío, pues es persona bondadosa y amable.

   -Hombre, Sacarietes –el tío es de los que sigue llamándole así-, ¿tú por aquí?, ¿traes algún recado para mí?

   -Lo traía a la tía, a usted voy a pedirle otra cosa. Si me podía contar algo de los masos. Sé muy poco de ellos, y padre me ha dicho que usted, que nació y vivió en uno, es la persona más indicada para contarme como son.

   El tío se acomoda, invita al muchacho a sentarse, enciende la cachimba y comienza su explicación: 

   -A los masos se los llama de diferente forma según la región: en Cataluña se llaman masía, en Aragón masada y en nuestra región mas en singular y masos en plural. Un mas es una casa de campo con unos terrenos agrícolas a su alrededor y en los que se incluye el edificio principal. En nuestra provincia los masos son especialmente abundantes en las comarcas más accidentadas como el Maestrazgo. Hay pueblos de esa zona que cuentan con un importante número de masos. Morella tiene unos 365, Ares, 160, Benasal, 175 y Catí, alrededor de 80. Y no solo hay masos en las comarcas montañosas, también los hay en zonas no muy alejadas del mar, como El Campàs, aquí en Torreblanca.

   -¿Los masos son cómo las casas del pueblo?

   -No exactamente, porque son edificios aislados y unifamiliares. Generalmente, están hechos de piedra sin pulir, aunque también se utiliza la arcilla, la cal y el cemento; así como la madera para las vigas, puertas y ventanas y el entramado de cañas para los techos que se cubren con tejas. Suelen tener una planta o dos y los más grandes pueden tener hasta tres. Además de la vivienda, cuentan con establos para el ganado, graneros, pajares y los masos con más poderío pueden tener varios corrales y otras dependencias.

   -¿Una alquería o una barraca es lo mismo que un mas?

   ­-No. La alquería es una casa de campo en la costa y está relacionada con las tierras de regadío. Y la barraca, abundante en la huerta de Valencia, es una construcción propia de zonas bajas hecha con troncos de chopos, cañas, paja, barro y otros materiales pobres.

   -¿Y qué clase de vida llevan los masoveros?

   -En general, bastante solitaria y muy aperreada pues, al no tener vecinos o los que tienen viven lejos, todo se lo tienen que hacer ellos. Han de ser, en buena medida, autosuficientes y solo viajan al pueblo más cercano cuando intercambian o venden sus productos; cuando han de comprar vestidos, calzado o herramientas del campo, y cuando necesitan algunos servicios básicos, tales como el médico, el cura, el veterinario, etcétera. Por otro lado, es una vida tranquila y sana. Se trabaja mucho, pero sin prisas y en contacto directo con la naturaleza.

   -¿Y por qué la gente del pueblo cree que los masoveros son unos palurdos ignorantes?

   -Porque los desconocen. Nada más lejos de la realidad. Es cierto, que muchos masoveros, dado el aislamiento en el que viven, no pudieron ir a la escuela y no aprendieron a leer y escribir. Pero de ignorantes, nada; tienen más conocimientos de la  tierra, de las plantas y de los animales del campo que los labriegos de los pueblos.

   -¿Los masoveros son los dueños de los masos?

   -Hay de todo, aunque, generalmente, no. Los masoveros reciben la tierra en alquiler a cambio de una renta o a pagar en especies al propietario, con la obligación de cultivar las tierras y darle una parte importante de las cosechas. Y, aunque no sean los propietarios de las fincas, disponen libremente de su explotación. La familia de los masoveros es, al mismo tiempo, una unidad de producción y consumo, siguiendo el tipo de economía tradicional del mundo rural, con una vida más dura que en los pueblos, dado que las condiciones son más extremas. Y por hoy está bien. Creo que te he contado lo más destacado de los masos y sus habitantes.

   -De unos nuevos vecinos que tenemos, dicen que sólo tienen una hija y que es la pubilla. ¿Eso qué quiere decir?

    -La pubilla es, en Cataluña, la hija mayor destinada a recibir la herencia en ausencia de un hijo varón. Lo hacen por la necesidad de evitar la división del patrimonio familiar y mantener la economía de la familia, basada en la agricultura. Es una costumbre que aún hoy se conserva.

   -¿Aquí también?

   -No, aquí no, pero la expresión de la pubilla se emplea cuando se tiene una única hija. Así como se habla del hereu cuando es un hijo único. Y déjame que te diga que eres más preguntón que un carabinero. Y, por cierto, me pica la curiosidad: ¿por qué estás interesado por los masos?

   -Porque delante de la Fábrica están construyendo una casa unos masoveros que vienen del Mas del Canònge.

   -Lo conozco, he estado en él varias veces, pues es zona de buena caza. Es uno de los masos más ricos y conocidos de Benlloch. Es raro que Manuel Villalonga, su dueño, lo deje, pero tendrá sus razones. Supongo que lo hará por su cría que tengo entendido que al ser pubilla está muy mimada.

   Días después de esta charla, la presunción del tío Daniel se ve confirmada. La señora Paca lleva una bolsa de espinacas a Rosario, pues sabe que la esposa del llumero sufre de estreñimiento crónico. Para agradecerle el gesto, Rosario la invita a café de puchero y galletas caseras. Durante la charla, la masovera le cuenta que el principal motivo por el que construyen la casa es su hija Paquita, que anda muy retrasada en su formación y, aunque su marido se oponía, la abuela Julia les convenció que la única manera de que la xiqueta aprendiese bien a leer, escribir y hacer cuentas era escolarizarla en un pueblo que tuviese buenos maestros y ese es el caso de Torreblanca. En cuanto la casa esté acabada, ella y la niña vendrán a vivir al pueblo, al menos mientras dure el curso, en tanto que su madre y su marido se quedarán en el Mas para atender las tierras y los ganados que allí tienen.

   Cuando se va la masovera, Rosario piensa que la vida en una masía debe de ser tristona, pues el aislamiento y la soledad no pueden producir más que tristeza. ¡Pobre gente!, se dice. Comprendo que vengan a vivir al pueblo, la vida en un sitio tan solitario como un mas debe de ser aburridísima. Y recuerda que cuando su marido decidió que fueran a residir a la Fábrica, pensó que vivir allí sería como hacerlo en un mas, pero nada más lejos de la realidad. Prueba de ello es que el vecindario acaba de aumentar, aunque se trate de unos masoveros. Será una buena ocasión para saber de que pasta están hechos los habitantes de las masías. Y estos pobres masoveros del Canònge pueden servir como piedra de toque.

 

PD.- El próximo martes publicaré el episodio 23 de la novela “El masover” titulado: Who is who in Torreblanca?

 [CM1]

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