martes, 8 de julio de 2025

27. “El masover”. La Panderola


   El 22 de junio, comienzan los exámenes libres en el Instituto de enseñanza media de Castellón, el único que hay en la provincia. El domingo, madre dejó en la habitación del primogénito  la muda de ropa interior, la camisa que va a estrenar, chaqueta y pantalón, así como los zapatos recién lustrados. El muchacho, al ver el pantalón que le ha preparado, protesta.

   -Madre, ¿por qué voy a ir en pantalón corto?, ¿no sería mejor el largo que me regalaron cuando cumplí los diez años?

   -Creo que no, si vas en pantalón corto pareces más niño y seguro que los profesores te tratarán con más indulgencia.

   -Los zapatos de Segarra siguen estando muy duros. Si no le importa, preferiría llevar los viejos que esos no me hacen daño.

   -Bueno, te los lustraré para que no se note que son viejos.

   -¿Y tengo que llevar corbata?, me aprieta el cuello

   -Hijo, te quejas de todo, póntela y no protestes más.

   El lunes, la señora Rosario y Zaca, a las 8:00, cogen el coche de línea de Autos Mediterráneo que cubre la línea Torreblanca-Castellón, que solo para en la Ribera de Cabanes y, de allí, va directo a la capital de La Plana, donde la primera parada es en el barrio llamado el Descarregador que está cerca del Instituto. Viaje que dura alrededor de una hora, pues las cuestas de Oropesa del Mar retardan la circulación y eso que las cogen en sentido descendente. El autobús va a tope, pues los lunes se celebra mercado en la ciudad que atrae a mucha gente de los pueblos. Antes de llegar a la Castellón, todos los pasajeros se han enterado de que la señora Rosario, la mujer del llumero, acompaña a su hijo que se examina de primero de bachillerato. Algo así es bueno que se sepa, pues es un motivo de orgullo para la familia, ya que es el único del pueblo que está estudiando bachiller por libre. Al chaval las explicaciones de madre le ponen todavía más nervioso y no hace más que retocarse el pelo y remangarse los puños de la camisa que parece que le quedan largos. Madre trata de tranquilizarlo, pero justo consigue lo contrario. 

   Los centros públicos de secundaria, que hasta 1901 se llamaban Institutos Provinciales de Segunda Enseñanza, ahora tienen el altisonante nombre de Institutos Generales y Técnicos. El de Castellón está ubicado en el solar de la antigua plaza de toros y alberga tres centros: Instituto, Escuela Normal y Escuela de Trabajo y, en la parte posterior, cuenta con un Jardín botánico. El edificio del centro de enseñanza media les impone, pues es una construcción formidable que ocupa toda la manzana. Al llegar, preguntan al bedel donde son los exámenes de primero y el uniformado les indica el aula donde comenzarán, siendo primeros los de Geografía. El chaval suspira aliviado, pues esa materia es su predilecta y cree que va más que preparado, no solo para aprobarla sino para sacar buena nota. Después, se examina de Gramática y Caligrafía. Y del resto se examinará el martes.

   -¿Cómo te ha salido, hijo?

   -Lo que se dice bordado, no, pero bien, sí, madre, sobre todo la Geografía. El examen de Gramática ha sido un poco difícil, pero creo que lo pasaré, y el de Caligrafía ha estado chupado.

   -¿Ya se te han quitado los nervios?

   -Del todo, no, pero algo más tranquilo sí que estoy.

   Dado que las pruebas han durado toda la mañana, los Clavijo no pueden coger el coche de línea de las 13 horas, de regreso al pueblo, y han de quedarse en la ciudad, pues ya no hay autobús de vuelta hasta las 18. Madre, que había previsto tal contingencia, lleva en su bolsón una fiambrera con un almuerzo de fortuna: una tortilla de patata y un pequeño guiso de hígado encebollado que, como bien sabe, son dos de los pocos platos que su hijo se los come sin hacer demasiados dengues. Y, como postre, ha elaborado exprofeso unos almendrados que esos sí le gustan al chaval, que es inapetente pero algo goloso. Como no es cuestión de gastar demasiado yendo a un bar o una taberna, se van a comer al Parque Ribalta, el mejor parque público de la ciudad, al lado de la nueva plaza de toros y de la estación del ferrocarril. En el centro del paseo, se encuentra una gran plaza donde desembocan los diversos senderos del parque. En uno de los paseos laterales, junto a un pequeño lago, reducto de unos cuantos cisnes y varias familias de patos, buscan un banco a la sombra y dan buena cuenta de las viandas. Acompañan la comida con tragos de la gaseosa de bolita que madre ha comprado en un quiosco que hay a la entrada del parque, que un día es un día y no hay porqué escatimar gastos.  Cuando terminan con el almuerzo, mientras madre descabeza un sueñecillo, el chico se acerca al estanque a echar migas de pan a los cisnes y a los descarados patos que, como están habituados, no tienen ningún temor en formar un grupo junto a la barandilla donde está el muchacho. En cuanto despierta madre, la pareja se adentra en el centro de la ciudad, pues la señora Rosario ha de hacer algunas compras que les llevan por la calle de Enmedio hasta la Puerta del Sol –epicentro de la ciudad-, desde la que oyen un pitido.

   -¿Qué es ese pitido, madre?

   -Debe de ser La Panderola, el tren que va del Grao a Onda.

   -De ese tren me ha hablado Joaquinito Queralt. Dice que es chulísimo y no lo he visto nunca. ¿Podemos…?

   Madre, accede y lleva al muchacho a la cercana Plaza de la Paz, por donde transita el tren a vapor de vía estrecha que une El Grao con varios municipios contiguos. Han de esperar un buen rato hasta el paso del siguiente convoy. Al chico, que nunca ha visto un ferrocarril de vía estrecha, La Panderola le parece un tren de juguete, regalo que, por mucho que lo desea, sospecha que nunca le traerán los Reyes Magos. Zaca, debido a la influencia de su amigo Pifa, está acostumbrado a ver los trenes que circulan por la vía Valencia-Barcelona, por lo que al pasar la pequeña locomotora y los vagones que parecen para enanitos no puede reprimir una sonrisa burlona. En tanto, madre le explica que el trenecito, conocido popularmente como La Panderola, tiene una marcha tan lenta que hay pasajeros que lo cogen o se bajan de él estando en marcha. Y para completar la explicación le canta algunos compases de una cancioncilla popular:

De Castelló a Almassora,/ Xim pum tracatrac./

Va un tren que vola, leré./I per això li diuen/

Xim pum tracatrac/ La Panderola, leré 

   A todo eso, ya son cerca de las seis de la tarde y los Clavijo se apresuran a tomar el coche de línea que los devolverá al pueblo. Al día siguiente, martes, madre e hijo repiten la operación del día anterior. Hoy, el chico se examinará de Aritmética, Religión y Dibujo.

   -¿Qué tal te ha ido, hijo?

   -La Religión y el Dibujo, chupados. De Aritmética, ahí, ahí. Lo mismo puedo aprobar que suspender.

   -Bueno, si suspendes no pasa nada. El tío Paco dijo que puedes volver a examinarte en septiembre.

   A mediodía, la pareja vuelve al Ribalta a almorzar. El menú de hoy es una tortilla francesa y atún en escabeche, de postre los almendrados que sobraron del día anterior, y de beber la consabida gaseosa de bolita. Hoy no se mueven del parque, porque a madre le dijo su hermano Antonio, que trabaja en el ferrocarril, que hay un tren correo que para en Torreblanca y que pasa por Castellón a las 16:00, con lo que si lo cogen podrán llegar antes a casa. En cuanto terminan de almorzar se acercan a la contigua estación y se sientan en uno de los bancos que hay bajo la gran marquesina a esperar el tren. Es un convoy lento –al que se lo conoce como el borreguero- que para en todas las estaciones y apeaderos que hay entre la capital y el pueblo por lo que cuando llegan son las cinco y media pasadas.

   Una semana después salen las notas de primero de bachillerato libre. El tío Paco se ha encargado de recogerlas y se las manda a los Clavijo, dentro de un sobre, que entrega al cobrador del coche de línea que hace también de ordinario.

   -¡Qué nervios! –exclama el chaval al ver el sobre

   -Padre hace ademán de abrirlo, pero madre sugiere:

   -Creo que debería hacerlo el chico, al fin y al cabo son sus notas.

   El aludido coge el sobre con un temblorcillo de manos y con un cuchillo lo rasga. Dentro hay una cuartilla que hace de carpeta de las seis papeletas de cada una de las asignaturas de primero. Antes de mirarlas, el muchacho lee el contenido de la cuartilla que resulta ser una breve nota del tío Paco.

   Sobrinos: como ya os dije en su día, vuestro hijo vale, la prueba son las notas que ha sacado. Enhorabuena a todos, sobre todo al muchacho. Un abrazo. Tras lo cual, Zaca lee las notas: Geografía 9, Gramática 7, Caligrafía 7, Aritmética 5, Religión 8 y Dibujo 5.

   -¡He aprobado todas, las he aprobado!

   Los padres contemplan orgullosos la alegría de su primogénito. Ven recompensados todos los esfuerzos que han tenido que hacer para que el niño estudie. A madre, una furtiva lágrima se le desliza mejilla abajo. Padre está que revienta de satisfacción, aunque procura que no se le trasluzca, al tiempo que piensa que el chico acaba de dar su primer paso en el tedioso camino del mundo académico, ¿tendrá fuerza y, sobre todo, voluntad para recorrerlo hasta el final?, se pregunta.

   El verano de 1931 es uno de los más felices que recuerda Zaca. Está en camino de ser bachiller, algo que ni en el mejor de los casos pudo soñar ningún miembro de los Clavijo o de los Alsina, pues ninguno de ellos pasó de la enseñanza primaria, que muchos ni siquiera acabaron. Los que más se han acercado han sido sus tíos maternos, Joaquín y Antonio, y ambos se conformaron con completar la primera enseñanza para luego trabajar, el primero de chófer, y el segundo de peón de vías y obras en el ferrocarril, pero aun así han elevado el listón laboral de la familia que siempre se desempeñó en el trabajo agrícola.  El chico se permite estar todo el estío holgazaneando y leyendo cuanto le apetece, sobre todo tebeos y novelitas baratas, de las que ha encontrado un filón en una biblioteca que el padre de su amigo Joaquinito tiene en el desván. Aunque a él lo que más le gusta son las revistas infantiles y las historietas con viñetas, pero esas hay que comprarlas y, aunque no son excesivamente caras, el dinero brilla por su ausencia. Como madre está al tanto de sus preferencias, sugiere a padre que adelante el lance de llevar la hucha del muchacho al director del Banco de Vizcaya y boticario, don Eduardo Leuba, para que la vacíe, como suelen hacer todos los años a principios de julio. Hecho lo cual, las perras que le dan permiten al chaval comprarse algunos de los tebeos más populares. Y así se hace con tres ejemplares de la revista TBO, que es la más difundida del país; de dos ejemplares de Pulgarcito y de uno de Macaquete, cuyo humor absurdo y moderno no acaba de entender. Hasta estuvo ojeando una revista infantil americana, pero que desechó al estar en inglés, lengua de la que no sabe ni palote. La posesión de estos tebeos le permite ganar enteros ante sus amigos, a quienes gustosamente se los presta. A sugerencia de su amigo Pitarch, una vez leídos y releídos los tebeos que posee, se mete en la aventura del trueque con otros chicos que también poseen tebeos, con lo que aumenta exponencialmente su contingente de lectura. Piensa que va a ser el mejor verano de su vida: ha aprobado el primer curso, ha visto La Panderola y tiene un montón de tebeos nuevos. ¡Que más se puede pedir! A su manera, el muchacho es feliz, algo que, dada su innata tendencia al pesimismo, no le ocurre a menudo. Le pasa como a La Panderola, que va que vola.

 

  PD.- El próximo martes publicaré el episodio 28 de la novela “El masover”, titulado: La cabra murciana 

martes, 1 de julio de 2025

26. “El Masover”. Nace la II República y no trae un pan bajo el brazo, pero sí muchas esperanzas

      Abundando en las noticias sobre las recientes elecciones del 11 de abril, don Eulogio las explica en la tertulia del Pincho, así como sus posibles consecuencias.

   -Los comicios municipales, pese al mayor número de concejales elegidos a favor del régimen monárquico, suponen para la monarquía una amplia derrota en las ciudades, pues la corriente republicana ha triunfado en la mayoría de capitales de provincia. Y si las elecciones se habían convocado como una prueba para sopesar el apoyo a la Corona, los partidarios de la república consideran los resultados como un plebiscito a favor de su instauración.

   Planteamiento que no acaba de comprender Zaca. Su mente analítica razona que si las elecciones municipales se habían celebrado para elegir concejales y alcaldes, qué su resultado fuera elegir entre la monarquía y la república no tenía ningún sentido, pues no se habían celebrado para eso. No podía entenderlo.

   Por su parte, el señor Zacarías, alarmado por lo que está pasando,  ya que puede repercutir en su empresa y, por tanto, en su empleo, a primera hora de la mañana del 14 de abril conecta su radio de galena para estar al tanto de la cambiante situación política. Radio Barcelona informa de la constitución en Madrid de un Comité Revolucionario que patrocina la instauración republicana y que, al parecer, está en contacto permanente con el Palacio Real. Por la misma emisora se entera de que el Rey, visto el sesgo de los resultados electorales, decide marchar al exilio el mismo 14. Y embarca en Cartagena rumbo a Francia, lo que supone una suerte de autoexilio que, por otra parte, nadie se lo ha pedido explícitamente. Cuando padre cuenta a los suyos lo que está ocurriendo en la capital del país, madre pregunta:

   -¿Y por qué se ha marchado?, con lo bien que me caía y lo guapetón que es el Rey.

   -Según dicen porque el pueblo se ha decantado por el régimen republicano,

   Las preguntas del primogénito van en la dirección del razonamiento que anteriormente se ha planteado:

   -¿Y por qué ha deducido eso el Rey, si lo que se ha votado va con los municipios y no con él y con la república? Y otra pregunta: Y si el Rey se ha ido, ¿quién manda ahora en España?

   -Para tu primera pregunta no tengo respuesta. En cuanto a quien manda ahora parece que, de momento, el poder lo tiene un Gobierno provisional en el que hay mayoría de políticos republicanos.

   Días después, el diario ABC publica en portada un texto del monarca que comienza diciendo: Las elecciones celebradas el domingo me revelan claramente que no tengo hoy el amor de mi pueblo… y quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro en fratricida guerra civil… -Parece que el Rey ha sacado idéntica conclusión de la reciente elección que los que están a favor de la república: que los españoles han optado por el cambio de régimen. Aunque hay un detalle que don Avelino, el veterinario, remarca en la tertulia:

   -Alfonso XIII ha abandonado el país, pero sin abdicar formalmente. Lo que supone que, al menos en teoría, sigue siendo rey de España.

   -A buenas horas mangas verdes. ¿Y de qué le va a servir? –replica el barbero.

   El mismo día del exilio real, el 14 de abril, el Comité revolucionario proclama la II República, tomando el poder un Gobierno provisional presidido por un antiguo político monárquico, reconvertido al republicanismo, llamado Niceto Alcalá-Zamora.

   A pesar del desconcierto del chico de los Clavijo, algunas cosas han cambiado, pero son más decorativas que esenciales .En el ayuntamiento, la bandera rojigualda ha sido sustituida por una nueva enseña tricolor con bandas horizontales, siendo la franja superior de color rojo, la central de color amarillo y la tercera de color morado, y las tres del mismo ancho. Y la banda municipal en lugar de tocar, como himno nacional, la pausada Marcha Real, ahora ejecuta el llamado Himno de Riego que es mucho más movido. Y de pronto, personas que jamás se pronunciaron sobre sus ideas políticas, alardean de ser republicanos de toda la vida. ¡Vivir para ver!, piensa más de uno.

   La tarde del domingo, tras varios intentos, Zaca ha conseguido que sus amigos hablen del advenimiento de la República. Éstos, más que opiniones personales, lo que cuentan es lo que opinan sus padres.

   -Papá dice –refiere Queralt- que la República solo traerá follones y hasta es posible que la guerra.  

   -Pues mi padre –relata Pitarch- también cree que lo que traerá la República son muchos líos. La prueba es que cuando la gente dice de algo que esto es una república lo que quiere decir es que está muy liado.

   -Eso que dicen vuestros padres son chorradas  –se burla Pifarré, cuyo padre es miembro del Sindicato de Ferroviarios-. El mío me ha contado que la República se va a ocupar de los trabajadores y de la igualdad entre hombres y mujeres. De que traerá follones y líos, nanay, eso es cosa de los carcas -Como Zaca no habla sobre lo que está pasando, Pifarré le pregunta-: ¿Y tu padre qué dice?

   -Decir, no dice nada, pero le veo muy preocupado por si el cambio de régimen tiene algún efecto en las compañías eléctricas y eso pueda repercutir en su empleo.

   -Es la conversación más aburrida del mundo. ¿Sabéis que pelís ponen esta tarde? -pregunta Pifarré, y ahí acaba el diálogo de los amigos sobre la República. Da la impresión de que a ellos ni les va ni les viene el advenimiento del nuevo régimen.

   A Zaca, aparte de su insaciable curiosidad por cuanto ignora, lo del nacimiento de la República le preocupa por otro motivo: sus estudios. Piensa que si el cambio de régimen es tan importante para la gente mayor es posible que en los exámenes de junio alguno de los profesores del instituto pueda preguntarle por cuestiones republicanas y, si es así, está perdido porque de esa cuestión no sabe nada. Por lo que se impone llenar esa enorme laguna o, al menos, conocer sus elementos más importantes. Lo que supone que tendrá que buscar a alguien que le ilustre sobre el tema. Descarta la familia y los amigos. Solo le quedan sus maestros y quizás el vicario. Tendrá que probar y decide primero preguntar a sus maestros, cuya respuesta es decepcionante. Don José le dice:

   -Eso no son cosas para un niño, ya te harás mayor y entonces  será el momento de que te intereses por ellas.

   Así que solo le queda el vicario. Zaca aprovecha las clases de religión para asaetarlo a preguntas. El vicario se admira ante la insaciable curiosidad de su alumno, inconcebible en un muchacho de tan pocos años.

   -Mosén, ¿por qué no me cuenta cosas de la II República?

   -¿Qué quieres saber?

   -No sé. Todo lo que usted quiera contarme

   Mosén Florencio se arma de paciencia y explica a su curioso alumno los principales conceptos republicanos, hasta que se cansa.

   -Y por hoy basta, pero tengo que decirte que no conozco a ningún muchacho de tan pocos años que esté tan interesado por la política como tú.

   -Lo cierto, mosén, es que mi interés tiene un motivo concreto y no es la política en sí –y el chaval cuenta al vicario su preocupación por si en los exámenes libres le hacen alguna pregunta sobre la II República. A lo que añade una petición-: Por cierto, don Florencio, le voy a pedir un favor muy grande, no le cuente a padre de lo que hemos hablado sobre la República, porque como se entere me puede deslomar, ya que la política no le gusta nada.

   -Tranquilo, Zacarías, estas charlas son como confesiones y el secreto de confesión prohíbe a los sacerdotes hacer público lo que nos cuentan los que se confiesan.

   El chaval saca dos conclusiones: que la forma de gobierno, sea una monarquía o una república, no parece que sea algo tan decisivo para el bienestar de la gente. Y que la próxima vez que pregunte a mosén Florencio ha de traer un cuaderno y un lápiz para apuntar lo que le explica el reverendo. Y aunque ha decidido no preguntar más sobre la creación de la II República, le queda una espina que no se la quita de la cabeza y que la preguntó a padre que no supo responderle, hasta que una tarde se atreve a formularla al vicario.

   -Mosén Florencio, me haría el favor de aclararme una duda que tengo sobre la República. Le prometo que es la última que le hago –ante la muda aquiescencia del vicario, el chico la expone-: Lo que no acabo de entender es ¿por qué, si las elecciones del día 11 fueron para elegir a los alcaldes, el resultado es que han cambiado al Rey por un Presidente de la República?

   -Eso ya es más difícil de explicar, Zacarías, porque ni siquiera yo lo tengo claro. En consecuencia, esa duda la tendremos que aparcar hasta que haya una explicación franca.

   Zaca vuelve a pensar que ha tenido mala suerte de que la II República haya nacido en abril, a dos meses de examinarse del primer curso. Podría haberlo hecho en verano o en otoño y habría tenido tiempo más que suficiente para ilustrarse sobre el nuevo régimen.

   -¡República, maldita sea tu estampa! –Exclama. Hasta en sus reniegos es cuitado el chico.

   El nacimiento de la II República ha sido ejemplarmente pacífico, pero ese sosegado inicio pronto desaparece. Zaca escucha en la tertulia del Pincho que el 10 de mayo, con motivo de la inauguración en Madrid del Círculo Monárquico, corrió el rumor por la capital de que un taxista republicano había sido asesinado por unos monárquicos. Una multitud se congregó ante la sede del diario monárquico ABC, donde tuvo que intervenir la Guardia Civil que disparó contra los que intentaban asaltar el edificio  del periódico causando varias bajas. La consecuencia fue que días después se produjeron sucesos tan lamentables como la quema de conventos e iglesias en muchas regiones del país.   

   Provechosa le resulta a Zaca la explicación que una de esas tardes da don Eulogio ante la pregunta del siempre curioso Julio, el barbero.

   -Doctor, ¿por qué cree que la II República ha nacido con tanta facilidad?, pues ni siquiera el ejército, que tan monárquico ha sido siempre, se ha opuesto.

   -En mi modesta opinión, porque los oficiales del Ejército no apoyaron al Rey, con el que estaban molestos por haber aceptado la dimisión de Primo de Rivera. Aunque también ha contado la existencia de un clima de creciente reivindicación de libertades y derechos civiles que ha ayudado poderosamente al cambio de régimen. Para resumir lo que, en cierto modo, ha supuesto el nacimiento de la II República es que no ha traído un pan bajo el brazo, que eso cuesta dinero, pero sí muchas esperanzas, que esas son gratis.

   Zaca, como le ocurre en ocasiones, no ha entendido demasiado bien lo que ha explicado el médico sobre la correlación entre el advenimiento de la II República y el ejército, pero no valora esa carencia, pues para él no es importante. Además, acaba de darse cuenta que tiene otra laguna sobre el republicanismo: si ahora hay una segunda república es que antes hubo una primera. Y de la que tampoco sabe nada. En la Historia de España que contiene la Enciclopedia de Dalmau-Carles, que es el manual que estudiaba en la escuela, no hay una sola línea que se refiera a esa I República. Tendrá que buscarla en el Diccionario Enciclopédico de Sopena. El trabajo se le amontona y, por un momento, piensa que lo de ser tan curioso como lo es él acaba resultando fatigoso. Y, por si faltaba poco, a las muchas cosas que ignora, ahora se añade todo lo referente a la República. Éramos pocos y parió la abuela, se dice, echando mano de una chabacana expresión popular.

 

PD.- El próximo martes publicaré el episodio 27 de la novela “El masover”, titulado: La Panderola

martes, 24 de junio de 2025

25. “El masover”. El país se acuesta monárquico y amanece republicano


   La pregunta de su hijo mayor sobre si le puede acompañar cuando vaya a votar en las próximas elecciones municipales del 11 de abril, no le ha hecho ninguna gracia al señor Zacarías, por lo que su respuesta tiene la intención de que el chico se eche atrás.

   -Tendrás que madrugar, porque quiero votar a primera hora, así tendré el resto del domingo libre.

   El chaval, ante la vaga respuesta de padre, interpreta que como no se ha negado podrá acompañarle. A raíz de este corto diálogo sobre las elecciones, madre cuenta que Pepa la de Amparo, la mujeruca que le ayuda en la colada semanal, le ha confesado que uno de la familia de los Blascos le ha querido comprar su voto por cinco duros. Lo que no especificó es si lo vendió o no.

   -Padre, ¿los votos pueden comprarse? –quiere saber, curioso, Zaca.

-La compra del voto es una práctica extendida, quizás más en las municipales que en las generales. Pero está mal hecho, tanto venderlos como comprarlos -El muchacho, en principio, toma nota de ello, pues desconoce tal práctica, pero tras pensarlo un instante lo desecha, una bobada más de las muchas que se gastan los mayores.

   No es nada habitual que, a las ocho y pico de la mañana de un domingo, los alrededores del grupo escolar estén tan concurridos como ocurre hoy. Se ve que muchos electores han pensado lo mismo que el llumero y hay varios corros de personas, todos varones -pues las mujeres no tienen derecho al voto en una sociedad que las considera ciudadanas de segunda-, esperando a que abran las puertas del centro docente, hoy convertido en colegio electoral. La mayoría de los que aguardan visten las blusas negras de los domingos y solo el señor Sacaríes y Macario, el estanquero, llevan chaqueta. Cerca de los lugareños, una pareja de la Guardia Civil, con el fúsil terciado, impone un temeroso respeto a los que esperan. Además del alcalde, el juez de paz y el secretario del ayuntamiento, varias personas más han entrado en el edificio, y alguien susurra que son los componentes de las cuatro mesas electorales ubicadas en el recinto escolar. Zaca, que ha acompañado a padre, se apunta en la memoria otra cosa que no sabe: qué es una mesa electoral. Pasados varios minutos de las nueve, el alguacil abre la puerta del colegio y los que formaban los corros se distribuyen por las distintas mesas en las que les toca votar.

   En el tablón de anuncios del centro hay una serie de listas que son las que ojea padre para saber en qué mesa debe votar, mesas que están ubicadas en las aulas de la planta baja y que corresponden a las clases de las niñas. En cada mesa hay cinco personas, a muchas de las cuales conoce el muchacho. Encima de cada mesa hay una caja -padre le ha dicho que se llama urna- en la que la gente  va depositando las papeletas que, previamente, han cogido de una mesa grande en la que están los votos para los distintos partidos que se presentan a las elecciones. El chiquillo se ha acercado a la mesa de las papeletas a curiosear y lee algunas de ellas. Contienen listas de nombres de gente del pueblo, de los que Zaca conoce a muchos. Como, al parecer, en el consistorio solo había tres urnas de cristal, han tenido que fabricar otra más con una caja de cartón sellada con cola de carpintero y en la que han hecho una ranura en la parte superior para depositar los votos.

   La mayor parte de los electores vota con rostro más bien serio, como si estuviesen llevando a cabo una grave función, aunque hay algunos que se lo toman a la ligera y bromean con los miembros de la mesa. Cuando le llega a padre el turno de votar, que previamente ha recogido una papeleta y la ha metido dentro de un pequeño sobre, primero muestra al secretario de la mesa su cédula personal para acreditar su identidad. Detalle que al chaval le parece una idiotez, pues si hay una persona en el pueblo a quién todo el mundo conoce es al llumero, ya que entra en la inmensa mayoría de casas, al menos, dos veces al mes. Tras haberse identificado, un miembro de la mesa ha comprobado que el nombre del llumero figura en la relación de ciudadanos con derecho al voto, tras lo cual le devuelve su cédula. Entonces, padre da su voto al presidente que lo mete en la urna y, al tiempo, dice: vota.

   -¿Este es tu chaval, el que estudia para bachiller? –pregunta al llumero uno de los vocales.

   -El mismo –responde padre, muy orgulloso.

   ¿Y esto es todo?, se dice el muchacho, defraudado por lo soso y rápido del proceso de votación. Tanto hablar de elecciones y de la consiguiente votación y resulta que es así de simple, piensa el chico. No acaba de comprender por qué la gente mayor le da tanta importancia a un proceso que no tiene nada de solemne ni de apasionante. Se dice que quizá no lo ha entendido al ser un niño, pero es que, visto lo visto, no hay mucho que entender. De todas formas, por si se le ha escapado algo, pregunta:

   -¿Ya está, padre?

   -Sí, ya he votado.

   -¿Y a quién ha votado?

   -El voto es secreto.

   Otra chorrada más de los mayores, piensa el chaval, pues los que votan podrían decirle al que manda en cada mesa el nombre del vecino que quieren que sea alcalde y toda esta historia de la votación podría eliminarse. ¡Y para esto me he pegado el madrugón siendo domingo! No me pasará más veces, se dice el chico. Cuando salen del grupo escolar, los alrededores se han despejado y, aparte del goteo individual de electores, solamente la pareja de civiles siguen estando apostados en la calle Sitchar, en la que está situado el grupo escolar.

   Las conclusiones que saca el chico del asunto de las elecciones son escasas: que es un proceso aburrido, que podría simplificarse y que los mayores lo sobrevaloran. No comprende por qué a todo lo concerniente a la política se le da tanta importancia. Y decide olvidarse del asunto de las elecciones.

   Esa misma tarde del domingo, y antes de asistir a la sesión vespertina de cine, Manolo Pitarch, que tiene una hermana mayor que le gusta estar al día sobre lo que se dice en la calle, cuenta a Zaca que se rumorea que en el pueblo van a ganar los partidos de derechas, aunque los republicanos van a sacar más votos que en ocasiones anteriores, especialmente el PSOE y el Partido Republicano Radical de Lerroux. Que nombre tan raro, piensa Zaca, parece francés.

   -¿Es que ya han abierto las urnas? –pregunta el chaval.

   -No las abren hasta las ocho.

   -¿Entonces…?

   Por toda respuesta, Manolo le guiña el ojo, como dando a entender que sabe de qué habla. Como el muchacho de lo poco que tiene claro sobre el mundo de la política es que los partidos, así como los políticos, se dividen en derechas e izquierdas, la pregunta viene de suyo.

   -Pero entonces ¿quiénes han ganado, las derechas o las izquierdas?

   -Los de siempre, los de derechas. Tere me ha dicho que más vale malo conocido que bueno por conocer.

   -Si es así, seguirá de alcalde el tío Agustinet.

   -Eso está por ver.  ¿Qué película ponen esta tarde? –A partir de esa pregunta, Zaca arrincona en su mente las elecciones. Le ha quedado claro que son cosas de mayores y que a los chicos, en general, y a él, en particular, ni le van ni le vienen.

   El lunes, 13 de abril, Zaca vuelve de dar la clase que cada vez es más pesada, pues desde primeros de mes ha de preparar tres lecciones diarias, ya que los exámenes de junio se acercan y quiere aprobar a toda costa, no puede decepcionar a todos los que han puesto su confianza en él. Por eso no piensa quedarse los veinte minutos, aproximadamente, que suele detenerse en la terraza del Pincho, pero cambia de criterio al ver que los tertulianos están metidos en un debate de alto voltaje. El tema sobre el que discuten lo está contando, de forma apasionada, don Eulogio, poseedor de uno de los aparatos de radio más potentes de la localidad, en opinión de padre, que de eso entiende.

   -A las diez y media de esta mañana, el presidente del Consejo de Ministros, ha entrado en el Palacio de Oriente para celebrar el Consejo de ministros. Los periodistas le han preguntado sobre si habrá crisis de gobierno, ¿y sabéis qué ha contestado? –Y sin esperar respuesta, agrega-: ¿Qué más crisis desean ustedes que la de un país que se acuesta monárquico y se despierta republicano? –La frase desata un aluvión de preguntas entre los que rodean a don Eulogio.

   -Por favor, si habláis todos a la vez, no hay manera de entenderse. A ver, Avelino, tú que eres el que más grita, repite tu pregunta.

   -¿Eso es que se sabe el resultado de las elecciones?

   -Solo se conocen resultados provisionales. Al parecer, el número de concejales monárquicos es bastante mayor que el de republicanos, aunque en las ciudades el resultado es inverso, la tendencia republicana ha triunfado en cuarenta y una de las cincuenta capitales de provincia. Por ejemplo, en Madrid los concejales republicanos triplican a los monárquicos y, en Barcelona, los cuadruplican.

   -¿Y qué pasará ahora con el Rey? –quiere saber Julio, el barbero. El médico, en un gesto muy suyo, se encoge de hombros, pero don Rodolfo es quien contesta.

   -Para mí que al Rey le huele la cabeza a pólvora. Habrá que estar atentos a lo que dicen los periódicos y la radio.

   El chaval no ha comprendido demasiado bien la explicación dada por el médico. Hay un dato que es numérico y, acaso como la aritmética es lo que peor lleva, no acaba de entenderlo. Si los que han votado a favor del Rey son muchos más de los que han votado a la república, todo debería seguir como antes, ¿o es que los votos de los que viven en las ciudades valen cuatro veces más que los de aquellos que habitan en los pueblos? ¿Por qué ha de estar preocupado el Rey? No lo entiendo, se dice. Desde luego, o la gente mayor hace cosas que no son lógicas o los niños no las entendemos. Lo que si le queda claro es que el resultado de las elecciones es como la primera parte de una novela de misterio, pero que la trama de la segunda parte puede ser muy diferente. Habrá que seguir parando en la terraza del Pincho para ver cómo termina este relato, y concluye; ¡vaya con las elecciones!, menuda pérdida de tiempo que se montan los mayores. Aunque reconoce que eso de que España se haya acostado monárquica y se haya levantado republicana tiene su gracia, pero piensa que al Rey maldita la gracia que le hará, a pesar de que siga mandando.

 

PD.- El próximo martes publicaré el episodio 26 de la novela “El masover”, titulado: Nace la II República y no trae un pan bajo el brazo, pero sí muchas esperanzas

martes, 17 de junio de 2025

24. “El masover”. Un gaspatxer casi amigo

 

24. “El masover”. Un gaspatxer casi amigo

   La gota fría, que arrasó Torreblanca a finales de septiembre, también se cebó con las instalaciones eléctricas, y muchos de los tendidos callejeros y las acometidas de los edificios se han roto o han desaparecido en pos de la riada. El señor Zacarías y su ayudante Paco Piñana se esfuerzan en reparar los destrozos, pero como la inundación afectó a casi todo el pueblo la tarea los desborda. Para ayudarles, la LUTE ha enviado al auxiliar del encargado de la compañía en Alcalá de Chivert, uno de los pueblos contiguos a Torreblanca. Paco Llorens, así se llama el oficial chivertense –gentilicio de los naturales de Alcalá de Chivert-, se ha traído con él a su hijo mayor, un chaval que tiene la misma edad que Zaca y que responde al nombre de Paquito. Padre e hijo duermen en casa Piñana, pero comen en la Fábrica. La LUTE es una compañía que no se caracteriza precisamente por su munificencia.

   Desde que el chico mayor de los Clavijo vive en la Fábrica, no ha vuelto a estar con los ajedrecistas del Pincho, por lo que está en ayunas de cuanto ocurre en la política nacional, ya que en casa no se habla nunca de ello, dada la pésima opinión que tiene el cabeza de familia de la política, en general, y de los políticos, en particular. Realmente, al chico la política le importa un comino, aunque si se interesa por ella es debido a su curiosidad insaciable de todo y por todo.

   El sábado, 13 de diciembre, tras cantar las lecciones del día, Zaca se detiene en la terraza del Pincho. Hace más de dos semanas que no se para a ver las partidas de ajedrez, pues hace días que sopla una tramontana fría y seca que hace desagradable la estancia en la calle. Solo resta viva una partida, que enfrenta a don Eulogio, que juega con blancas, y al tío Macario, que lo hace con negras. Ve que el médico tiene una clara ventaja, pues se ha comido los dos alfiles negros. El estanquero reconoce la derrota tumbando su rey. En pocos minutos, jugadores y mirones acercan las sillas y comienzan a charlar de las últimas noticias. Es Julio, el barbero, quien rompe el fuego.

   -¿Alguien nos puede contar lo ocurrido en Jaca?

   -¿Qué coño ha pasado en Jaca, alguna desgracia? –pregunta el tío Sayo.

   Es don Rogelio quien informa de lo que sabe sobre lo que ha pasado en la ciudad oscense.

   -Ayer, se llevó a cabo en Jaca, una ciudad de la provincia de Huesca, un pronunciamiento militar contra el gobierno del general Berenguer y, de rechazo, contra la monarquía de Alfonso XIII. Los sublevados, tras apoderarse de la ciudad, proclamaron la república –y añade-: Seguro que Eulogio, que según tengo entendido posee la radio más potente del pueblo, tiene más información.

    El médico remueve el carajillo de ron que acaba de servirle el Pincho y, tras un primer sorbo, toma la palabra.

    -Los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández, que han encabezado la rebelión, han sido detenidos y es posible que los condenen a ser fusilados.

   La información no dice nada al chaval, pues no sabe qué es un pronunciamiento militar, ni quién es el general Berenguer, ni por qué los capitanes, de los que habla el médico, pueden ser fusilados. Lo que le interesa no es el cómo de la noticia, sino el por qué y el para qué. Como de eso nadie dice nada, se marcha. El lunes, al salir de clase, se vuelve a detener en el Pincho y, como esperaba, los tertulianos siguen hablando del suceso de Jaca. Dan más detalles, como el de que los capitanes que se rebelaron han sido condenados por un consejo de guerra a ser pasados por las armas. Expresión con la que se queda para, cuando pueda, preguntar sobre ella, pues no sabe qué es, aunque lo de ser pasados por las armas suena a algo terrible.

   -Don Eulogio, ¿cree que todo esto traerá cola? –La pregunta si le interesa al chico que presta atención a la respuesta del médico, que se toma su tiempo para responder.

   -Estoy convencido de que la ejecución de los capitanes Galán y García Hernández tendrá efectos. De momento, parece que ha causado gran conmoción en todo el país, despertando un sentimiento antimonárquico que se extiende como el aceite. De hecho, los ejecutados se están convirtiendo en los mártires de la causa republicana. Y en esta nación de cabezas calientes, donde primero se actúa y luego se piensa, puede pasar de todo: desde que lo de Jaca solo haya sido una intentona sin consecuencias, a que se arme la de Dios es Cristo.

   -Pero al Rey no lo pueden cambiar, ¿verdad? –vuelve a preguntar el barbero. Esta otra pregunta también concita la atención de Zaca.

   -En principio, no –responde don Eulogio-. Habría que hacer otra constitución y quizás un referéndum para que fuera el conjunto de la ciudadanía la que decidiese si prefiere el régimen monárquico o el republicano. Eso es lo que suele hacerse en los países democráticos, aunque aquí hay mucha gente que actúa sin pensar –e insiste-, y en esta España de nuestros pecados todo es posible, hasta lo que parece imposible.

   El chiquillo está en un tris de preguntar qué es un referéndum, pero se contiene. Lo mismo los mayores se enfadan si les pregunta un chaval, y ni pensar el pollo que le podría montar padre como se enterara. Por tanto, referéndum a la libreta de los secretos. De cuanto concierne a lo sucedido en Jaca, Zaca no ha sacado nada en claro, pero sí le sirve para comprender el sentido de una frase que a veces dice la gente cuando algo funciona caóticamente: esto es una república. Claro, se dice, una cosa desorganizada no podía acabar bien. ¿Pero y qué es una república?, se pregunta. Se lo tendré que consultar a mosén Florencio porque será el único que me lo explicará, aunque debe de ser algo pecaminoso y, si lo es, lo mismo no puede contármelo. Y se olvida del tema de Jaca, pues tiene cosas más importantes de las que ocuparse y una de ellas es la marcha de sus estudios que andan menos bien de lo que desea.

   El problema de que sus estudios no vayan tan bien domo sería de desear radica en que el método que usan sus maestros, a base de memorizarlo todo aunque no lo entienda, no acaba de convencerle. Todas las tardes, menos los jueves en los que por la tarde no hay escuela, se dirige al grupo escolar para que don José y don Domingo le tomen la lección que es una pura repetición del contenido del manual de turno. No hay explicaciones, ni preguntas, ni aclaraciones. Llega, canta la lección, que los maestros siguen con el manual abierto ante ellos, estos se declaran satisfechos y hasta el siguiente día. Ese método para el muchacho es algo frustrante, por mucho que le digan que lo ha hecho bien.

   Tendré que buscarme la vida y encontrar la manera de que pueda memorizar los manuales con menos trabajo –se dice-, porque si no el curso se me puede hacer muy penoso. Y lo mismo ni siquiera apruebo. Dado su carácter apocado y su escaso coraje, el muchacho a veces tiende al pesimismo, lo que suele llevarle a ver la botella medio vacía. Y pese a que madre le insista en que ser negativo no lleva a ninguna parte, Sacarietes no puede remediarlo, ver la botella medio llena le cuesta Dios y ayuda. Quizás por eso, lo del alzamiento militar de Jaca lo ve del color de la uva pasa.

   Curiosamente, su preocupación se desvanece en cuánto llega a la escuela y contempla el edificio, construido durante la dictadura de Primo de Rivera. Es un centro amplio y luminoso, rodeado de una valla de mampostería con una reja de madera en la parte superior y que delimita el patio del recreo. Consta de dos plantas. En la de abajo hay cuatro espaciosas aulas ocupadas por las niñas –rige estrictamente el régimen de separación de sexos, pues niños y niñas no se juntan ni en los recreos-, un cuarto con inodoros y lavabos y una saleta con ganchos para colgar las prendas de abrigo, lo que induce a pensar que el tipo de escuela se hizo pensando en un clima menos templado y más lluvioso que el torreblanquino. Lo de los inodoros es toda una conquista, pues en la escuela vieja no los había y las deyecciones había que hacerlas al aire libre en alguno de los campos que la rodeaban. El piso superior es el ocupado por los niños y tiene la misma distribución que la planta baja, con la salvedad de que cuenta con una terraza frontal del mismo tamaño que el hall de la planta inferior, y en la que flamea la bandera nacional. Las aulas tienen amplios y luminosos ventanales, orientados al este los de la derecha y al oeste los de la izquierda. Y sí Zaca se siente a gusto en el centro es porque en él ha pasado algunos de los mejores momentos de su corta biografía. El edificio escolar es para él como su segundo hogar.

   Puesto que Zaca ha de estudiar, Paquito, el hijo del oficial que ayuda a padre, para no aburrirse ha de conformarse con jugar con Pedrito y Chimet hasta que el primogénito vuelve de clase. Entonces, se le pega a Zaca como una lapa que, poco amigo de abrirse a otros chicos y más si son forasteros, al principio le pone mala cara hasta que descubre que el chivertense es un chaval majo, que sabe encajar las bromas y hasta la ironía, a la que tan aficionado es Sacarietes. Y, justamente, a costa del gentilicio del forastero es como averigua Zaca que Paquito tiene buen talante.

   -¿Sabes cómo llamamos aquí a los de tu pueblo? –Pregunta Zaca que, sin esperar respuesta, agrega-: os llamamos gaspatxers.

   -¿Y eso qué quiere decir?

   -No lo sé, pero así es como os llamamos.

   -¿Y tú sabes la coplilla sobre tu pueblo que se canta en el mío? –Responde Paquito a quien no ha parecido molestarle lo de gaspatxers, e igualmente sin esperar respuesta añade-:Torreblanca cotxina, corral de vaques, la primera collita són carabasses.

      -Esa coplilla la conzoco, pero con una variante, la última estrofa es: són xiques guapes. Y nosotros también cantamos una cancioncilla sobre la gente de tu pueblo: quan ets gaspatxer, si no ets un porc ho arribaràs a ser.

   Y de esta forma tan pueril, comenzó a fraguarse una incipiente amistad entre ambos chavales. Quizás, Paquito sea el primer amigo de Zaca que no es del pueblo. La amistad entre los dos muchachos se consolidó de la forma más tonta. Zaca està intentando que Chimet dé sus primeros pasos cuando aparece el gaspatxer.

   -¿Qué haces?

   -Enseñarle a andar, pero no hay manera.

   -Te voy a enseñar un truco que he usado con mis hermanos chicos –El chaval entra en casa y sale al momento portando un trozo de hilo de coser.

  -Chimet, coge el hilo bien fuerte.

   El benjamín de la família ase el extremo del hilo y Paquito coge la otra punta.

   -Ahora, yo daré un paso y tú daràs otro. Como te sujeta el hilo que tienes en la mano no te puedes caer –Paquito avanza un paso y Chimet, tras un corto titubeo, da un primer pasito vacilante.

   -Ves que fàcil. Ya sabes andar.

   Lamentablemente, el trabajo de los tendidos eléctricos terminó y ambos chivertenses –padre e hijo- regresaron a su pueblo. Zaca vuelve a quedarse más solo que la una. Debe de ser su sino.  Y se vuelve a centrar en la lectura de tebeos y novelas baratas, en las que se solaza con las heroínas de papel, ya que las reales siguen sin gustarle. Y también disfruta de la visión de las pelis que ponen en el cine de Les Hostaleres, que alimentan y acrecentan su fantasía y poco más. Y día a día, el recuerdo del gaspatxer, que llegó a ser casi amigo, se va borrando de su mente hasta convertirse en una imagen borrosa como si nunca hubiera existido. El solitario vuelve adónde solía.

 

PD.- El próximo martes publicaré el episodio 25 de la novela “El masover”, titulado: El país se acuesta monárquico y amanece republicano