El próximo 16, viernes, publicaré el último episodio de la tetralogía Los Carreño (trilogía en la versión en papel). Han sido casi dos años, viernes tras viernes, de contacto con los lectores de la novela.
El título, de ese postrer episodio del Libro IV de Los Carreño, Las Guerras, es significativo, “Epílogo”, y sobre el que hago una confesión. Es más que posible que defraude a muchos lectores puesto que muestra una de mis muchas limitaciones como narrador: no sé escribir los finales. Los dejo casi siempre abiertos, no como un recurso literario sino por mi impotencia en saber construir un final comme in faut, como diría un gabacho. He soñado muchas veces en escribir una novela sobre un solo personaje –mis obras son siempre corales- y así, al finalizar su vida física acabaría la novela, pero no he sido capaz de hacerlo. Quizás en la otra vida.
Según el servicio de estadística de blogspot, desde que, hace noventa y nueve semanas, comencé a publicar el cuarto tomo de Los Carreño hasta hoy, se han visto 34.098 páginas del blog. Cifra, que en un mundo global como el de internet, es una gota de agua, pero si la valoramos desde la perspectiva de que el autor de la narración es un octogenario, desconocido para el gran público, y no demasiado buen escribidor, entonces el guarismo adquiere un cierto relieve.
Lo he hecho lo mejor que he sabido y podido. No se le puede pedir mucho más a un aficionado a escribir que comenzó a narrar historias a los setenta cumplidos, sin otra finalidad que ocupar las muchas horas que una jubilación solitaria te depara. Quizás debí hacerlo antes –es lo que opina uno de mis amigos-, pero los meandros de la vida no surgen cuando quieres, sino cuando las circunstancias –las internas y las externas- coinciden en determinado sentido.
En todo caso, lo más importante para mí es la fidelidad que los lectores –no importa que sean muchos o pocos- han demostrado a lo largo de un tiempo que, quizás, ha durado demasiado. Me consuelo al pensar en la cita de Borges: Un solo lector justifica un libro. Dado el número de páginas vistas que antes cité, evidentemente he tenido más de un lector. Es mi descargo, mi alegría y mi orgullo.
Ahora, el blog queda solo al servicio de El masover, novela escrita con más sentimiento que imaginación, pues en ella retrato parte de mi niñez y de cómo era la vida en la España de los años treinta del pasado siglo. Pienso que será mi última novela, pues voy para nonagenario, los años no perdonan, y las fuerzas, de todo tipo, se van perdiendo inexorablemente.
Mi más hondo agradecimiento a los que me han acompañado durante el último bienio, pues han aliviado mi soledad y eso es algo que no hay forma de pagarlo. Si he logrado entreteneros en ese lapso de tiempo, me doy por satisfecho, pues no otro ha sido mi objetivo. Hasta siempre. Z.
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