viernes, 28 de febrero de 2025

Libro IV. Episodio 89. ¡Así hablan los Carreño!

 Para los integrantes del clan Carreño, el año 1941 les depara diversas situaciones. Álvaro sigue embarcado en el minador Júpiter cuya zona de acción es el Mediterráneo, hasta que por Orden Ministerial de 1 de enero de 1941 es destinado al destructor Almirante Miranda de la segunda flotilla de destructores con base en Porto Pi. Dada su especialidad de artillero, dirige diversos ejercicios de tiro en aguas mallorquinas, hasta que, por orden de la Comandancia General, el 10 de marzo desembarca del Miranda y queda provisionalmente adscrito a la base de Cartagena. Casi un mes después llama a los suyos.

   -Acabo de recibir una orden del jefe de la segunda flotilla de destructores, el 15 de abril voy destinado al destructor José Luis Díez al que, por cierto, en la guerra llamaban Pepe el del puerto por lo poco que salía de su amarradero a enfrentarse con nuestros buques.

   Julián, a quien la familia ha puesto al frente de la segunda farmacia, sita en San Bernardo 60, está más que encantado con su nuevo trabajo, en el que, como vaticinó, se desenvuelve sin problemas, de manera que la mayoría de los clientes están convencidos de que es el farmacéutico titular. Ha presentado a la familia a su novia, Carla, diminutivo de Carlota, bastante más joven que él y que, sin ser lo que se dice guapa, sí tiene el encanto de la juventud y de un cuerpo curvilíneo. A Julio la joven le parece excesivamente desenvuelta, pero la acepta sin pestañear pues se da cuenta de que su hijo está muy enamorado.

   -¿Y para cuándo la boda? –les pregunta Jesús.

   -Estamos pensando que para fin de año o principios del 42.

   Jesús continúa en la farmacia de Gran Vía, y se está convirtiendo en uno de los pilares de la familia, ante la ausencia física de Álvaro y Pilar. En la verbena de la Pradera de San Isidro del pasado año conoció a una jovencita y en cuanto se vio reflejado en sus ojazos verdes se enamoró de ella. Se ha hecho socio del Atlético de Madrid y no se pierde ninguno de los partidos que los colchoneros, como se los apoda, juegan en el campo del Metropolitano. También le ha sacado el carné de socia a su novia Mercedes y van juntos a ver al club de sus amores.

   -¿Contra quién jugáis el domingo? –les pregunta Julián.

   -Contra los merengues. Esta vez nos los vamos a pasar por la piedra.

   Andrés, de enero a junio del 41, ha realizado el primer curso en la ENM de San Fernando, en la que ha tenido clases de distintas materias, ejercicios militares y marineros, gimnasia y deportes. Asimismo, efectúa prácticas de navegación y maniobra en la flotilla de buques afecta a la Escuela. Examinado de las materias del curso, es aprobado, excepto de Física, de la que debe de sufrir un nuevo examen al terminar la reglamentaria licencia de verano. El 30 de julio se presenta en la Escuela, en la que se examina nuevamente de Física siendo considerado apto, pero en el segundo semestre del 41 suspende los exámenes semestrales por lo que ha de repetir curso siendo unido a la promoción siguiente, lo que provoca un gran disgusto en la familia pues es otro año que pierde.

   Eloísa, a sus 27 años, tiene un pretendiente, un dependiente de una conocida joyería sita en Gran Vía, esquina Alcalá, que un día entró en la perfumería de Ramírez a por una colonia y salió prendado de la simpatía y desenvoltura de la joven encargada. El aspirante a novio, algo más joven que Eloísa, se comporta con ella como si fuese su novia del instituto: la manda versos, que Dios sabe de dónde los copia, notitas en las que le declara su amor, la espera a la salida de la tienda y le envía flores a menudo.

   Concha, que sigue yendo todos los días a cuidar a tía Mechita, parece que no tiene ninguna prisa en emparejarse. Lleva una vida muy rutinaria y es poco dada a salir de casa. Los días de diario los pasa en casa de su tía, y los domingos y festivos apenas si sale de la casa familiar. Es muy religiosa y suele ser la que dirige el rezo de los rosarios familiares. Un día, Julián le dice en clave bromista:

   -Hermanita, con la vida que llevas casi te valía meterte monja.

   -Alguna vez lo he pensado –es su respuesta.

   En cuanto Ángela, en el curso 40-41 ha aprobado segundo año de Farmacia y en la familia ya se comienza a hablar de si adquirir una tercera farmacia para poder sacarle provecho al título de la chica más pequeña de la familia.

   -Si sigues tan estudiosa como hasta ahora, en cuanto acabes te vamos a comprar una farmacia –le promete su padre.

   -La verdad, papá, es que me gustaría mucho, así podría ayudar a la familia.

   -¡Así hablan los Carreño, hija!    

   En el escenario bélico, los soviéticos lanzan un ataque, en el verano del 41, contra el tercer Ejército Panzer. Hitler se ve en un dilema: sus generales quieren continuar hacia Moscú, pero en el sur sus ejércitos están atascados. Hitler es inflexible y desoye a sus generales: primero Ucrania, luego Moscú.

   En septiembre, los alemanes ocupan Kiev. El Alto Mando alemán ordena un alto para reorganizarse. La pausa da tiempo a los soviéticos a mejorar la defensa, pese a ello, en diciembre los alemanes se encuentran a 25 kilómetros del Kremlin, pero su avance se ve frenado por las primeras tormentas del invierno. La falta de previsión de la Wehrmacht hace que los soldados no estén equipados para la guerra de invierno y las congelaciones y enfermedades causan más bajas que los propios combates. Los soviéticos lanzan un contraataque que hace retroceder a los alemanes más de 300 kilómetros. Como explica el siempre bien informado Valdés, el cambio de signo de la guerra tiene tres causas principales.

   -Una es que los alemanes no descubrieron que los rusos tenían varios ejércitos vigilando su frontera este, pero que, al firmar con los japoneses el pacto de no agresión, han podido trasladar esas tropas al frente occidental. Otra que, cuando Alemania invadió la URSS, los rusos desmantelaron sus fábricas del oeste y se las llevaron más allá de los Urales donde han estado fabricando armamento sin que los germanos se enterasen. Y la última, pero decisiva, es que, como le ocurrió a Napoleón, les ha pillado el General Invierno y no estaban preparados para afrontarlo.

   Todos estos avatares bélicos no influyen para nada en la vida de los Carreño o, al menos, eso parece. La familia sigue en pos de un aburguesamiento cada día más consistente.

PD. Hasta el próximo viernes en que, dentro del Libro IV, Las Guerras, de la novela Los Carreño, publicaré el episodio 90. Los Carreño van de boda

 

martes, 25 de febrero de 2025

“El masover” 8. Paco Roca, la última palabra

 

El tío Paco parece complacido con las respuestas que le ha dado Sacarietes sobre el contenido  de la enciclopedia cíclico-pedagógica de grado medio de Dalmáu-Carles.

   -Muy bien, te lo sabes muy bien –dice, devolviéndole el manual-. Di a tus padres que esta noche, antes de cenar, vengan a verme. ¿Te gustan los caramelos? –y sin dar tiempo a contestar, abre un tarro de cerámica y da al muchacho un puñado de caramelos de regaliz negro.

   El chico sale de casa de los Roca-Traver más contento que si hubiese marcado un gol en los partidillos del recreo. Las cosas no se han desarrollado como temía. El tío no ha dicho ni pío sobre el seminario, el sacerdocio, la vocación religiosa o cosas por el estilo. Igual es un meapilas, piensa el chaval, pero no ha debido hablar con mosén Fumadó, porque es consciente que lo que le acaba de hacer el tío Paco ha sido un examen, puro y duro, y está convencido de que lo ha pasado con nota.

   Ahora, la pregunta que le surge no puede ser otra: ¿para qué querrá saber el tío si me sé la enciclopedia?, con habérmelo preguntado bastaba, le habría dicho que me la sé de corrido. Desde luego, la gente mayor como se complica la vida y que cosas tan absurdas hacen a veces, se dice.

   Aquella noche, cuando el matrimonio Clavijo-Alsina se reúne con el tío Paco se produce un paso pequeño, pero trascendente, en la vida de Zaca, y Paco Roca es el que maneja la última palabra.

   -El niño tiene que estudiar -es lo primero que dice a los padres sin andarse por las ramas, con su voz un tanto ronca, pero con el tono seguro e imperioso con el que suele hablar-. Es estudioso, tiene voluntad, le gusta leer y posee un memorión. Tiene que estudiar, repite, nada de debería, podría, convendría, sería una buena decisión…, nada de eso; el niño tiene que estudiar: sujeto, verbo y predicado, como ordena el recto uso de la gramática. Y sin dar pie a que los expectantes y encogidos padres puedan abrir la boca, prosigue-: Ya me ha contado Emilia que últimamente no andáis muy boyantes, pero hay soluciones para que el chico estudie sin que tengáis que gastaros la hijuela. En septiembre lo matricularéis de ingreso y primero de bachillerato en el Instituto General y Técnico de Castellón –ante el intento del padre de decir algo, le corta-. La matrícula es muy barata, cuesta cuatro perras… -Al mencionar las perras, el llumero se arma de valor y le corta.

   -Pero luego están los libros y los viajes a Castellón y… -ahora, quien le corta es el tío.

   -Todo eso no es problema. Sobre los libros os voy a dar una tarjeta para la librería de Ballester, que está al lado de la Puerta del Sol. Os harán un descuento mínimo de un veinte a un treinta por ciento, en algún texto quizá más, por lo que los libros no os harán ningún roto en vuestras cuentas. Y en cuanto a viajes, ninguno. El chico no saldrá del pueblo, estudiará en casa y, en junio del próximo año, se examinará de primero por libre.

   -Pero, Paco –curiosamente el padre, que no es pariente, le tutea, cuando la sobrina le habla de usted-, estudiar el ingreso y el primero a la vez, ¿no será demasiada carga para el chaval?

   -No, el examen de ingreso lo hará en septiembre y es muy sencillo: les ponen un dictado y un problema para cuya solución solo es necesario saber las cuatro reglas. No tiene que estudiar nada, lo resolverá en un abrir y cerrar de ojos. Y luego tendrá todo el curso, desde septiembre a finales de junio, por delante para estudiar primero.

   -Pero tío, por muy listo que sea el chico, habrá cuestiones en las que necesitará ayuda y nosotros no podemos dársela –se lamenta madre.

   -¿Ahorrar veinte duros al mes os va a resultar muy difícil? –los Clavijo se miran y la mujer, con alguna reticencia, asiente.

   -Puede ser posible –es la evasiva respuesta de padre.

   -Entonces, no hay más que hablar. Mañana llamaré a José Domingo, de los maestros del pueblo es con quien tengo más confianza, y le preguntaré si puede prepararle o me sugiere el nombre de otro maestro que pueda hacerlo. Los veinte duros serán para remunerar esas clases.

 -Y en qué piensas, Paco, ¿en que estudie el bachillerato completo o solo el elemental? –quiere saber padre.

   -Vayamos paso a paso, primero el elemental y luego ya veremos. Podéis estar seguros de que habéis tomado la mejor decisión para el chaval.

   -Y cuándo termine el bachillerato, ¿qué piensas que puede hacer? –quiere saber el señor Zacarías.

   -Como acabo de decir, hay que ir paso a paso. Primero que acabe el bachillerato. Luego veremos adonde lo orientamos, si a una carrera de letras o de ciencias. Bueno, creo que está todo hablado. Si surge alguna pega me lo decís. Os acompaño a la puerta.

   Los Clavijo vuelven a casa dándole todavía vueltas a la tajante

proposición del tío que tiene toda la pinta de no admitir réplica. Habrá que ver lo qué dice el chiquillo, se dice padre. Al contrario que cuando le dijeron lo de ingresar en el seminario, Zaca recibe la noticia con alborozo, pues lo de estudiar el bachillerato le chifla. Si lo hace va a ser una manera de sobresalir sobre el resto de escolares de la localidad, pues por el momento solamente hay en el pueblo dos chicos que estudien para bachilleres y lo hacen internos en el colegio de los padres escolapios de Castellón: Pepe Clará, hijo del encargado local de telégrafos, y Joaquinito Queralt, cuyo padre es uno de los médicos de la localidad. Y además, el hecho de estudiar quizá le ayude a quitarse los muchos complejos que tiene: el de bajito –lo es-, el de patoso –también-, el de feo –ahí hay opiniones variadas-.

   El tío Paco habla con don José Domingo, éste con los Clavijo y conciertan que el maestro dará clase de bachillerato a Zaca. Será una especie de enseñanza privada y deberá realizarse después de la sesión escolar de la tarde y en la propia escuela. Don José no explica cómo serán las clases y hay muchos más flecos por definir, pero convienen en que eso lo irán concretando a lo largo del verano. Es posible que don José Domingo tenga que buscar un compañero que dé la parte de ciencias, pues él es más bien de letras, pero eso ya se verá.

   Al día siguiente del acuerdo, la noticia de que, el fill major del llumero va a estudiar bachillerato, vuela rauda por los mentideros del pueblo. Hay comentarios para todos los gustos, desde los que les parece bien a los que se echan las manos a la cabeza. Aunque la tónica general es pasar de la noticia, dado que en la bolsa de valores del pueblo lo de la cultura, en general,  y los estudios, en particular, cotizan a la baja. En Torreblanca lo que se valora son las fincas, las casas, los solares; en definitiva, las propiedades inmuebles, que están permanentemente unidas al suelo. Y los estudios son algo etéreo, no se enraízan en el terreno.

   -Ya había oído comentar que el xiquet és molt estudiós.

   -Que sea muy estudioso vale, pero apenas tienen para comer y van a enviar al chiquillo a estudiar –quien opina así aún no sabe que el muchacho estudiará por libre-. Eso sí que es estirar más la manga que el brazo. y es que donde no hay cabeza...  

   En uno de los contados días, pues la noticia tampoco da más de sí, en los que Zaca está en boca de los amigos de los cotilleos, el chaval se topa en la calle con Vicente Ávila, uno de sus más fieles escuderos en los enfrentamientos entre romanos y cartagineses. Su condiscípulo le dice con tono compungido:

   -¿Es verdad que no vas a volver a clase? Entonces -prosigue sin esperar respuesta-, ¿quién nos va a capitanear? Nos haces una faena, pues eres el mejor capitán de largo.

   -Puede hacerlo Barceló, sabe mucho.

   -¿Barceló?, a ese Manolo Sales se lo come con patatas.

   El breve dialogo le sienta como si le hubiesen nombrado capitán del equipo de fútbol. Ahora que se va, sus condiscípulos reconocen su valía. Podrían haberlo hecho antes, se dice. Lo que aún no tiene claro el chaval es como será eso de estudiar por libre, aunque ya le ha dicho don José Domingo que no se preocupe que a lo largo del verano irán dilucidando todos los cabos sueltos, pues para él también supone una novedad preparar a chicos para el bachillerato y tiene que pensar cómo va a enfocar la enseñanza.

   Para el muchacho lo de seguir estudiando supone cumplir un sueño. Ya se había hecho a la idea de que, en cuanto terminara la enseñanza primaria a los doce años, iba a salir de la escuela y ahí acabaría su condición de estudiante. El siguiente paso sería que padre buscaría algún artesano  que le admitiera como aprendiz y comenzaría la larga y tediosa fase del aprendizaje de un oficio. ¿Y cuál podría haber sido? Va desgranando los oficios existentes en el pueblo: ¿carpintero como el tío Llombart?, ¿albañil como el tío Benito?, ¿herrero como el tío Letancio?, ¿fontanero como el tío Luis?, ¿electricista como padre? Y los va descartando uno a uno. Es consciente de su torpeza manual y su escasa potencia física. Por eso, estudiar bachillerato le abre unas posibilidades que hasta ahora no tenía. Además, está convencido de que tiene la capacidad y, sobre todo, la voluntad para aprobarlo, aunque ya no está tan seguro que pueda cursar otros estudios después de las enseñanzas de grado medio. Pero no le da más vueltas y deja de estrujarse las meninges. Hará lo que padres digan y, por encima de eso, lo que diga el tío Paco Roca que, en la familia y en materia de estudios, es quien tiene la última palabra. Lo importante, se dice, es que voy a estudiar y los chicos del pueblo no deberían seguir burlándose porque soy más lento que una tortuga, salto menos que una chinche y tengo tanta fuerza como un gusano. Ahora se van a enterar de que valgo tanto o más que cualquiera de ellos, se dice. Aunque en el fondo no está tan seguro que lo de estudiar acabe sirviendo para algo. De lo que sí está seguro es que no le servirá en el pueblo, dado que es consciente de que alguien con estudios no tiene allí ningún futuro.

 

PD.- El próximo martes publicaré el episodio 9, de la novela ”El masover”, titulado: En casa, de política, nada, y de políticos, menos