Los inspectores encargados de la investigación del Caso Inca siguen analizando datos y posibles hipótesis sobre el mismo. Blanchard no quiere volver a incurrir otra vez en falta de tacto, pero hay una cuestión que le bulle en mente desde hace varios días y como sus colegas no hacen ninguna mención a ella, al final decide plantearla. Si se molestan será su problema.
- Supongo
que uno de los interrogantes que os habréis planteado es porqué el robo se llevó
a cabo donde se hizo y no en otra parte. ¿Tenéis alguna teoría o explicación al
respecto?
Bernal y Atienza se miran. El miembro de la
Brigada de Patrimonio se encoge de hombros y con la barbilla señala a su
compañero. Bernal recoge el guante.
-
Naturalmente, y es uno de los aspectos que nos tiene más desconcertados. El
tesoro ha podido ser robado en el Museo parisino du Quai Branly donde estuvo
expuesto, o en cualquiera de los mil doscientos setenta kilómetros que hay
entre París y Madrid. ¿Por qué no ha sido así? Las hipótesis que hemos manejado
son muchas y variadas, pero ninguna nos convence. Lo primero, como debes saber,
es que robar en un museo es posible pero altamente improbable. Las medidas de
seguridad tanto tecnológicas como humanas son elevadas y los ladrones correrían
muchos riesgos.
- De
acuerdo, de acuerdo, pero ¿y qué pasa con el recorrido entre ambas capitales,
por qué no lo hicieron en un trayecto tan largo? – vuelve a preguntar
Blanchard.
- No tenemos
respuesta concreta a ese interrogante – responde Bernal.
- Por lo que
atañe a la parte francesa os diré que la empresa contratada para el traslado
cuenta con amplia experiencia en esa clase de transportes especiales y tiene
fama de seriedad, rigor y solvencia. Nuestros servicios la han investigado a
fondo y no han encontrado nada sospechoso – explica Blanchard.
- Por otra
parte – ahora quien habla es Atienza -, los traslados de materiales tan
valiosos suelen seguir dos pautas: o con una fuerte escolta policial o
rodeándolos de un sigilo tan hermético que nadie fuera del personal autorizado,
siempre contados individuos y de probada lealtad, sepa fechas, rutas y demás
pormenores del viaje. La experiencia ha demostrado, al contrario de lo que cree
mucha gente, que el último procedimiento es más seguro que el primero y que,
por tanto, es el que utilizó la empresa francesa.
El inspector parisino piensa que lo del
sigilo hermético no se lo enseño su madre. Está claro que estos colegas, se
dice, usan un vocabulario muy diferente al que se gastaba la señora Prieto, que
en paz descanse, pero van apañados si creen que les voy a preguntar, para eso están
los diccionarios. La pregunta que formula es más incisiva:
- Lo que
habéis dicho, es tal cual, pero la pregunta sigue siendo la misma, ¿por qué el
robo se cometió ante el museo y no en otra parte?
- Creemos – vuelve
a intervenir Atienza - que el hecho de que el delito se perpetrara delante del
museo es algo que, pronto o tarde, nos va a ser de gran ayuda en la
investigación. ¿Por qué? De momento, no tenemos una respuesta concreta, pero si
varias hipótesis que se han traducido en diferentes líneas de investigación.
Supuesto A, porque era alguien del personal del museo quien les facilitó la
fecha de la llegada del furgón. B, no sabían la fecha de llegada, pero sí que
el tesoro sería devuelto a su lugar de origen, solo tenían que esperar. C,
porque no pudieron hacerlo en el trayecto, que quizá desconocían, pero si el
punto de arribo. D, porque robar durante el viaje era problemático puesto que
el furgón llevaba un GPS que enviaba su señal a la gendarmería, en territorio
francés, y a la Guardia Civil, en España… En fin, no sigo, pero como verás la
mayor parte de esas hipótesis se centran, de una u otra forma, en el museo y,
por consiguiente en su personal. Ahí es donde se focalizan nuestras
investigaciones.
El francés no puede reprimirse y vuelve a
poner el dedo en la llaga:
-
Investigaciones que, por ahora, no han cristalizado en nada concreto.
Atienza, no contesta, vuelve a encogerse de
hombros en un gesto que le caracteriza. Bernal mira al gabacho con ganas de
darle una patada en salva sea la parte, pero por aquello de la cooperación
entre países vecinos y amigos se contiene.
Curiosamente, una disquisición parecida a la
que mantienen los inspectores encargados del caso es el motivo de la charla que
sostienen los cuatro jubilados que, debido a la no querida participación de uno
de ellos en el robo, siguen con suma atención todo lo que se publica sobre el caso
y hasta se plantean supuestos que no recogen los medios.
- Jacinto,
¿se han planteado tu compañeros porqué el robo se realiza delante del museo y
no en cualquier punto del largo recorrido desde París a aquí? – pregunta Ponte
que a falta de otras virtudes es uno de los que más se estruja el caletre del
grupo.
- Lo han
hecho, claro. Es una de las primeras incógnitas que pusieron encima de la mesa,
pero sigue siendo eso, una incógnita – responde Grandal.
- Desde
luego es raro. Si nos fijamos en las películas, cuando algún cargamento valioso
es llevado de una parte a otra la mayoría de los atracos se producen
precisamente a lo largo del recorrido. Se cruza un coche delante, otro tapona
la salida por atrás, salen los ladrones armados, abren la puerta del furgón con
un explosivo plástico y tararí si te vi. Robo efectuado – afirma Ballarín que
suele presumir de cinéfilo.
- En la vida
real no es así, Amadeo – contraviene Grandal -. Los asaltos a un vehículo en
plena ruta no suelen ser tan fáciles como los pintan en el cine, ni mucho
menos. Hay que planear el golpe muy bien, contar con gente preparada y hasta
tener una pizca de suerte porque los imprevistos que se pueden presentar son
innumerables.
- Pues en
las pelis… - pretende rebatir Ballarín, pero no puede terminar su argumentación
porque Grandal le corta.
- Perdona,
Amadeo, pero ya he dicho que una cosa es el cine y otra muy distinta la
realidad. En las pelis se abusa de los atracos en la carretera o en una calle
porque son escenas de gran plasticidad que dan muy bien en las pantallas. Ten
en cuenta que en las películas lo que prima es todo aquello que sea muy
cinematográfico, que entre por los ojos, aunque la verdad o la realidad se
resientan por ello.
- Lo que
dices, Jacinto, es posible que sea tal y como lo explicas, pero no me negarás que
sigue siendo un misterio porqué el robo se lleva a cabo aquí, delante de donde
paseo a mi nieto, y no en se realizó en París o en cualquier punto del montón
de kilómetros que hay entre la capital francesa y este Madrid de nuestros
pecados – insiste Ponte.
- De eso no
cabe duda, Manolo. El que el atraco se efectuara donde se hizo es una pista
cojonuda y daría la paga de jubilata de una semana si tuviera una respuesta,
por mínima que fuera, que esclareciera ese misterio.
- Yo tengo algo
que decir al respecto – interviene Álvarez que hasta el momento ha estado más
callado que un muerto -. Veréis, lo descubrí hace un par de días, pero hasta
este momento no había tenido ocasión de contarlo. Como sabéis, me gusta navegar
por la red, pues bien hace dos, mejor dicho tres días, entré en una web de
prensa sudamericana y me topé con la sorpresa de que, al menos, tres periódicos
colombianos, exactamente de Bogotá, hablaban del robo del Tesoro Quimbaya. Por
lo que he podido ver, se trata de tres importantes rotativos de aquel país: El
Tiempo, La República y El Espectador.
- Bueno, no
es tan sorpresivo, al fin y al cabo el tesoro es colombiano o, al menos, se
encontró en aquellas tierras – puntualiza Grandal.
- Sí, pero la
sorpresa saltó cuando leí el contenido – insiste Álvarez -. Alguno de los
medios afirmaba que quienes hubiesen robado el tesoro habían cometido un acto
de justicia poética. Acusaban a nuestro país de usurpación de unos bienes culturales
que no nos pertenecen. Y que el tesoro hubiera sido robado delante del Museo de
América hacía más evidente el hecho de que ese centro no era el lugar idóneo
para la conservación del tesoro, que donde debía estar era en el Museo del Oro
de Bogotá.
-
¿Entonces…? – pregunta Ballarín, dejando la pregunta al aire.
- Entonces,
es posible que mis colegas tengan una nueva línea que investigar y que les va a
dar muchos quebraderos de cabeza: Colombia, y no precisamente por su prensa o
su Gobierno, sino por los colombianos más poderosos y peligrosos, los narcos –
sentencia Grandal.